-Estás hermosa, mi Sol-me dijo Teresita, acariciando mi hombro, mientras me veía en el espejo. Le brindé un pequeña sonrisa y ella parecía preocupada.-Gracias, Tere-le contesté y ella me hizo voltear para verla directamente a los ojos.
-A veces las cosas toman un curso que nos parecerá injusto, pero cada cosa cae en su lugar cuando tiene que serlo-acarició mi mejilla y cerré los ojos ante su cálido tacto. Aquella foto me había dejado preocupada, angustiada, pues su contenido no me lo esperaba. Aquel domingo, cuando Arquímedes me dejó en mi apartamento, no hice más que solo encerrarme en mi habitación a llorar durante horas hasta quedarme dormida. Luego llamé a Teresita, pues ella era la única que lograba calmarme en un momento así. Le conté sobre la foto que había recibido y acordamos que nada saldría de entre nosotras. Aún así el contenido no dejaba de perturbarme, pero necesitaba olvidarme del asunto, por lo menos ese día, pues era la presentación de Miller.
-Tienes razón, Tere, tiene que haber una explicación-dije y sonrió.
-Así es, mi niña-besó mi frente-. Ahora quita esa cara, que tienes que llegar a ese evento como toda una estrella, como un Sol resplandeciente-sus palabras eran reconfortantes. Sonreí y la abracé con fuerza.
-Te amo, Tere-le dije y podía sentir su corazón latir deprisa.
-Mi amor va más allá de eso, un te amo se quedaría demasiado corto-dijo y sonreí, soltándonos del abrazo cuando escuchamos la puerta de mi antigua habitación abrirse. Mamá había entrado vestida con un traje color carmesí muy llamativo y con su cabello perfectamente peinado. Todo de ella era pura elegancia. Su presencia no me agradaba en lo absoluto, no en ese momento, pero no quería pelear, no arruinaría esa noche tan importante como la presentación de mis diseños.
-¿Ya estás lista, Marisol?-Preguntó, mientras observaba con detenimiento mi vestimenta. Teresa me había acompañado a escoger mi vestido color negro, de cuello alto en encaje. Ambas lo vimos y nos enamoramos de él enseguida. El traje, en complemento con mi cabello amarrado en una dona baja y desordenada, el maquillaje oscuro y labios color vino, todo en complemento era perfecto.
-¿No se ve hermosa Sol?-Comentó Teresita, con una radiante sonrisa en su rostro. Esa regordeta mujer era asombrosa y tierna.
-Por supuesto, es mi hija-replicó mamá con aire de superioridad. Puse los ojos en blanco y caminé hacia mi cama para recoger mi bolso.
-Deberíamos irnos, se me hará tarde-dije, tomando la mano de Teresa. Aunque mamá haya peleado, decidí llevarla al evento, pues ella era parte de la familia y la quería junto a mí en un evento tan importante. Mamá miró nuestro agarre y se volteó bruscamente para salir de la habitación. Giré mi cabeza para ver a Tere y ella me brindó una sonrisa nerviosa-. Pronto ese aire de superioridad se le acabará-murmuré y salimos de la habitación.
...
Mis manos temblaban, mi estómago se retorcía con cada paso que daba hacia el edificio del evento. La entrada estaba abarrotada de fotógrafos, periodistas, y personas importantes en el mundo de la moda entraban con dificultad hacia el interior del edificio. Mamá me había traído en su limosina, pero no quise bajarme frente a la entrada, pues el escándalo se desataría y eso no ayudaría con mis nervios. Mientras caminaba, apretaba la mano de Teresita con fuerza y ella murmuraba cosas que no logré entender, no con los nervios azotándome sin piedad. En cuanto las personas notaron mi presencia, comenzaron a gritar mi nombre. Caminé por entre el bullicio, sin soltar el agarre de Teresita, y comenzaron a hacerme preguntas. Esa vez no me convenía ignorarlos, Arquímedes me había aconsejado que el día del evento contestara las preguntas que los periodistas hacían, pues la atención estaría totalmente puesta sobre mí y debía dar la cara por la empresa, pues yo era la estrella. Negué muchas veces, pero entre beso y beso, Arquímedes logró convencerme.
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•Un amor irreversible•
RomantizmCada arruga que mis manos poseen me recuerda los trazos de un amor que nació por la fuerza del destino. Un amor que me subió, me elevó hasta lo más alto del placer, y así mismo me desplomó. ¿Y si te digo que ese desplomo solo fue la fuerza del desti...