Londres, 22 Junio de 1799

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Era una tarde de verano maravillosa, el sol pegaba en el jardín entregando sus rayos al mundo. Las flores se veían hermosas en esa época del año, y el suave viento que corría movía apaciblemente el vestido verde claro de Almerind Hastings.
- ¿Qué haces aquí Alm? -preguntó Bright al tiempo que se sentaba a su lado.
- Sólo admiro el jardín, ¿no te parece que es hermoso? -dijo, mientras observaba una delicada flor blanca, parecía de seda
- Sí que lo es, Alm.
Ambos miraron el paisaje largo rato sin pronunciar palabra, era cierto que los jardines ingleses eran de los más atractivos del mundo, más aún el de la imponente casa de la familia Hastings, una casa enorme sin duda. Pero es que con seis hijos no podía ser menos, aunque era una lástima que sólo la mitad de ellos vivieran aún ahí.
En orden de nacimiento eran; Bright, Colin, Almerind, Quin, Joseph y Emily, con dos años de diferencia el uno del otro, es que todo en la familia Hastings estuvo siempre calculado.
Era una pena también que sus padres ya no fueran parte de este mundo, su madre había muerto al poco tiempo del nacimiento de Emily, y su padre hace un par de años los había dejado. Pero para ese entonces Bright, a sus veintinueve años, era más que capaz de hacerse cargo de sus hermanos, aunque sólo de Almerind, Joseph y Emily. Pues para esos años Colin y Quin ya se habían establecido con sus esposas. Almerind a pesar de sentirse bien por ellos, consideraba que los perdía, aunque a decir verdad, ellos sólo se mudaban a unas calles de la suya.
- Quin nos ha invitado a comer hoy -dijo su hermano interrumpiendo el silencio del lugar
- Hasta que ese malagradecido se ha acordado de nosotros -respondió ella sonriendo
- Acaba de llegar de su viaje, y creo que quiere que vayamos a oír su travesía
- Eso es seguro.

Almerind en cierta parte envidiaba la vida de sus hermanos, para empezar envidiaba a Bright, todo lo que su condición de conde de Devonshire le otorgaba, podía disponer de cualquier cosa y realizar todo lo que quisiera sin ser juzgado, además tenía una hermosa familia. Hacía ya varios años se había casado con una joven de sociedad, recatada e inocente, como lo era el modelo que toda mujer debía ser si quería casarse bien, Elizabeth, sabía que no se habían casado por amor, de eso estaba más que segura, se lo recriminó a Bright en su momento, pero él no buscaba amor, sólo quería una esposa que le diera hijos y que se hiciera cargo de la casa, y si llegaba a ser amigo de ella tanto mejor, y a decir verdad lo había logrado bastante bien. Él y Elizabeth tenían una relación tranquila e incluso Alm podía atreverse a decir que se querían. Aunque sabía que eso no era amor, no había sido impedimento para los hijos, la pequeña Annie y Rose, sus pequeñas sobrinas de cinco y un año, eran la alegría del hogar.

El siguiente de sus hermanos era Colin, un pilluelo que en sus épocas juveniles había andado por cada taberna de Inglaterra, cuando ya no tuvo adonde más ir siguió sus aventuras en Europa, tenía fama de vividor y mujeriego junto a su amigo de juergas Ian Cavendish, el actual marqués de Kent.

Almerind tenía contradictorios sentimientos respecto al amigo de su hermano, era un hombre muy atractivo y serio, que según había escuchado había jurado nunca casarse porque ninguna dama podría cumplir nunca con sus expectativas y que prefería mil veces divertirse con una mujer sin ataduras, que vivir amarrado de por vida a una dama de sociedad. Por suerte para los Hastings, Colin no tenía ese pensamiento, sabía que siendo joven podría disfrutar de cuanto quisiera, pero llegada la hora debería comportarse como un completo caballero, y así lo hizo, aunque no en el estricto sentido de la palabra. Se casó con la joven hija de un Lord, procrearon un hijo y en sociedad mantenía la actitud que un caballero debería tener, pero las visitas a las casas de mujeres fáciles aunque en menor cantidad y frecuencia, las seguía realizando. Esto le ocasionaba alguno que otro problema con Prudence, su esposa, no es que a ella le importara mucho lo que él hacía con esas mujeres pero sí le importaba lo que la gente hablara de ellos, porque a diferencia de Elizabeth la relación entre ellos no era muy amistosa, lo único bueno de esa relación era su pequeña hija de casi dos años, Amy.

El Amor De Una LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora