Capítulo 2: Hay cosas que nunca cambiarán.

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"¿Es amor de hermanos?"

Ésta era la pregunta que Mika se hacía cada noche, mientras todos dormían. Pero..., ¿por qué comenzó a preguntárselo tan de repente? De pronto, algo en su interior se sintió diferente, y es que lo que sentía por Yuu no coincidía con lo que quería creer de él. 

Siempre pensó de su amigo como su razón de vivir, la única persona que valía la pena en aquél devastado mundo, pero una cosa era cierta: Mikaela lo idealizaba, y mucho. Quizás Yuichiro, el verdadero y sin filtros, era bueno, pero nunca tan bueno como Mika lo proyectaba en su corazón.

Para el rubio, éste era intocable, intachable y todo lo que empezara con in. ¿Insultable, quizás? Pero, detrás de todo éste pensamiento casi fanático, había una justificada causa: aquellos cuatro años viviendo con quienes más odiaba, le provocaron ganas tremendas de volverle a ver. Ahora que estaba allí junto a él, se produjo un obvio apego entre ambos.

Sin embargo, y a pesar de sus justificaciones, la pregunta rondaba en su cabeza como mosquito de verano. No era normal lo que le hacía sentir, a él, un ser muerto que se suponía no debía tener sentimientos. Sus emociones tenían fecha de vencimiento y, aún así, su afecto no hacía más que agrandarse en su pecho sin vida.

Simplemente no podía verlo sin querer, de inmediato, ir a su lado. Era automático, algo necesario para él; para sentirse bien.

"Es porque no me llevo con los demás", se excusaba en su mente. Pero..., ¿acaso era ese el real motivo?

— Mikaela, hay que admitir que nos las has puesto más difícil de lo que nos esperábamos— dijo Guren mirando por la ventana.

Lo había invitado a su oficina con la intención de hablar acerca de cómo serían los siguientes entrenamientos, pero las cosas resultaron un poco diferentes.

— Creí que querrías un nivel alto para tus soldados —le contestó.

Durante toda esa semana estuvo haciéndole la vida miserable a los sujetos del ejército. No permitiría que lo subestimaran, menos unos humanos tan patéticos como ellos.

El mayor le miró con odio y sonrió para sí.

— Demasiado arrogante para tener dieciséis, aunque claro, era de suponérselo —Se dio vuelta y caminó hasta quedar frente al otro que lo miraba sin expresión alguna—. No creas que confío en ti.

— ¿Qué te hace pensar que yo confío en ustedes? —respondió incorporándose de su asiento—. Sé muy bien lo que tienen en mente y de cómo son capaces de sacrificar a los suyos por avaricia. Luego dicen que yo soy el arrogante.

Guren le dedicó una pequeña y sarcástica sonrisa.

— Qué vas a saber. De todas maneras, lo poco que sabes lo sabes por los nobles que por lo que veo te han convencido de que nosotros somos el enemigo, ¿no es así? Pobre niño —suspiró en pura actuación—. Obligado a estar aquí para comprobar tus sospechas.

— Sólo estoy aquí por Yuu-chan —se limitó a responder, pero esto pareció divertirle al mayor.

— Como un perro faldero —agregó, para luego volver cerca de aquella ventana. El rubio frunció el entrecejo—. ¿Qué pasa, Mikaela? ¿Acaso no puedes hacer algo sin él? He escuchado por ahí que insistes con la idea de que escapen pero, claramente, él no está interesado. Ya deja de humillarte a ti mismo; Yuichiro nos tiene a nosotros y somos su nueva familia. Además tú —continuó esta vez mirándole a los ojos— eres un vampiro.

Eso fue suficiente para él; Mika se le acercó en menos de un segundo y le tomó de cuello para aprisionarlo contra la pared más cercana. Con bronca brotando de sus ojos, apretó el agarre de una manera dolorosa, logrando que el Teniente Coronel se aferrara a su brazo.

La única esperanza. [MikaYuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora