32 - La cena

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Novalee

Terminé de retocar mi maquillaje y alisè mi vestido, retiré la pinza de mi pelo para dejarlo  caer en ondas por mi espalda y forcé una sonrisa.

-  ¡ Muñeca apurate que ya todos llegaron a la cena!  -  gritó Bruno y rodé los ojos.

Hoy no había amanecido de muy buen humor que digamos y sumado a eso, estaban los nervios que sentía una mujer embarazada cuando lo iba a contar a la familia entera del padre. Al menos todos creían que eran novios.

Caminé hacia él, quien a pesar de mi mal humor se había mantenido sonriente, buscando la manera de contagiarmela, pero lo único que eso me provocaba era borrarsela de un puñetazo.

-   Vamos.

Él resopló   -  Muñeca,  ¿Què es lo que te pasa?

-  Nada.

Él rodó los ojos   -   Has pasado todo el día con un humor de perros,  al menos intenta guardartelo para después de la cena.

-   No quiero ir   -   gruñí y me crucé de brazos  como niña pequeña  -   Quiero que nos quedemos aquí y tengamos sexo.

Él rió   -    Puedo darte todo el sexo que quieras y sabes que no necesariamente tenemos que quedarnos en casa.

-  ¿Lo prometes? 

Bruno asintió   -  Te lo prometo muñeca.

Tomó mi mano y la apretó, para conducirme al auto donde mi humor fue cambiando lentamente, sustituyéndose por un hambre atroz.

Mi estómago rugió y Bruno rió, ya estaba acostumbrado a que diera hambre cada dos horas, a este paso, si no me crecía la panza por el embarazo me iba a crecer por comer tanto.

Media hora después, aparcamos afuera de la residencia Salvatore en la que Criss y Quincy nos recibieron en el umbral.

-   ¡Querida!  -  exclamó  mi...¿suegra?  Con amabilidad  y me abrazó, dejando dos besos en mi mejilla para luego ir a  abrazar a su hijo.

-  Hola mi niña  -  me saludó Quincy con un abrazo que devolví con igual cariño  -  Estás hermosa, como siempre.

Reí, con las mejillas ligeramente coloradas   -  Gracias, tú también estás muy guapo.

Sentí una mano delgada posarse en mi hombro  -  Vamos adentro, ya todos nos esperan.


Entramos a la casa, yo iba del brazo de Quincy y Cristina del de Bruno, antes de llegar al living ya podía escuchar la música suave a bajo volumen y los murmullos de los presentes.

Cuando atravesamos la sala, nos convertimos en el centro de atención inmediatamente y para mi desgracia, a la primera que vi, fue a Alexis.

Me fulminó con la mirada y traté con todas mis fuerzas de ignorarla. Sabía que, en mi estado, la más mínima expresión de la chica me haría irritarme y ahora lo último que necesitaba era un escándalo delante de tanta gente.

Aquí  y Ahora (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora