¡Callad!

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Narra Santi

Estábamos en su cocina, en una situación bastante comprometedora, pero no podía parar, necesitaba besarla, tenerla conmigo, necesitaba todo de ella.

Un dulce olor inundó mi nariz.

-Mm... ¿Vainilla?- le susurro en su oreja para a continuación morderla.
-Ajá...- dice mientras se muerde su labio inferior.

Lo que me sorprende es que ella no me haya separado, ni me haya dicho nada, ni siquiera se ha revuelto incómoda, pero no seré yo quien se lo recuerde.

Mas bien, parece que lo este disfrutando, aunque, ¿quien no disfrutaría liarse con un chico, como yo, teniendo pareja?

Ahora tenia otra oportunidad para tenerla conmigo otra vez, para demostrarle todo mi amor hacia ella y conseguir que el suyo crezca por mí.

Solo de recordar como se besa con su novio o si quiera cuando le mira coquetamente, siento como mi pecho me pesa, como si mi corazón se encogiese. Es demasiada tortura.
Tengo que aprovechar los momentos como este para recuperarla y volverla a tener entre mis brazos.

Joder... Parezco maricón.

Vuelvo a la acción, le agarro de su cintura, la levanto y la giro sobre si misma para sentarla en la encimera.
Yo continuo besándola en el cuello mientras ella coloca sus brazos en mi cuello, sus manos en mi nuca despeinándome, y cruza sus piernas en mi espalda para acercarme más a ella.

Mis manos acarician su espalda sobre su camiseta, pero enseguida se colocan bajo ésta y juegan con el enganche de su sujetador.

Yo hago un camino de besos desde su cuello, pasando por su oreja y mejilla, hasta la comisura de labios, los que tanto anhelo besar, pero una voz me impide continuar.

-¡Carolina!¿Que estas haciendo?- dice una voz masculina que viene de la puerta de la cocina.

Mierda, ya estaba a punto, A PUNTO DE BESARLA.

No debería haberme entretenido tanto en su cuello, ni su oreja, ni en su suave piel, ni concentrándome en su dulce olor a vainilla.

Pero soy incapaz de no disfrutar y mimar todo de ella, de su perfección.

Cada zona de su cuerpo me parece maravilloso, sobre todo sus grandes ojos azules, siempre que los miro, me pierdo en ellos...

¿Santi? ¿Te estas escuchando? Pareces una adolescente enamorada- pienso para mi mismo.

Pero no puedo evitarlo, pensar en ella, me hace sacar mi faceta romántica... ¿O cursi?

-Mierda...- le escucho susurrar a Carolina.
-¿Que quieres Mike?- le pregunto alejándome de Carolina para dejarla bajar de la encimera.
-¿Que, que quiero? Pues para empezar, quiero que mi amiga no se deje llevar por unos besos que no son de su novio- dice el chico, con el ceño fruncido y señalándome, regañando a Carolina.
-Yo no... No se que ha pasado... Yo...- balbucea la castaña nerviosa, posando las yemas de sus dedos en sus sienes y mirando a Mike.
-Tu has estado a punto de acostarte con él- dice este, aun señalándome con una mirada severa hacia Carolina.
-¿Acostarnos? Ojalá, solo nos estábamos besando, mejor dicho, yo la estaba besando a ella- digo riendo con las manos en mi tripa.
-No, mentira, ni si quiera he rozado sus labios, porque has aparecido- digo cambiando radicalmente mi expresión de una divertida a una severa y de reproche.

El solo me mira mal, pero hay algo mas en sus ojos que no podría definir. No solo me mira con enfado, le vuelvo a mirar pero ha tornado seria su expresión.
-Pero la culpa no es tuya Carolina, sino de este primate que sólo piensa con el cerebro que tiene entre sus piernas- me dice su amigo con una expresión de superioridad y acercándose a Carolina chocando antes su hombro contra el mío.

Diario de una (no tan) preadolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora