21: Oliver Jordan.

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Maratón 2/5.


Oliver Jordan ―leyó Ginny.

―Por Merlín, Lee. Pareces Luna, estás pálido ―gritó Alicia, dándole aire con un cuaderno que consiguió en la mesa.

―Señor Jordan, ¿se siente bien? ―preguntó la señora Pomfrey.

―Sí ―tartamudeó el chico―. Solo lee, Gin.

Hola, pasado. ¿Qué hay? Soy el hijo mayor de Lee Jordan, pero eso es obvio.

―Sí, claro ―dijo Oliver Wood

Es decir, no vendría a hablar un idiota aquí que no tiene que ver ni nada con la generación de papá.

―Como es obvio ―añadió Angelina, queriendo saber del futuro de Lee.

Primero que todo, yo, Oliver Fred.

― ¡Le! ―gritó el pelirrojo, abrazando a su mejor amigo―. No puedo creerlo, eres un sol ―le dijo, mientras lo abrazaba.

―Sí, sí, ya supéralo ―le pidió, entre risas, el moreno.

Quiero dejar en claro varias cosas: 1. SÍ SOY EL HIJO DE LEE JORDAN.

― ¿Qué quiere decir eso? ―preguntó Bill, eso ya lo tenían bastante claro.

Es que desde que tengo memoria las personas me miran con lástima y sacan conclusiones adelantadas sobre que soy adoptado y todo eso.

― ¿Por qué harían eso? ―quiso saber esta vez Katie.

¡Patrañas! Es verdad que no tengo ni un pelo parecido a papá,

Lee encarnó una ceja.

Pero estoy muy seguro de que desde el momento en que están leyendo esto, yo estoy viviendo en los testículos del hombre que ayudó a mi creación.

―Algo que es importante resaltar ―se burló George.

2. Y sí, papá logró enamorar a mamá.

― ¿Qué? ―se exasperó Lee―. ¿Por qué tanta maldita intriga?

¿El por qué de esta aclaración? Pues, mi madre se llama Heidi Klum, es una muggle...

Todos miraron a Lee, unos con asco. Otros con intriga. Y otros con emoción.

Pero no cualquier muggle, es una modelo reconocida mundialmente de nacionalidad alemana.

― ¡¿QUÉ!? ―gritaron todos los hombres de la sala.

Sí, mi padre se casó con una modelo alemana.

―Lee ―comenzó Fred.

―Eres un bastardo afortunado ―le dijo Oliver.

―Maldito suertudo ―siguió Seamus.

― ¿Cómo conseguiste eso? ―preguntó Neville, ya con curiosidad.

―La debes tener muy grande ―gruñó Draco, sin vergüenza alguna.

― ¡Ya basta! ―gritó McGonagall, enfurruñada.

¿Ya procesaron la idea?

―Más o menos ―aceptaron todos los chicos del gran comedor.

Ellos realmente se aman, y mamá adora la magia.

Lee y los adultos presentes sonrieron.

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