Capítulo 10: Amor, lo nuestro es inefable.

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Ser novios se sentía como un sueño. Jamás había visto a Yuu de esa manera y viceversa. De hecho, existe una frase que dice: "Cuando una persona se enamora, resplandece". Y vaya que era cierto.

Un aura risueña los cubría de pies a cabeza, rodeándolos con gracia y demostrándole al mundo que ellos tenían el alma joven, desbordante de vitalidad a pesar de todas las catástrofes que habían visto sus ojos. Después de todo, ellos eran un par de adolescentes, por más que se escondieran detrás de unos respetables uniformes y blandieran grandes y peligrosas armas.

Y..., como adolescentes que eran, viviendo en el alba de la vida, hacían sus tonterías.

- No me creo que en serio hayamos espiado a Guren toda la mañana.

Mikaela, al haber despejado de su mente el problema de qué hacer respecto a sus sentimientos, recuperaba el tiempo para preocuparse sobre los humanos que los rodeaban, como Guren o Shinya... o GUREN.

Dios, ese hombre le transmitía una mala espina impresionante. Sabía que había algo mal en él, así que esa mañana decidió seguirlo sigilosamente por todos lados, pero quien no era sigiloso en lo absoluto era su compinche y querido Yuichiro.

— Yuu-chan, sé que no quieres creerme, pero esto es de verdad. Lo que he visto es verdad. Todos los experimento que han hecho con...

— Mika, ya lo sé —le interrumpió desde el suelo—, pero el hecho de que Guren haya salido mil veces del baño no significa que..., no lo sé, ¡tenga un demonio que lo controla incluso cuando no quiere! —pronunció ésta última frase en un tono más espeluznante—. Nos dijo que estaba estreñido o algo parecido. Incluso parecía que estaba muriendo.

— Los humanos son maestros del engaño. —Yuu blanqueó los ojos. Ahí venía de nuevo el discurso—. Tenemos que seguir con esto si queremos conseguir información, lograr escabullirnos entre los de alto mando.

— ¿Los Hiragi? —Mikaela asintió—. Como quieras, mientras no nos maten. —Le lanzó una mirada divertida y se acostó totalmente en el piso—. ¿Me quieres ayudar?

— Claro —dijo el rubio, levantándose de la cama y bajando hasta su altura.

Yuu tenía la costumbre de, al menos tres veces a la semana, hacer ejercicios por su cuenta; espinales, abdominales, saltar la cuerda una cantidad incontable de veces o simplemente ejercitar con las mancuerdas. Ésta vez decidió comenzar con lo segundo, con la ayudita de su novio que sostenía sus pies para no perder la posición.

— Debes relajarte un poco —dijo ya comenzando—. Entiendo que te preocupes por todo esto del serafín, pero siempre andas alerta. No es como si de repente alguien apareciera volando para darnos una patada.

— Lo sé, lo sé.

El morocho continuó con ello en silencio, subiendo y bajando sin quitar la vista de Mika que también le miraba.

Realmente pensaba que si él continuaba de esa forma, siempre sospechando de todos, jamás lograría vivir en paz. No todos eran malos. La vida no se basaba solamente en el blanco y el negro. Debía enseñarle que también existían colores en medio de estos.

Yuu se detuvo enfrente del otro con una expresión pensativa.

— ¿Por casualidad contaste cuántos llevo?

— Umh..., no. ¿Veinte, quizás?

— Nah, más de veinte —Y volvió hacia el suelo—. ¿Ves lo que haces? Me distraes. Deberías dejar de ser tan guapo, en serio. No puedes andar suelto de esa manera —comenzó a decir en tono enfadado. Había descubierto que le encantaba molestarlo con eso, pues Mika no se creía precisamente lindo. Aunque lo era, y demasiado. Cualquiera con ojos lo creería.

La única esperanza. [MikaYuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora