La luminosidad de la mansión de Layes era magnífica, una casa maravillosa sin duda. El Marqués de Kent era guiado hasta el salón por un alto mayordomo que daba la impresión que nunca sonreía, al llegar a la habitación se dio cuenta que lo que el Marqués de Layes le había dicho era cierto, sería una reunión con pocos invitados. Entre ellos se encontraban un par de hombres del parlamento con sus respectivas esposas, los marqueses y su encantadora hija, Christine. Qué aburrida debía sentirse ella ahí, la persona más cercana a su edad era él mismo y eso que le llevaba por once años, claro que ella se mostraba atenta y sonriente con las mujeres que seguramente la estarían abrumando con preguntas sobre sus pretendientes, y para abrumarla aún más él se presentaba ahí.
Saludó a los anfitriones e invitados amablemente, y estuvo largo rato con los demás caballeros hablando de política, todo hasta que fueron llevados al comedor a cenar. Convenientemente lo ubicaron junto a Christine. La conversación era monótona, aburrida y trivial, compadecía tanto a la joven; con dieciocho años hablar sobre política y negocios era más que suficiente para aburrir a cualquiera, incluso a él.
Fue una cena casi interminable, luego de comer los hombres tomaron brandy y continuaron hablando de política, por otra parte, las damas estaban sentadas charlando, veía que Christine sonreía, pero podía apostar toda su fortuna a que estaba aburrida, se disculpó con los caballeros y se dirigió hacia las damas.
- Señorita Kensington, ¿la molesto si le pido que toque una pieza? - pidió él galantemente mientras le ofrecía la mano. Ella aceptó y se puso de pie.
Ambos caminaron para ubicarse en el piano, apenas ella comenzó a tocar habló.
- Le agradezco que me haya salvado, marqués. Me temo que estaba a punto de dormirme -ella sonrió graciosamente y le entraron ganas de reír, era primera vez que la veía medio burlándose de alguien
- Entonces me alegra haberla salvado -hablaron durante todo el tiempo que duraba la pieza sobre música, ella sin duda aparte de ser una gran pianista era una gran conocedora del tema. Ian notaba que los demás, tanto caballeros como señoras estaban atentos a lo que ellos hacían, sin duda veían el matrimonio muy cerca - Creo que es una experta en lo que a música respecta -hablo él con sinceridad
- En lo más absoluto, soy muy joven, pero me encanta aprender -él sonrió ante esas palabras de humildad. Desde hace tiempo se había dado cuenta que no era la tonta jovencita que se había imaginado, era bastante inteligente y además bella, dos cosas que era muy difícil encontrar en una misma persona. Sin duda sería una esposa maravillosa, pero no sería la mujer que él esperaba. Tal vez sólo debería conformarse con la esposa, para sus demás requerimientos tendría una amante- Espero que usted no se haya aburrido demasiado, todos los aquí presentes son bastante mayores que usted
- Lo sé, pero aun así usted es más joven -ella comenzaba otra pieza, Mozart era ideal- Creo que ya estoy acostumbrada a este tipo de veladas, aunque confieso que últimamente había tenido otras entretenciones, sin duda los bailes entregan otro tipo de diversión
- Debo asumir entonces que le gustan los bailes -dijo él con galantería
- Sólo he dicho que entregan otro tipo de diversión, no que esa diversión sea de mi gusto, tal vez si del suyo...
- La verdad es que no soy asiduo de los bailes -dijo con sinceridad. Christine lo miró sorprendida- Sólo de los que usted asiste, Lady Kensington -él habló sonriente
- No pretendo hacer que desconozco las razones por las que usted me frecuenta-dijo ella tranquilamente pero evitando el tema- ¿Por qué no le gustan los bailes, marqués?
- Considero que hay formas más agradables de pasar el rato -ella calló un momento mientras tocaba una parte esencial de la obra. Ni siquiera parecía que lo hubiera oído, sólo se quedó mirándola
- ¿Qué reuniones considera agradables entonces? -Ian sabía que si respondía con sinceridad ella se escandalizaría
- Alguna en la que el número de invitados sea considerablemente menor que a la de los bailes
- ¿Cómo hoy? -le preguntó desviando su atención del piano y dirigiéndole una sonrisa que veía traía oculta una pequeña burla
- Sin duda, aunque si estuviera un poco más animada. Creo que las señoras se quedaran dormidas en breve -dijo él para hacer que ella sonriera nuevamente. Ella se rió aunque se contuvo, las señoras y los caballeros le dirigieron rápidas miradas, aunque pronto supo que era de satisfacción.
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El Amor De Una Lady
Ficção HistóricaLady Almerind Hastings, una joven con carácter y seguridad, está a punto de ser una solterona en su época, pero todo podría estar a punto de cambiar al reencontrarse con el que fuera su amor platónico de la niñez, Ian Cavendish. Una relación clandes...