HISTORIAS EXTRAÑAS

LA CARTA

El extraño olor de la tierra y el fuerte dolor de mi cuerpo, hicieron que reaccione en medio de aquel solitario lugar, las nubes hacía que la luz de la luna sea entrecortada, limitándose así mi visibilidad del lugar aunque eso no impedía que viera las sombras que hacías las múltiples cruces clavada en la tierra. El fuerte viento golpeaba mi rostro con violencia obligándome a sacar una cajetilla de cigarrillos de uno de mis bolsillos, luego de encender uno de ellos cogí la botella de ron casi llena y empecé a caminar sin rumbo exacto mientras bebía un sorbo cada determinado tiempo.

Ya con la botella a menos de la mitad y con el resplandor de la luna en su totalidad, ya que las nubes se habían retirado por las fuertes corrientes de viento; ya sin cigarrillos la luna me mostró un extraño camino, que cruzaba aquel gran cementerio, era algo extenso ya que luego de caminar casi una hora no pude llegar a borde de lugar, al menos este camino me llevaría a algún lugar. El polvo que levantaba mis pies al ser arrastrados por la tierra eran algo notorias, aunque ya no importaba ya estaba muy cansado, no tenía más cigarrillos y la botella está totalmente vacía.

El cansancio era notorio a cada instante pero a pesar de eso, tenía que seguir —¿joven lo llevó? — dijo cortésmente un señor, mientras estacionaba su auto a mi costado.
Algo en mi interior se alarmó, mire con cuidado el auto tratando de buscar algo sospechosos pero no lo encontré, aunque el auto esta bien conservado para ser tan antiguo — Bueno gracias — respondí sin preguntar precio ni otro tipo de consulta, la idea del riesgo era elevado ya que podría tratarse de algún ladrón o un asesino, así que trate de estar atento en todo momento.
— Y joven ¿usted que hace por un lugar como este?
Lo mire cuidadosamente —eso también me gustaría saber a mí.
—¿Como así?
—No sé, cómo llegué a este lugar para ser sincero.
—¿Algo debe recordar usted?
—La verdad, es que aun estoy muy confundido — respondí, mientras buscaba mis bolsillos por algo de efectivo, cosa que no encontré por ningún lado, aunque mi perseverancia encontró mi celular; la pregunta sería es que si me lo aceptaría en forma de pago.
Al alzar la mirada pude ver, como aquel señor me miraba por el retrovisor — joven ¿se molestaría si pongo algo de música?
Sin pensarlo respondí —si, claro no hay problema — mientras mi mente vagaba en las ideas de cómo convencer al taxista para que acepte mi celular en forma de pago.
Viejas canciones inundaron el auto —¿se encuentra bien? Lo estoy viendo algo pálido — dijo el extraño señor sonriente mientras sintonizaba bien la frecuencia de donde provenía esa música.
Luego de tomar una gran cantidad de aire — lo que pasa es que no tengo dinero, pero, puedo darle mi celular en forma de pago por el servicio — dije mientras sacaba mi equipo móvil.
— No se preocupe joven, no tenía intenciones de cobrarle. Al contrario quería que usted me haga un favor.
—Si esta a mi alcancé, lo haré.
Luego de mirarme unos segundos — Sólo quiero que entregue esto, a esta dirección — dijo mientras me entregaba una carta.
Luego de mirarla atentamente, suspire y la guarde —Es lo mínimo que puedo hacer.
—Si, es lo mínimo que puedes hacer — dijo mientras miraba el camino, y yo poco a poco me quedaba dormido.

La fuerte luz del nuevo día golpeó mi rostro haciendo que me despierte, a pesar que la cabeza me dolía pude ver como las camas blancas eran separadas por cortinas delgadas, las paredes eran de color crema y un extraño pero fuerte olor invadía el lugar —doctor, ya despertó — dijo una joven vestida de blanco.
—¿que paso?
— Eso es lo que queríamos preguntarle a usted — dijo un tipo de lentes delgado y vestido de blanco así como chica.
Luego de algunas preguntas de rutina me dieron mis cosas, y entre ellas estaba esa carta —¿disculpe y el señor que me trajo?
—Nadie lo trajo, lo un patrullero lo encontró en un parque cercano en un charco de sangre ¿de verdad no recuerda nada?
Luego de mirar la carta la mire —No recuerdo, nada — respondí mientras me realizaban los últimos exámenes antes de darme de alta.

Mientras iba hacia mi departamento, fragmentos de recuerdos recorrieron mi cabeza en ellos estaba en una camioneta con mis amigos tomando ron combinado con algún refresco. Al llegar tome una ducha cogí el sobre y me dirigí hacia donde indicaba la dirección del sobre; luego de recorrer un buen tramo en moto llegue a una pequeña casa que está cercado por latas oxidadas y a través de estas pude ver un viejo auto similar como el que me recogió ayer.

Luego de golpear insistentemente aquella lata que parecía ser algún tipo de puerta —¿puedo ayudarle en algo? — dijo una mujer ya entrada en edad acompañado de dos jóvenes escolares.
—disculpen, estoy buscando la señora Adriana — pregunté cuidadosamente..
—Si, soy yo — respondió de forma arisca —que quiere.
—Es que sólo vine a dejar esta carta —respondí, en forma defensiva.
—¿Quien la envía?
—Seguro es otro banco que quiere quitarnos lo que nos queda — dijo uno de los jóvenes.
— Yo no soy del banco — dije en mi defensa —solo prometí que entregaría esta carta a alguien que me hizo un favor.
Luego de mirarme extrañamente cogió el sobre y al leer el nombre del remitente se tapó la boca —¿que paso mamá? —preguntó el otro joven que la acompañaba.
—Es el nombre de tu padre.
—¿Pero como? Si el murió hace años —dijo el otro, antes que las preguntas continúen, subí a mi moto y me fui.

La situación más rara había ocurrido, y no sólo eso, tenía recuerdo vagos donde estaba libando en la camioneta de uno de mis amigos los cuales llamé insistentemente pero hasta ahora nadie me contestaba. Al llegar a un semáforo en rojo me estacione cerca de un puesto de periódico al voltear pude ver los titulares, “LAS PISTAS SE MANCHAN DE SANGRE, un grupo de jóvenes mueren al caer a un abismo” al ver las fotos pude reconocer la camioneta y también recordé que también estaba en ella con mis amigos, hasta que aparecí en aquel extraño lugar donde camine por horas hasta que aquel taxista me encontró y me entregó la carta.