Almerind estaba desesperada por ver a Ian, el tiempo se le hacía interminable, lo extrañaba a sobremanera, habían pasado más de dos meses y él aún no regresaba, aunque sabía, por la carta que había enviado él, que su llegada había sido programada para el día anterior y quería verlo, y Christine se lo había puesto fácil, le había mandado una nota para que fuera visitarla. Camille le había contado esa misma mañana que había visto a Molly y que ésta le había dicho que los marqueses habían llegado la noche anterior, y según lo que ella apreciaba la relación entre ellos era la misma, no dormían juntos y sólo se trataban con cordialidad.
Alm pidió el carruaje y partió hacia el palacio de Kent, que luego de meses volvía a estar ocupado, sin duda la llegada de ellos había sido esperada por toda la ciudad y eso se notaba, incluso los diarios más exclusivos anunciaban su llegada. Cuando el cochero se detuvo, su corazón también lo hizo, estaba más nerviosa de lo usual, se sentía la mujer más mala de toda Inglaterra. Christine la invitaba a su casa como si fuera su verdadera amiga, y eso le dolía, pues cuánto le hubiera gustado poder entablar una amistad sincera con la muchacha. Pero en ese momento no podía dejar de pasar la oportunidad, debía saber qué había ocurrido en el campo y lo que más ansiaba era ver a Ian. Caminó con la seguridad que la caracterizaba, siendo recibida por el alto mayordomo de la casa, quien la condujo hacia la sala de desayuno donde Christine la esperaba.
Nunca había podido apreciar la casa con aquel detenimiento, las veces que había estado ahí era de noche y la poca luz dificultaba todo, pero ahora lo veía todo claramente, una elegante habitación con un diseño en las paredes, bordes dorados, ventanas gigantes que dejaban entrar toda la luz posible y hermosos muebles con detalles magníficos de oro. Christine estaba parada mirando el jardín cuando el hombre anunció su llegada. Se acercó para abrazarla, eso la había sorprendido.
- La había echado de menos, Lady Almerid, ¿cómo está? -requirió
- Muy bien, y ¿usted? -la casa se avistaba muy tranquila y no advertía la presencia de Ian
- Yo muy bien -le respondió al tiempo que le indicaba a una criada para que sirviera el desayuno. Miró detenidamente la taza de té, de pronto no sabía qué decir- me alegra de que haya venido, tenía muchas ganas de verla
- También yo, marquesa. Cuénteme, ¿cómo estuvo su viaje? -bebió algo de té, sólo por hacer algo
- Espléndidamente, nunca creí conocer parajes más hermosos que esos. Desde ahora queda invitada a pasar una temporada durante el invierno, le aseguro que no se arrepentirá
- Se lo agradezco enormemente -dijo sinceramente y sólo para saber algo de Ian preguntó- espero que su marido no se moleste
- No, claro que no, Ian... el marqués no se molestará -vio que de repente Christine se ponía de pie- discúlpeme un momento -se puso de pie y la observó dirigirse al exterior, ahí vio cómo detuvo a Ian que en ese momento iba saliendo, hablaron y todo iba perfectamente normal hasta que se despidieron... con un beso. Se quedó estupefacta mirándolos, y no fue un solo roce de labios, fue un beso. Intentó controlarse antes de que Christine la viera con esa cara de asombro. Pero ¿por qué se habían besado así? Luego la joven entró nuevamente al comedor- el marqués estaba muy apurado, lamento que no pudiera saludarla -la joven se volvió a sentar y continuó la conversación-
- Se ve muy bien, Christine, se ve feliz -Alm miró para esperar la reacción de ella y le asustó, Christine sonrió con aquella sonrisa suya que hipnotizaba a los hombres-
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El Amor De Una Lady
Ficción históricaLady Almerind Hastings, una joven con carácter y seguridad, está a punto de ser una solterona en su época, pero todo podría estar a punto de cambiar al reencontrarse con el que fuera su amor platónico de la niñez, Ian Cavendish. Una relación clandes...