Muñeca de trapo

717 46 2
                                    



Fruncí el ceño al escuchar a alguien llorar. Abrí la puerta poco a poco y mi corazón se congeló por un instante al ver a Teresita tirada en el suelo. Me acerqué dando grandes zancadas y me arrojé junto a ella.

-Tere, ¿qué te pasa?- Le pregunté y ella se sobresaltó, pues no había notado que alguien había entrado a la habitación.

-Sol-fue lo único que dijo, pues hipaba todo el tiempo.

-Tere, corazón, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?-Insistí nuevamente y la abracé. Verla en ese estado me desconcertaba.

-Nada... Es solo que no me siento bien-soltó, tratando de controlarse. En sus manos tenía mi muñeca de trapo, la que ella misma cosió para mí cuando apenas tenía seis años. Fue el mejor regalo que nadie pudo darme, pues tenía un valor sentimental, no monetario. Mi madre siempre me regalaba juguetes que costaban una millonada, juguetes que muy poco usaba, pues no me llamaban la atención. Ella decía que una niña de la alta clase no podía jugar con juguetes de la pobreza. Para ese entonces yo hacía todo lo que mi madre ordenara, pero ese día que Teresa me regaló la muñeca, no pude rechazar su obsequio, pues desde el primer instante en que lo vi, sabía que era especial.

-¿Qué es eso, Tere?-Le pregunté a la señora regordeta que se dirigía hacia mí, con algo en sus manos. Cuando ya estaba cerca de mí, logré ver que era una muñeca.

-Ella es Mar-contestó, mostrándome la exótica, pero linda muñeca-. Mar, ella es Sol-nos presentó y no pude evitar sonreír-. Es para ti, mi cielo-me extendió a Mar, pero no me atreví a coger la linda muñeca.

-Mamá no quiere que juegue con otros juguetes-le dije y Tere torció la boca en desaprobación.

-Mar no es un juguete cualquiera, ella será tu amiga-dijo y reí tímidamente. Tomé a la muñeca y la abracé. Se sentía tan reconfortante.

-Gracias, Tere-le agradecí y ella me abrazó. La calidez de su abrazo me hacía sentir segura, en paz.

-Debes cuidarla. ¿Lo prometes?-Me dijo y asentí, extendiéndole mi dedo meñique.

-Lo prometo-prometí y comenzó a hacerme cosquillas, haciéndome reír sin parar. Desde ese día, mi mayor promesa fue cuidar de esa muñeca, inclusive, de mi propia madre.

-¡Marisol!- la voz de mi madre me hizo salir de mis recuerdos-. Marisol, ¿qué haces aquí?-Preguntó, con el ceño fruncido. Aún me encontraba tirada en el suelo junto a Teresa. Ella secaba sus lágrimas y temblaba.

-Yo...-intenté darle una explicación, pero no podía poner en orden mis ideas. Ella observó a Tere y sus ojos se abrieron ligeramente con enojo.

-¿Y qué demonios haces aquí metida, Teresa?-Le gritó mi madre-. ¡Se supone que estés atendiendo a los invitados!-La humilde mujer temblaba, mientras trataba de ponerse en pie. La manera en que mi madre le habló me hirvió la sangre.

-No le hables así, Jessica Núñez-le dije, tratando de controlarme para no gritar. Mamá respiró profundo, pues ella también parecía que quería controlarse.

-Teresa, ve a atender a los invitados-le dijo, a regañadientes. La ayudé a levantar y aún sujetaba mi muñeca. Sonreí ante la vulnerabilidad de esa mujer. Mamá vio a Mar y se la arrebató a Teresita de las manos. Fruncí el ceño ante el inesperado movimiento de mi madre.

-¿Qué haces con esta porquería de muñeca?-Dijo con arrogancia. Se la quité de las manos bruscamente.

-¡Mamá, basta!-le ordené y ella enarcó una ceja con enojo.

-¿Por qué tanto espectáculo por una porquería de muñeca? ¿Qué tiene de especial?-Me dijo, cruzándose de brazos. Su actitud colmaba mi paciencia.

•Un amor irreversible• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora