Yorkshire, 20 Septiembre de 1799

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Almerind caminaba por la campiña silenciosamente, miró a Elizabeth que caminaba, como ella, en el más absoluto silencio. Recordó lo que había pasado hace un par de semanas en Londres, algo que prefería olvidar.


Estaba en el salón de té cuando su amiga Amanda había ido a visitarla, cuando estuvieron seguras que Bright había salido de la casa, Almerind comenzó a contarle a su amiga del alma cómo iban las cosas con Ian, claro que estaban estupendamente, aunque no se lo decía, ella sentía que lo estaba conquistando, él había cambiado su actitud, todos lo notaban y eso aumentaba sus esperanzas sobre el matrimonio. Le contaba detalladamente a Amanda lo que ella e Ian habían hecho la última vez que se habían visto, pero todas las sonrisas y felicidad del momento se desvanecieron cuando vio que Bright aparecía por la puerta atónito, no había dicho nada, pero cuando le pidió a Amanda que se retirara estalló. Almerind prefirió hablar, no sacaba nada con mentir cuando él ya había oído todo, y para su fortuna no había reaccionado tan mal como lo suponía. Ella estaba que se moría de los nervios y el temor, ya en el coche junto a Bright, camino a casa de Ian, pensó que le daría un ataque, Bright la había obligado a ir a la casa del marqués, el asunto debía quedar zanjado ahí.


Cuando Ian los vio entrar supo de inmediato que Bright ya lo sabía todo. No trató de explicarse, y para su sorpresa él tampoco pidió explicaciones, el hermano de ella sólo había pronunciado tres palabras "tienen que casarse", ella hablaba rápidamente diciéndole que hiciera lo que su hermano pedía. ¿Acaso Almerind estaba loca? Le había dicho más de cien veces que él no quería casarse, y ¿estaba ahí tratando de convencerlo? La miró estupefacto, sólo se escuchaba un bullicio de palabras. Ya harto, Ian habló.


- Yo lo siento mucho, Lord Hastings, pero no está en mis planes el matrimonio -dijo seriamente, sabiendo que Almerind tenía esperanzas de que él accediera. Bright lo miró tranquilamente


- ¿Qué pasa si está embarazada? -eso le dolía, si ella estaba embarazada... nunca dejaría a un hijo suyo solo por el mundo


- ¿Estás embarazada? -le preguntó directamente a ella


- No que yo lo sepa -respondió


- No puedo creerlo -estalló Bright- te aprovechas de mi hermana y ahora no quieres responsabilizarte -Ian lo miró incrédulo, ¿aprovecharse de Almerind? Todo había pasado con su consentimiento, tampoco era que fuera una niña
- No me aproveché de su hermana, Conde de Devonshire-dijo mirándolo fríamente. Vio que Almerind comenzaba a soltar unas lágrimas y sintió pena por ella, tal vez casarse era la opción
- Deben casarse, ¿él te prometió matrimonio? -le preguntó su hermano -sin poder creérselo Almerind asintió llorando
- Ian casémonos, por favor -los ojos azules de Ian estaban fríos y lejanos- tú lo prometiste -No podía creer que ella hubiera dicho aquello, respiró profundo y calló varios segundos. Si quisiera podía contarle al conde todas las cosas que había dicho y hecho su hermana, así no le quedarían dudas de que él se había aprovechado de ella, pero no podía ser tan poco hombre.
- Les pido por favor que se retiren de mi casa -su voz autoritaria y fría hizo el efecto que deseaba- y que le quede claro conde, yo no me casaré nunca, ni siquiera con su hermana
No entendía como Almerind había sido capaz de decirle quizas qué cosas a su hermano, sabiendo que lo único que haría él sería exigirle el matrimonio, tal vez por eso mismo lo había hecho, al fin y al cabo había actuado como todas las demás, teniendo el matrimonio como único objetivo.


Almerind estaba en el fondo de la habitación muda, no sabía que decir en ese momento y sólo se quedó callada. Había tratado de jugarse una última carta, tal vez Ian accediera... pero apenas lo hizo se dio cuenta de su garrafal error.
Bright salió indignado de la biblioteca y le gritó que saliera tras de él, volteó para mirar a Ian, miraba fijamente el escritorio, no la miró... y esa fue la última vez que vio a Ian.


Al día siguiente se encontraba camino a Yorkshire con su hermano y familia, se sentía tonta de que él la hubiera escuchado. Pero ya no había nada que hacer, Ian estaba sentido, furioso, y ella estaba segura que no quería verla nunca más, tal vez en el campo las cosas se apaciguaran un poco.

Cuando entró con Elizabeth a la casa, Bright la llamó a su despacho.


- He pensado mucho, Alm. Y creo que cometí un error trayéndote aquí. Creo que eres lo bastante mayor como para tomar tus propias decisiones, nuestro padre siempre lo quiso así. Si no te quieres casar...


- Yo sí quiero casarme, Bright -dijo ella interrumpiéndolo- es sólo que él tiene unas ideas muy malas del matrimonio, pero si...


- ¿Si pudieras conquistarlo? -preguntó él, ella sólo asintió- Almerind después de todo lo que viviste con él, él ya se habría casado contigo ¿No lo crees? Lo único que quiere es aprovecharse de jovencitas... Pero... eres libre de hacer lo que quieras, puedes regresar a Londres si lo deseas, o si no, te apoyaré cualquiera sea tu decisión.


Alm se sentía triste y feliz a la vez, pero decidió arriesgarse e ir en la conquista de Ian, era sólo un hombre con miedo a tener una vida tranquila, ella le demostraría que podía llevar la vida que quería a su lado.



Londres, 21 Diciembre de 1799



Almenrid había regresado a Londres a principios de octubre, pero ver a Ian había resultado casi imposible, no pasaba casi ningún día en su casa, pasaba la mayor parte del tiempo en Kent y cuando regresaba sólo pasaba un par de horas en Londres para partir de nuevo.


Diciembre fue un poco más tranquilo y se mantuvo en la ciudad la mayor parte del mes, sin embargo sólo podía avistarlo de vez en cuando saliendo del parlamento o visitando a algunos políticos, nada más que eso.


Cuando al fin volvió a verlo fue justo tres días antes de navidad y pudieron volver a hablar, pero no había habido lugar para muchas palabras.


- Lo siento mucho, Alm, pero sabes que yo nunca me casaré -él la miró fijamente- Y no quiero que pienses que es por ti, yo no me casaré con nadie - esas había sido las únicas palabras y se fue.


Al día siguiente corría el rumor de que el marqués de Kent se había marchado indefinidamente de Londres.


El Amor De Una LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora