Calumnias

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De pronto todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas, así que me dejé caer en la silla con el teléfono aún pegado a mi oreja. ¿Janette era la Diseñadora Misteriosa? ¿Cómo era eso posible? ¿Ella y Rodrigo tenían una aventura?...

-¿De veras, muñequito? ¿Mi primita trabaja para ti?-Dijo Janette en un tono meloso y desagradable para mis oídos. Él asintió.

-Así es. De hecho, hoy comenzó como asistente de vicepresidencia-dijo él sin mirarme. Yo lo miraba fijamente, pero aparté la vista cuando Janette me miró.

-Entonces tu jefe es Rodrigo-dijo ella y yo asentí-. Ten mucho cuidado con él. Es un picaflor- dijo ella riendo y el rostro de Arquímedes se endureció.

-¡Mi amor!-chilló-. Te estaba esperando-le dijo y el rostro de Arquímedes parecía irritado. Yo bajé la cabeza cuando ella le espetó un beso por la ventanilla.

-¿No que tenías un almuerzo?-Le dijo él y ella puso una cara patética de cachorrito.

-Decidí ir con mi muñequito hermoso-dijo ella y no lo aguanté más. Me volteé para irme, pero choqué contra alguien. Era Rodrigo.

-Marisol, ¿no has almorzado?-Me preguntó y tardé unos segundos en procesar lo que había dicho.

-No... Aún no he almorzado-le dije y cuando vi que el cuartel salía del edificio, caí en cuenta-. ¿No tenías que estar en Brisas del Mar?-Le pregunté, pero cuando vi que Arquímedes arrancaba en su auto junto a Janette, una rabia comenzó a engullir mi pecho y no escuché nada de lo que mi jefe dijo.

Recuerdos me invadieron y entonces fue cuando todo cayó en su lugar. ¡Janette era la Diseñadora Misteriosa! ¡Rodrigo y Janette tenían una aventura! ¿Cómo mi jefe podía hacerle eso a Arquímedes? ¡Él era su mejor amigo! ¿Cómo Janette podía hacerle eso a Arquímedes? ¿Y quién demonios era yo para enojarme? Yo tenía una aventura con él y Janette era mi prima... ¡Pero, carajo! ¡Eso era el colmo! Ni Rodrigo ni Janette sabían de nuestra aventura y aún así decidieron acostarse y revolcarse en un hotel. Quizás debía alegrarme de que mi prima era una perra infiel, pero era todo lo contrario; sentía rabia, coraje...

-¿Señorita?-La voz de la recepcionista sonó al otro lado de la línea y di un respingo. Colgué la llamada y me levanté de la silla cuando alguien tocó a la puerta. Tomé las agendas nuevamente y la puerta se abrió. Mi corazón latía tan deprisa que podía escucharlo en mis oídos, una velocidad que aumentó cuando vi que era Arquímedes quien había tocado la puerta.

-Marta me dijo que te encontrabas aquí-dijo, asomado por el umbral. Aparté la vista y miré mis manos con nerviosismo. Él entró y cerró la puerta. De pronto mirarlo me resultaba abrumador, no podía hacerlo después de enterarme de la infidelidad de su prometida y peor aún, de la infidelidad de su mejor amigo-. Bajé a producción, pero ya no estabas allí-dijo, sonriente. No podía articular palabra alguna, sentía que en cualquier momento podía echarme a llorar. Si hubiera sido otra, le contaba toda la verdad y así tendría el camino libre, pero no era una maldita perra, no podía hacerle eso a él y mucho menos a mí. No quería que Arquímedes estuviera conmigo solo porque su prometida le engañó, no sería su plato de segunda mesa-. ¿Todo está bien?-Preguntó Arquímedes, acercándose con delicadeza. No me aparté cuando él colocó su mano en mi mejilla y haló mi cintura para pegarme a su cuerpo; disfruté de su cercanía, aunque en ese momento sentía que me ahogaba con su fragancia, con su calidez-. Sol, me encantas-dijo y esas simples palabras lograron hacerme sonreír. Tomó mis mejillas con ambas manos y posó sus labios en los míos, dándome un rico y delicado beso. Los besó con calma, con delicadeza, como si de un delicado pétalo de flor se tratasen mis labios. No sé por qué, pero ese beso me resultó diferente, lo sentía diferente. Había algo de por medio, algo fuerte, algo que desde un principio sabía que aumentaría, pero decidí ignorar.

•Un amor irreversible• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora