Capítulo 22. Señora Iacopetti

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Cora

Miré a la puerta un tanto nerviosa. ¿Y si me saca los ojos? ¿Y si congela mi corazón? ¿Y si me convierte en piedra? Pensándolo mejor, dormiré bajo un puente.

—Vamos, esta fue tu idea, no la nuestra—me empujó Louis a la puerta—toca—la señaló.

Negué.

—Olvídenlo, quizás la familia rata todavía me acepte—dije dándome la vuelta pero Harry y Zayn me detienen.

—¿A dónde crees que vas preciosa?—preguntó Harry—la puerta está de ese lado—le envié una mirada de muerte.

—No me obliguen a hacerlo—supliqué—iré a donde quieren llevarme pero no me hagan pasar por esto—miré a Liam en busca de apoyo.

—Nada pierdes con intentarlo—se encogió de hombros.

—Traidor—murmuré—todos ustedes—me giré en mis talones y toqué el timbre el cual sonó como relámpagos.

Por una extraña razón me dieron ganas de ir al baño.

—¿Qué quieren?—gruñó la voz chillona de la Señora Iacopetti—agh, sabía que olía a problemas.

—También huele a cebolla y a perfume barato—murmuró Louis recibiendo un codazo de Zayn.

—Hola señora Iacopetti—saludó cortés Liam—¿Cómo ha estado?

—¿De verdad le importa?—preguntó levantando una ceja.

—No, la verdad no—negó con una sonrisa—pero a alguien si le importa—me empujó dando un paso hacia adelante donde pude oler su perfume barato de uva.

—Hola—sonreí nerviosa. Ella me miró sin expresión alguna—Quería pedirle un favor.

—La respuesta es no—cerró la puerta en nuestro rostro.

—Pero que anciana tan grosera—dije ofendida.

La puerta volvió a abrirse.

—Estoy en mis 40—tosió Harry—bueno, en mis 45—tosió Niall—está bien, en mis 50—tosieron Liam y Zayn—¡En mis 60! Ya, lo dije—tosió Louis—¡Qué quieren de mí!

—Necesitamos que se quede con Cora por un tiempo—dijo Liam.

—No será por mucho tiempo, además, es una buena chica, hace sus necesidades en el baño, se sienta correctamente, no tiene pulgas...

—No soy un perro Tomlinson—le gruñí.

—Entonces—continuó Harry—¿Qué dice?

—¿La deja quedarse?

—Mire ese rostro adorable—me señaló Niall y yo comencé a pestañear.

—Bueno, si lo ponen así—sonrió con dulzura—no—volvió a cerrar su puerta.

—Genial, ¿ahora qué?—pregunté molesta.

—Todavía queda la otra propuesta en pie—dijo Liam.

Lo pensé por un momento.

—Y esta será tu habitación—abrió una gran puerta color café—ponte cómoda, me llamas cualquier cosa dulzura—asentí y me lancé a la cama.

La señora Iacopetti después de todo me dejó quedarme, digo, claro que tuve que sobornarla un poco pero valió la pena, prefiero quedarme con ella que con un monstruo llamado...

—¿¡Acaso eso es una jirafa!?—chillé cuando estaba en el patio exterior.

Ya entiendo la obsesión que tienen los chicos con los animales salvajes.

Niñera Por ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora