» CAPITULO DIECISIETE

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[arreglado]


¿Alguna vez han escuchado qué las personas en coma escuchan a su alrededor?

Pues yo podía confirmarlo y reafirmarlo con seguridad.

Su voz era la única que calmaba mi ansiedad día tras día. Cuando me cantaba era como un dardo adormecedor. Sentía mis sentidos vibrar por la sensación de su voz dentro de mi cabeza.

Pero después, dejaba de escucharla. Y volvía al inicio otra vez.

Mi triste soledad sin ruido.

Una vez escuché a la doctora decirle que estaba bien hablar con las personas en coma. Desde entonces Natsu me hablaba sobre las millones de cosas que hacía en su día.

Sabía que todas eran mentira.

Sabía que, a excepción de su hermana menor, que no he podido ver aún, no salía del hospital ni mucho menos de este cuarto.

Su hermana lo sacaba a comer con súplicas y lo encerraba en el baño para que tomara un baño largo.

Me sentía basura. Si se me permitiera llorar y pedir disculpas, lo haría, pero no podía. Estoy completamente muda e inmóvil en una cama.

Le estaba destruyendo la vida.

No puedo sentir nada, oler nada, solo escuchar. Sé que puedo respirar con facilidad, lo cual es un buen avance.

Cuando llegue al hospital, lo primero que revisaron, fue el cerebro. Al final el problema estaba en el cerebro y claramente, el especialista actuó rápido.

Estaba fastidiada, de estar en esta cama y en este hospital.

No sé cuantos meses pasaron, no se ni siquiera si pasaron meses o semanas. Solo se una sola cosa: las personas están sufriendo, las escucho, lloran para mí. Y odiaba la simple sensación de no poder hacer nada.

Un día de los tantos que han pasado para mi, escuche la voz de la hermana de Natsu. Había traído flores, me hubiera gustado verlas o incluso olerlas.

Ese día también tuvo uña pequeña discusión con su hermano sobre la comida y lo corrió de la habitación para que comiera.

Cuando despertara, le daría las gracias a la hermana menor de Natsu, Wendy.

Y luego, volví a caer.

Jamás había escuchado a Wendy llorar tan fuerte en todo el tiempo que estuve en el hospital. Pero ese día, justo cuando nadie la estaba acompañando, la escuche llorar con fuerza.

Pude imaginar su cuerpo doblegar en la cama y moverse rudamente contra ella, mi corazón comenzó a dolerme.

Sus llantos insaciables eran acompañados por un tímido «vuelve» desgarrador.

Soy una basura, me repito. Odiaba el hecho de hacer llorar a una pequeña chica.

Escuche como se sonaba la nariz e imagine que se limpiaba el rostro con la manga o con un pañuelo.

— La doctora dijo que era bueno hablar con las personas en estado de coma – me comentó — Se que no nos conocemos y espero con ansias conocerte – me volvió a sonar la nariz con fuerza y supe que lo hacía con la manga de su suéter por la manera en la que sonaba — Puedo empezar diciéndote como soy físicamente. Aún que no sea muy interesante.

Quiero saber.

Respondí mentalmente feliz de que parara de llorar.

— Mi cabello es azul. ¿Puedes imaginarte el mar más allá de las costas? El agua es muy azul, de ese color es mi cabello. Como el océano – se rió un poco por la explicación que dio. Quería reír, ya que era algo raro.

Amor a un escenario; naluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora