Cuando la esperanza está a punto de desvanecerse, los milagros suceden. Para Yuu, un milagro fue volver a ver con vida a su amigo de la infancia, aquél con quien soñó todas las noches deseando poder vengarlo, poder rescatarlo de las garras de aquellos que lo alejaron de su vida.
Desde ese día, pasaron muchas cosas; se volvieron a separar, y se reencontraron en un momento decisivo en la vida de Mikaela. Él, entonces vampiro incompleto, necesitaba beber sangre humana con más ansia y desesperación que cualquier otro ser de su raza. Pero la solución no fue fácil, y debió despedirse de lo que alguna vez evidenció su humanidad: sus ojos celestes, color del cielo despejado.
Todo rastro de humanidad quedaría olvidado, y ahora los años no pasarían para él, condenado a no envejecer, a no morir (pero tampoco a vivir).
Pero aquello no importó para Yuichiro. No importó porque no se comparaba al dolor que le provocó verlo sufrir de esa manera. Y si tanto le dolía, pensó que entonces estaría bien que tomara de su sangre. Fue luego de una gran insistencia y un llanto con sabor a impotencia que aquello sucedió, con lágrimas de culpa deslizándose sobre las mejillas del rubio, bañando sus ojos que lentamente tomaron el tono carmesí de la sangre que entraba a su ser.
Los días pasaron. Aquella misión en Nagoya terminó con ambos bandos prometiendo con rabia el regresar para acabar con los otros. Vampiros y humanos se habían vuelto igual de poderosos, igual de codiciosos; debían ser más fuertes aún.
Guren aceptó la idea de que Mika fuese a vivir con ellos, con una sonrisa que al rubio nada le gustó. Él no tenía problema alguno en ayudar, sabía muy bien que los humanos lo iban a usar. El verdadero problema era que, a fin de estar con Yuu, debía codearse con todos esos falsos, con todos esos asquerosos hipócritas.
Ahora debía pretender, debía creer en las palabras del morocho cuando le decía que eran gente de fiar, ¿pero cómo? Si era por ellos que sus vidas estaban malditas.
Cuando llegaron a casa, Yuu le hizo un tour por todo el edificio con una enorme sonrisa y un brillo resplandeciente en su mirar. ¡Mika estaba por fin junto a él! Y no podía creerlo.
Los primeros días no pudo ni dormir, porque prefería escaparse a la recamara que se le había asignado a su amigo —a pesar de que no durmiera—, y desvelarse, hablando con él toda la noche sobre cualquier tontería.
A Mika le molestó al principio que Yuu no le quisiera escuchar, que no quisiera aceptar la verdad detrás de su nueva "familia". Pero fue su sonrisa boba y la ilusión en sus ojos lo que le hizo callar, y le hizo pensar que le alegraba un poco la existencia el verle tan feliz. Tan feliz por tenerlo con él.
Al día siguiente de su llegada, se le fue entregado un traje negro, una camisa blanca y un par de botas parecidas a las que usaba el ejército como parte de su uniforme. Por primera vez, luego de años, dejó de usar su uniforme blanco por lo que, al mirarse en el espejo, sintió evidente el comienzo de una nueva etapa en su vida. Y fue extraño para él, para él que vivió largos años en la ciudad subterránea, convenciéndose de que Yuu estaba allí afuera esperando por él.
Ahora estaban juntos, había vuelto a él; la única razón por la cual seguía vivo.
Al mirar hacia atrás pudo ver al morocho sentado en el borde de la cama con una expresión incomparable.
— El negro se ve tan raro en ti —dijo mirándolo atentamente—, resalta tu palidez.
— ¿Eso es bueno? —preguntó el mayor, arreglándose el cuello.
— Sólo es raro porque siempre vistes de blanco. De todas maneras —continuó levantándose—, ya debemos ir. ¡Será genial!, te presentaré a cada uno de ellos y luego comenzaremos con el entrenamiento. ¡No puede ser! Será una locura entrenar junto a ti. ¿Estás preparado para todo lo que vamos a vivir juntos? —le preguntó, desbordando emoción hasta por los ojos.
Mika se rió ante esa actitud y asintió con una pequeña sonrisa en los labios.
— Lo estoy, Yuu-chan.
En realidad, no. No estaba preparado, ni siquiera sabía qué podría resultar de todo eso, qué podía esperar de los humanos a su alrededor. Pero cómo podría decirle que no, si Yuichiro se veía tan alegre por ello.
Yuu lo llevó hacia el salón principal en donde se encontró con el equipo de Shinoa. Se presentaron cortésmente, sin interrupciones ni el apuro de un ataque inminente, estrechando manos al tiempo en que Mikaela aprovechaba para examinarlos de arriba a abajo.
Supo que sería difícil adaptarse a ellos, pero su alma con ilusión se reconfortaba de sólo pensar que un día ese momento llegaría. Tan sólo debía esperar hasta el día en que por fin Yuichiro le dijera:
"Sí, Mika. Huiré contigo".
ESTÁS LEYENDO
La única esperanza. [MikaYuu]
FanfictionMikaela Hyakuya sólo tiene un objetivo: llegar al día en que Yuichiro acepte escapar con él, pero por cómo pintan las cosas sabe que para ello pasará un largo tiempo. Luego de por fin reunirse definitivamente, brotarán problemas que tendrán un tono...