Título robado

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-Necesito que ese vestido esté listo para mañana.

-¿Ya tiene los diseños que faltan, señorita Marisol?

-No, estoy trabajando en ello, Jorge, pero entre tanto ajetreo se me hace difícil y ahora más que Stephanie está enferma.

-Es demasiado trabajo para usted sola, señorita. Ha hecho más durante toda la semana de lo que hubiera hecho el pato de Felipe.

-Quiero que todo salga excelente, el prestigio de la empresa está en juego.

Y así era. Durante toda la semana había estado trabajando fuerte para la presentación de Miller, pues muchas cosas estaban en juego. Era aún más consciente de ello, pues conocía que la empresa estaba endeuda con el banco y no podía darme el lujo de echar a perder la presentación, que sería en menos de una semana.

El maldito gilipollas del diseñador no había aparecido por la empresa, por ende, los diseños y la presentación estaban sobre mis hombros, pues quedaba poco tiempo. Desde el incidente con Alberto, mi mente era un matojo de interrogantes, pero Arquímedes había dado su palabra de contarme todo sobre la compañía, así que eso me tranquilizaba un poco, aunque eso no quitaba que las preguntas se formularan en mi mente constantemente. Hubiera preferido estar ajena a todo aquello...

Pasaba más tiempo en el trabajo que en mi apartamento, pues algunas noches me tenía que quedar para terminar diseños. Como bien había dicho Jorge, era demasiado para mí, pero todo lo hacía por la empresa, aunque en el fondo sabía que era por alguien: Arquímedes.

-Señorita-la voz de Jorge me sacó de mis cavilaciones. Tenía lápiz en mano y mi cabello enmarañado caía sobre mi frente. Ni tiempo para arreglarme tenía.

-Perdón, Jorge. ¿Qué decías?-Le dije, apartando mi cabello de mi frente.

-Le decía que debería conseguir a alguien que la ayude con el trabajo, una asistente que pueda darle una mano, señorita, es demasiado para usted-miré unos segundos al amable señor y le sonreí. Tenía que verme espantosa con mi cabello todo revuelto y sin maquillaje, quizás le di pena o algo así.

-Gracias, Jorge-le dije y asintió-. Anda, ve a terminar ese hermoso vestido, ya veré cómo le hago para terminar estos diseños-ordené y asintió nuevamente, caminando hacia su área de trabajo. En eso mi teléfono comenzó a vibrar en la mesa de madera en donde diseñaba y fruncí mi ceño al ver un número desconocido. Pensé en no contestar, pues estaba trabajando, pero aún así tomé la llamada.

-¿Quién habla?-Hablé de inmediato, pues no podía perder el tiempo, necesitaba terminar los malditos diseños.

-Vaya, al parecer no hay manera de que saques tu agresividad al hablarme-esa voz...

-¿Javier?-Pregunté, aunque estaba segura de que era él.

-Sí, soy yo. ¡Dios, cuánta agresividad!-no pude evitar reír. Él siempre con esa energía, inclusive la transmitía a través de la línea.

-¿Dónde conseguiste mi número?-Le pregunté, aunque no dudaba que Adrián se lo hubiera dado.

-Marisol, es tan fácil conseguir hoy día un número telefónico-su manera divertida al hablar me hacía reír.

-Sí, cierto-contesté.

-¿Sabes? Cuando te di mi número de teléfono en un papel pensé que sería efectivo y me llamarías.

-Te fuiste muy a la antigua, papito, mejor lo hubieras apuntado en mi teléfono-la verdadera razón fue que había perdido el papel. Poco tiempo después lo encontré en el bolsillo de uno de los pantalones de Arquímedes. Reí al verlo allí, en uno de nuestros candentes encuentros en mi apartamento, pero decidí no decirle nada por haberme pillado papel. Total, yo hubiera hecho lo mismo si encontraba el número de alguien sensual como Javier, claro, en versión mujer.

•Un amor irreversible• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora