Una sonrisa de suficiencia se plasmó en su rostro, gesto que provocó que mis nervios aumentaran. Clavé mis ojos en los suyos y una punzada golpeó con fuerza mi estómago. Los vellos de mi nuca se erizaron cuando Alberto me miró desafiante, como si yo le debiera algo, pero no aparté la vista en ningún momento, pues ese gilipollas no tenía por qué meterse conmigo, además, él era uno de los accionistas de la compañía, tenía que acostumbrarme a tenerlo por la empresa.-¿Le gusta su nueva oficina, Madame?-La manera tan despectiva de pronunciar esas palabras solo provocó que mi desprecio hacia él diera un paso más. Cada palabra salida de su boca era con arrogancia y con un dejo de superioridad.
-¿Ha venido hasta aquí para saber si me gusta mi nueva oficina?-Contesté y su rostro reflejó incredulidad, pero enarcó una ceja y sonrió de manera forzada.
-Es usted muy creída, Madame-dijo y enarqué una ceja, devolviéndole el gesto-. ¿Cómo va la empresa?-Soltó y me incorporé en mi silla, pues mi incomodidad aumentaba con cada segundo que pasaba junto a ese arrogante hombre.
-Usted es accionista, debería saber cómo va la empresa de la cual forma parte-soné más tajante de lo que pretendía y me arrepentí al instante. El rostro de Alberto pasó de relajado a enojado. Frunció su ceño y colocó sus codos sobre mi escritorio, de modo que estaba más cerca de mí. Como acto de reflejo, retrocedí un poco en mi silla, pues ese hombre me intimidaba hasta la mierda.
-De eso usted puede decir mucho, Madame. Quiero que sepa que el banco me llamó esta mañana-dijo y fruncí el ceño con confusión. Iba a hablar, pero él continuó-. ¿Sabe qué me dijeron? No están dispuestos a darle un centavo más a esta empresa hasta que le den un adelanto. Esperan por usted, Madame- no entendía nada de lo que ese hombre decía. ¿De qué demonios hablaba? ¿Por qué el banco esperaría por mí? ¿Acaso la empresa le debía dinero al banco central de la compañía?
-¿Por qué esperarían por mí?-Le pregunté. Tenía millones de preguntas para hacerle, pero no quería demostrarle mi ignorancia en ese tema. Él soltó una carcajada sarcástica, que hizo que mi estómago se retorciera.
-Deje de actuar, señorita-sus palabras eran corrosivas. Nada de lo que él decía tenía sentido para mí. ¿Que dejara de actuar? ¿Cómo se suponía que dejara de hacerlo cuando siquiera lo hacía? Iba a protestar, cuando él se levantó de la silla y caminó hacia el otro lado de mi escritorio, en donde yo me encontraba. Giró mi silla y colocó ambas manos en los dos extremos, de manera que me tenía acorralada. Mi corazón comenzó a latir deprisa y tragué en seco. No me esperaba ese movimiento arrebatado de su parte-. Usted es consciente de lo que aquí sucede. Esta empresa ha tenido éxito gracias al señor Federico Villanueva, éxito que se está yendo a la borda por el inepto de Arquímedes Villanueva-espetó con rudeza. Tocó mi punto más débil: Arquímedes. Una rabia comenzó a engullir mis entrañas, la sola mención de aquel hombre detonó el coraje. ¿Cómo se atrevía a hablar así de Arquímedes?
-¡Esta empresa está fluyendo bien gracias a Arquímedes!-le dije y no intenté ser amable con él. Alberto acercó su rostro aún más e intenté retroceder, pero ya mi cabeza estaba pegada al espaldar de la silla giratoria.
-¿De verdad? ¡No creo que una empresa fluya bien con una maldita deuda en el banco!-gritó y me sobresalté. Los vellos de mi piel se erizaron al ver la rabia en su rostro. De pronto, vino a mi mente la junta ejecutiva, en donde Arquímedes había expuesto la idea de reducir costos en la empresa. Sabía que eso tenía un motivo escondido y Alberto confirmó mi teoría. La empresa le debía dinero al banco, ¿pero cuán grave era el asunto? Ni Rodrigo ni Arquímedes parecían preocupados por eso, así que no debía ser mucho.
-Cualquier compañía puede tener una deuda, eso no significa que la compañía se esté yendo a la borda-repliqué, aunque sabía que una deuda era caso serio. No era ignorante en el ámbito empresarial, mi familia era de negocios. Mis padres eran dueños de una farmacia cerca del pueblo donde vivían y conocía sobre el manejo de negocios. Obviamente, Diseños Villanueva era una empresa a mayor escala, pero negocios son negocios. Siempre me mantuve al margen del negocio de mis padres, pues no quería introducirme en su mundo empresarial, la idea era independizarme y alejarme de ellos, por eso había decidido comprar mi apartamento y por eso había llegado a Diseños Villanueva.
ESTÁS LEYENDO
•Un amor irreversible•
RomanceCada arruga que mis manos poseen me recuerda los trazos de un amor que nació por la fuerza del destino. Un amor que me subió, me elevó hasta lo más alto del placer, y así mismo me desplomó. ¿Y si te digo que ese desplomo solo fue la fuerza del desti...