Capítulo 35

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Clementine dio varios golpes en la puerta esperando a que algún caminante saliera. Nada. Volvió a intentarlo y en efecto había caminantes, eran varios pero la chica sabía que podía con ellos. Rápidamente corrió hacia una meseta y se puso tras ella como un fuerte. A medida de que los caminantes se acercaban le disparaba con las flechas dándole a todos en la cabeza.

Cuando el área estuvo despejada recogió las flechas del cráneo de los caminantes y siguió buscando a Gabriel. No tenía idea de donde se había metido y pensó que probablemente esté muerto pero, no había escuchado ningún grito de su parte por lo que siguió buscando.

Estar en ese lugar era aterrador para una niña de trece años, hasta para un adulto. Los caminantes por ser una escuela en su mayoría eran niños. Niños convertidos que no lo lograron. Clementine alejó esos pensamientos de su cabeza cuando escuchó pisadas del otro lado de la puerta que tenía al lado. La puerta daba al salón de matemáticas.-<<perfecto.>>-pensó con sarcasmo. Nunca le fue bien en esa materia.

Fue acercándose con cuidado y abrió la puerta. De pronto, ante ella estaba Gabriel tratando de escapar de unos cuantos caminantes. No se había percatado de su presencia y ella no se había percatado de la de los caminantes. Aparte de los que iban tras Cabriel como una docena más se dirigía justo hacia ella. El lugar estaba repleto.

Fue clavando la navaja en los cráneos de los caminantes que más tenía cerca pero sabía que esta ves no podría con todos. Fue moviéndose a paso lento por el borde de las paredes intentando alejarse lo más de ellos. Estaba tan concentrada vigilando que no la atacaran que no se dio cuenta cuando se quedó acorralada en una esquina. Los caminantes se acercaban más y ya no tenía por donde ir.

De pronto siente una mano rodeándola por los hombros y otra puesta en su boca. Clementine, ya asustada fue jalada por una puerta de la que no se había percatado que tenía justo al lado y fue llevada hasta dentro de la habitación.

-¡¿Estás loca!?- dijo Carl soltándola. Clementine apenas se recuperaba del susto.

-¿Qué haces aquí? ¿Y Michonne? ¿Judith?- preguntó exaltada.

-Tranquila están en la iglesia. Salí sin que me viera.-dijo aclarándose.

-¿Me seguiste?- le preguntó.

-Sigo esperando las gracias por salvarte, ya estamos a mano.

Clementine rodeó los ojos. Pensó de repente en Gabriel y en si seguiría con vida. Suspiró y se dirigió hasta la puerta.

-Hay que salir de aquí. Ahora que somos dos será fácil matarlos. - tomó el pomo de la puerta pero antes de que pudiera abrirla esta se abrió sola y con ella entraron caminantes. Ni ella ni Carl lo pensaron y salieron corriendo.

Fueron de salón en salón hasta llegar a la bodega de la cafetería, los caminantes seguían tras ellos y conforme avanzaban más por la escuela más grande se hacia el número de caminantes. Cerraron la puerta detrás de ellos y colocaron una mesa frente a esta para ganar más tiempo antes de que lograran entrar.

Fueron tropezando entre hoyas y trastos que hacían lento su escape. Siguieron hasta llegar con la puerta de salida de la cafetería pero antes de tan siquiera tratar de abrirla pararon en seco cuando ruidos y golpes se escucharon del otro lado de la puerta. Miraron hacia atrás y por supuesto que por ahí no podían volver. Se miraron tratando de buscar ayuda el uno al otro.

Carl miró hacia todos lados. Desesperado. No quería morir, ni quería que Clem lo hiciera. De pronto un rayo de esperanza cruzó por sus ojos cuando vio otra puerta del otro lado de la habitación. Tomó a Clementine del brazo y la guió hasta la puerta.

Al llegar ésta no abría. Entre los dos buscaron algo para abrirla. Los golpes en ambas puertas los preocupaba cada ves más, pronto no tardaron en entrar. Sólo fue una puerta pero eran caminantes de todas formas. Carl comenzó a dispararles con la pistola y Clementine con el arco. Eran demasiados.

La última flecha que Clementine tenía dio en la cabeza de una mujer. Tomó su navaja y comenzó a clavarla en los demás que quedaban que por suerte eran ya pocos. Carl estaba al otro lado de la habitación haciendo lo mismo que ella.

Clementine sintió gruñidos detrás de ella, cuando se giró el caminante ya estaba muy cerca. Como pudo clavó la navaja justo a tiempo antes de que la mordiera. La navaja se quedó pegada a la cabeza. La chica la tomó con sus dos manos y jaló hasta que logró salir haciendo que se impulsara hacia atrás.

Un grito ahogado salió de su boca al sentir un inmenso dolor en la parte interior de su estómago. Miró a su costado y el caminante ya estaba encima de ella, rápidamente clavó la navaja.

Respiraba con mucho trabajo. Tocó la herida y en efecto salía sangre, mucha sangre. Su mano temblaba y no quería creer que pudiera ser cierto.

-Carl...

CLEMENTINE | Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora