Fiesta, ¿familiar?

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Aléjate de mí.

Era lo que Arquímedes me repetía una y otra vez. Pero allí, frente a los baños de aquel lugar, él me tenía acribillada contra la pared sin dejarme salir. ¿Quién demonios entendía a ese hombre? Porque yo no lo hacía...

-¡Carajo! ¿Por qué haces eso?-Le dije con el corazón a mil. No me esperaba ese arrebato de parte de él.

-¿Qué es lo que te pasa?-Me dijo pegado a mi rostro. Lo decía desesperado, agitado. Su respiración me erizaba la piel.

-A mí nada-le dije con un hilo de voz. Él pegó su cuerpo más al mío. Eso hizo que mi cuerpo vibrara.

-¿Por qué me evades? Has estado ignorándome desde que llegaste-me dijo observando todo mi rostro. Yo resoplé e intenté zafarme, pero él me sujetaba fuerte.

-A la verdad que eres un jodido bipolar. Me pediste que me alejara y, ¿ahora preguntas por qué te ignoro? Estás algarete-le dije y él me haló por la cintura, de modo que nuestros cuerpos se rozaban de una manera caliente. Muy, muy caliente.

-Mientras más me ignoras más grande se hace mi necesidad de buscarte-me dijo en un susurro. No lo negaba, el bipolar hacía que me derritiera, pero su jueguito me estaba cansando.

-¡Suéltame, Arquímedes! ¿Enserio no te medican para tu bipolaridad?-Le dije forcejando para que me soltara, pero él se limitó a sonreír. Vaya, era la primera vez que veía su sonrisa. ¡Maldita sea cuando tenía una perfecta y hermosa sonrisa! ¿Por qué no podía tener los dientes separados o uno podrido? ¡Tenía que tenerlos perfectos! ¡Poniéndome las cosas más difíciles de lo que ya eran!-. ¡Suéltame, jodido bipolar!

-¿Por qué me pides eso?-Me preguntó calmadamente. Yo entrecerré los ojos y resoplé.

-Porque es lo que quiero-le dije mirando en otra dirección. Si seguía mirándolo lo más probable era que le saltara encima, y eso, no estaba bien-. Además, lo mejor es que me aleje. Tú mismo lo dijiste-le espeté.

-A la mierda con eso-me tomó por la nuca y unió nuestros labios. Me besaba con necesidad, con anhelo. Sin darme cuenta le estaba respondiendo el beso. Solté un leve gemido cuando su lengua invadió mi boca. Era una sensación exquisita, deliciosa. Hacía mucho que estaba deseando ese beso y al fin estaba sucediendo. Él me aferró a la pared con fuerza y yo entrelacé mis dedos en su cabello. Él soltó un gemido que hizo que mis vellos se encresparan. El beso era intenso, con ganas, pero la realidad me cayó de golpe. Él era el prometido de mi prima y por más que la odiara, por más cabrona que ella fuera conmigo, eso estaba mal. Algo exquisitamente bueno, pero mal...

-Me tengo que ir-lo despegué con una fuerza que no sabía de dónde salió y prácticamente salí corriendo de allí. Lo escuché gritar mi nombre, pero continué sin mirar atrás. Pasé por entre la gente y cuando iba saliendo choqué contra alguien. Mis ojos se abrieron como platos cuando vi quién era. ¡Janette!

-¡Primita!-dijo ella con su habitual tono chillón. Yo no podía verle a los ojos, miraba cualquier cosa que no fuese su cara-. Ya casi olvidaba que trabajas para la empresa de mi muñequito-dijo ella observándome de arriba a bajo. Si hubiera sido en otras circunstancias me cabreaba, pero el remordimiento me estaba carcomiendo.

-¡Marisol!-escuché el grito de Arquímedes, lo que hizo que mi sangre fuera drenada. Cuando llegó hacia nosotras su rostro cambió. Vio a mi prima, que nos miraba confundida, y se quedó inmóvil.

-¡Mi amor!-dijo ella abalanzándose sobre él.

-¿Qué haces aquí?-Le preguntó Arquímedes y me observaba por el rabillo del ojo.

-Decidí que sí quise venir a acompañarte- dijo ella besándolo por el cuello. Yo bajé la mirada y salí de allí de inmediato. Pude notar que Arquímedes estaba incómodo, pero no me importó. Cuando salí afuera solté el aire que tenía contenido. ¿Qué demonios acababa de suceder?...

•Un amor irreversible• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora