Capítulo 14

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Negrura.

Era todo lo que Clementine percibía. Tenía los ojos vendados y lo único que escuchaba era el sonido de las pisadas de un par de botas que a menudo se acercaban a ella. Sus manos y pies estaban amarrados a la silla en la que se encontraba sentada.

Tenia miedo, pero trataba de no dar señales de el.

-¿Sabes por qué estas aquí?- preguntó la voz que parecía ser de Gareth.

Silencio. 

-Tomare eso como un no.- hizo una leve pausa.- Tu grupo fue muy estúpido al tratar de enfrentarnos, ahora mira donde terminaron.

-¿Que les hiciste?- era en vano, su voz delataba su miedo. Gareth torció una sonrisa. 

-Un paso a la vez.- dijo mientras comenzaba a rodearla.- Rick piensa que somos estúpidos, pero no lo somos.- se detuvo en frente de ella.- Dime una cosa, ¿Donde esta la bolsa con armas que traían?- al ver que Clementine no contestaba volvió a hablar.- Antes de entrar a nuestra terminal, tu y tu grupo llevaban un bolso con armas ¿¡Donde esta!?- dijo esta vez subiendo su tono de voz.

-¡No lo se!- era la verdad, no lo sabia. Sin previo aviso una ráfaga de luz inundó sus ojos. Gareth, enojado le había quitado el trapo que cubría sus ojos.

La chica los mantuvo cerrados por un tiempo, ya luego comenzó a pestañear para acostumbrarse a la luz. Cuando por fin los abrió se dio cuenta que estaba en el mismo lugar donde en un principio conocieron a Gareth. 

-Volveré a preguntarlo... - dijo Gareth saliendo por detrás posicionándose frente a ella.-¿Donde esta ese bolso? 

Clementine lo miró fijamente, luego habló

-No lo sé.- volvió a decir, esta vez enfrentándolo.

-Esta bien, como desee la niña, acabas de poner a tu grupo en una situación riesgosa. Espero que sepas lo que haces.

Al terminar de hablar, con rapidez volvió a colocar la venda en los ojos de la chica.

 -¡Alex!- gritó. Los pasos del hombre se escuchaban venir. Lo único que podía sentir Clementine era que la estaban cargando.

Trataba de zafarse pero después de unos pocos segundos se dio cuenta de que seria en vano, o bien se caería o la volverían a tomar, con la venda en los ojos no podía hacer mucho. 

El sonido de una puerta abriéndose retumbó  en sus oídos, seguido sintió un inmenso dolor al impactar su espalda contra el frió piso.

Luego, volvió a escuchar el mismo sonido de la puerta, esta vez cerrándose.

No lo veía, pero sentía una negrura aun mayor. 



CLEMENTINE | Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora