Capítulo 14: La motivación de vivir.

2.1K 153 135
                                    

Quisiera hacer de este calor que no me pertenece, mío para el resto de mi vida. 

Ojalá no sea la última vez que pueda tenerte entre mis brazos. Ojalá el destino finalmente haya decidido tener piedad de mi alma y no sentenciarla a más infelicidad.

Las cosas no están destinadas a durar para siempre, pero dime ¿por qué he sido condenado a la inmortalidad? Tal vez la idea no me guste ahora, pero juro, te juro por todo lo que soy que usaré este don maldito para recordarte ante las generaciones que habrán en el futuro. Les contaré sobre aquel muchacho que fue mi única esperanza, aquél que me hizo nunca dejar de creer.

Si las cosas no están destinadas a durar para siempre..., ¿tiene sentido alguno que viva para siempre amándote?

Al igual que cada día, el sol volvía a alzarse en el cielo. Todo parecía igual que ayer; los pájaros cantaban la misma canción, pero allí dentro de aquella habitación había algo diferente.

Mikaela observaba a su novio dormir profundamente con una expresión amena y muy tranquila. Sutil, tocó su brazo desnudo, y confirmó lo frío que se encontraba a pesar de ya estar a finales de junio. Y con el mismo cuidado, subió la sábana que apenas tapaba sus partes bajas hasta cubrirle los hombros.

Le había prometido a Yuu que no lo miraría tanto mientras durmiera, pero cada vez era más irresistible hacerlo. Recostado, los ojos carmesíes que se asomaban por detrás de las mantas se dedicaba a contemplar lo tersa que se veía la piel morena de Yuichiro. Su mirada chocaba con cada rincón, y se escabullía por sobre el cuello, apreciando aquél lado que nunca había sido profanado por sus colmillos.

De pronto, el menor dejó ir un quejido mientras se removía en el lugar, y volteó la cara hasta donde él estaba. Entreabrió los ojos con somnolencia, y en cuanto pudo ver con más claridad, sonrió al encontrarse con el rubio.

— Hola, Mika... —musitó con pereza y en un bostezo se llevó las manos a la cara para frotarse los ojos.

— Buenos días, Yuu-chan.

— Veo que estuviste acosándome visualmente —dijo en modo de broma provocándole una risa.

— Perdón, no puedo evitarlo...

Yuichiro sonrió enternecido, estirando el brazo para tomar su mano.

— Está bien... ¿Tú cómo estás?, ¿no te duele nada?

— No realmente. Estoy fresco como lechuga —dijo y Yuu soltó una risa.

— Waoh, que poeta.

Mika se rió. Internamente agradecía a su condición vampírica que quizás le había desvanecido cualquier dolor, aunque no creía que le hubiera quedado doliendo... O no tanto, al menos.

— Me parece muy loco que en serio lo... hayamos hecho. ¿Te das cuenta de eso, Mika? —preguntó con ilusión en sus ojos—. En ningún momento hubiera imaginado que a esta ed-¡AH! —gritó apenas trató de moverse y cayó de cara contra la colcha, sosteniéndose las caderas con ambas manos.

— ¿¡Yuu!?

— ¿Por qué diablos me duelen las jodidas caderas? ¡no tiene sentido, se supone que a ti te tendrían que doler! —comenzó a decir realmente alto, aunque su voz salía a medias al estar su boca contra la cama.

— ¡No lo sé, no es mi culpa!

— Sí, sí lo es —dijo está vez con el rostro liberado.

Lento, volvió a la posición en la que anteriormente estaba con una expresión que hizo reír a Mikaela entre dientes.

La única esperanza. [MikaYuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora