Capítulo 23

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Jorge mira fijamente al dibujo señalado por Elizabeth; con un nudo en la garganta al sentir cada vez más lejos a Silvia, después de leer su respuesta a lo que le envío.

Elizabeth no deja de ser inquisitiva en su mirada y apenas logra salir de su leve estado de trance intentando buscarle una lógica inexistente al motivo por el cual Jorge dibujó a Silvia.

En un soplido lleno de frustración, él toma su libreta.

- ¿Puedes ser discreta con esto?

- Dime... o sea ¿por qué dibujaste a Silvia?

- Porque no sé, me inspiré... ¡Carajo! no tiene caso que lo niegue, si la dibujé es porque me gusta... porque la amo.

Elizabeth abre ligeramente su boca con asombro y se sienta suavemente en una de las sillas playeras. Titubeante por la impresión, trata de satisfacer su evidente curiosidad.

- Pero... ¿Cómo, ella no vive en el extranjero?

Se suelta a reír algo incrédula, pensando que Jorge le está jugando una broma.

- Casi te creí... digo tú tienes o tenías, lo que sea, a una prometida que obvio no es ella.

Jorge toma su móvil y busca el contacto de Silvia para marcarle, evitando cualquier contacto visual con Elizabeth.

- Es cierto, ella vivía en el extranjero... pero volvió y fue lo mejor que pudo hacer, me di cuenta que llevo amándola más tiempo de lo que tú crees.

Elizabeth lo mira incrédula, absorta y hasta con cierta malicia hacia la libreta al recordar a Silvia.

- ¡Vaya sorpresa! aún no puedo pasar bien noticia...

- Eli... sólo te pido discreción con esa información, y si me disculpas... ya vuelvo.

Jorge camina apresurado hacia la terraza, sin importarle lo desatento que pudo mostrarse con Elizabeth.

- Anda a divertirte con los demás mientras.

Asegurándose de estar a solas, llega a la terraza de la cabaña; donde hay un jacuzzi logrando tener un poco de privacidad, lejos del resto de sus amistades y sin aguantar las miradas acusadoras de Elizabeth... comienza a marcarle a Silvia.

- Vamos, Silv... contestame.

Un repique se prolonga a tres más, intentando contactarla sin mucho éxito, hasta que... una pequeña sonrisa con cierto alivio, se le dibuja en las mejillas; tornándose amarga al instante de sólo escuchar: «Hola, ¿qué tal?... en éste momento estoy ocupada, por favor deja tu mensaje».

-¡Carajo! no me contestaras, te conozco, porque te pareces a mí...

Jorge resopla molesto por el torbellino de emociones que siente, entre ellos, frustración consigo mismo al dejarse dominar por sus celos y orgullo... su mente le juega una mala pasada, pues la voz tenue y suplicante de Silvia aparece para abrumarlo más.

«NO, NO... no me cierres por favor, juro que te necesito».

Puede sentir una ligera presión en su pecho, ahogándolo, producto de la culpa o remordimiento.

- "Juro que te necesito"... ¿Cómo pudiste seguir siendo un patán, después de escuchar algo así de ella?

Con una sensación de nervios en su estómago se sienta en unas escaleras cercanas, con vista al mar y desde lejos visualiza la diversión en los rostros de sus amigos; que él no puede imitar, al sentirse atrapado en la incertidumbre por saber la reacción de Silvia al leer la dedicatoria que le escribió.

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