4.

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Sept.

Corrí, corrí, corrí.
Solo, y nadie me tomó de la mano.

Michael estaba en todas partes, y era horrible. No quería estar con él. No quería verlo ni oírlo y que las paredes me hablaran de él.

Pero, entre más lo evitaba, parecía que hasta el maldito viento susurraba su nombre y el cristal de mi ventana emanaba su recuerdo.

Me sentía enfermo, enfermo de su nombre, de él, de lo que hizo, de sus disculpas. No sabía cómo explicarlo pero no quería nada relacionado con él. Pero, ¿cómo hago eso sí parece que vive bajo mi piel?

Estar conectado con alguien puede ser una bendición o la mayor condena. Y hay sólo una fina línea entre una o otra; la fina línea del encadenamiento.

Por supuesto, estar conectado con alguien no es lo mismo que estar encadenado a alguien; así como no es lo mismo estar conectado a alguien que encadenado con alguien.

Lo que quiero decir es que estoy solo y que Michael y yo pensamos en el mismo sitio para estar solos.

Excepto que no estamos solos; estábamos conectados con el otro pero a veces parecía que yo estaba encadenado a él.

Pensé—un muy estúpido acto—que sería buena idea venir al lago y tal vez mirar lo tranquila que estaba el agua desde acá arriba y envidiar un poco su calma.

Tal vez dormir aquí, pasar un poco de frío para sentirme más tonto; y mirar la luna en un movimiento idiota de pensar que él también lo hacía.

Pero ahora quería irme corriendo antes de que notara mi presencia.

Estaba sentado en una roca que yo jamás había notado, y tenía un suéter nuevo porque las noches de septiembre solían ser frías.

Tal vez yo debería comprar un suéter nuevo también, y usar un calentador eléctrico para olvidarme de lo mucho que le quiero y concentrarme en lo mucho que lo odio.

Sólo dudé un poco entre quedarme o irme. Pero tenía muchísimas menos razones para correr a sus brazos que para la otra dirección.

Me di la vuelta, y por la maldición de las conexiones y las cadenas, él también lo hizo.

Seguí caminando como si no me importase nada y—por la maldición otra vez—a él también le importó nada.

—¿Eres tú, Luke? —¿Yo? Yo ni siquiera me conozco a mí mismo. ¿Pero él? Sí era él.

Quise gritarle que no, que no era yo, que era Dallas desde la tumba o nunca muerto, qué sé yo.

Pero seguí caminando hasta que Michael se hizo más rápido.

—Luke, sé que eres tú. —Jadeó por el trote anterior, tomándome del hombro.

Gire la cabeza sin darme la vuelta totalmente. Se había teñido—probablemente él solo—de negro. Su cabello estaba tan parecido a la noche que su piel hacía contraste, luciendo más brillante.

Hice contacto visual, había crecido unos centímetros pero sus ojos seguían igual de verdes y brillantes.

Apreté los dientes, conteniéndome de gritarle algo o sólo gritar. Descargarme otra vez como si todo siguiera tan fresco. Y es que lo hacía; ahí estaba yo parado frente al cuarto y la lista y él intentando explicarlo con la arena resbalándosele de sus dedos.

Patético.

—Si sabes que soy yo, ¿por qué estás hablándome? —Me observó confundido, como si todo lo que había dicho tu tuviera una pizca de sentido.

I'm Not Okay::mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora