Londres, 16 de Abril de 1800

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Imagen: Almerind entrando con su hermano Bright al baile

La familia Hastings se preparaba para el gran baile de disfraces que Quin había organizado en honor del cumpleaños de su esposa. Era costumbre que los asistentes ocultaran sus identidades, que las luces fueran bajas y llegada la medianoche debían quitarse las máscaras y cenar.
Almerind había decidido usar un traje rojo, de época, quería representar a la Reina Marth, claro que oculta en una máscara que no dejaba conocer su identidad, había varios así. Le picaba la curiosidad por saber quiénes eran. De repente vio un atractivo hombre alto que vestía como un caballero del siglo XV, perfectamente podría ser su pareja de disfraz y ciertamente ese hombre era Ian. Él también la miraba, por lo que se atrevió a caminar en su dirección, entonces cuando pasó a su lado él disimuladamente tomó su mano y la condujo hacia el salón continuo, un lugar vacío.
- Es un placer verla aquí, reina–se inclinó al tiempo que le besaba la mano- ha estado muy desaparecida de los bailes últimamente –Almerind sentía que se desmayaría ahí mismo, Ian le estaba hablando como si nada hubiera pasado, como si se encontraran meses antes y volvieran a ser amantes
- Me alegra que lo haya notado, señor. Pero me temo que usted estaba pendiente de otra señorita- Ian sólo la miró. Acarició su mejilla-  ¿Qué pasa? ¿Vuelves a quererme? –habló como si no le importara
- ¿Alguna vez he dicho que dejé de quererte? –Almerind se sumergió en el placer de sus besos nuevamente. Seguramente Christine Kensington había hablado con él y había renunciado a sus atenciones para al fin disfrutar su soltería y al fin él se había dado cuenta con quién de verdad quería estar. Cuando intentó hablar, él la calló con un beso. Entonces unas campanadas los interrumpieron, faltaban quince minutos para la medianoche.
No podía estar ausente cuando todos se quitaran las máscaras, era la hermana de Quin y seguramente Bright estaba atento a cada movimiento de ella. Debía aguantarse e ir un momento, tendría toda la noche para estar con Ian.
- Debo ir –dijo en un susurro acallado por los labios de él- juntémonos después, aún tenemos que hablar –exclamó feliz, él dejó de besarla para mirarla a los ojos
- ¿Estás segura? ¿Estás dispuesta a seguir con esto? -¡Oh! Eso era lo que ella más quería.
- Claro que sí, ahora vámonos de aquí. Saldré ahora, tú espera unos minutos para salir -Almerind se fue sin dejarle decir  nada, se quedó mirándola como se alejaba
- Perdóname -susurró

Almerind caminó tratando de ocultar la felicidad que le salía por los poros, una sonrisa que la hacía hermosa. Fue a situarse junto a Esther cuando vio a una encantadora joven que vestía un magnífico traje blanco con unas alas, y a pesar de que llevaba una máscara que ocultaba su rostro había que ser un tonto para no descubrir la belleza celestial de Christine Kensington tras el disfraz, que a decir verdad no parecía un disfraz, era como si fuera su segunda piel. Cuando comenzó la cuenta regresiva para la medianoche, vio que Ian salía de su escondite, lo siguió con la mirada sonriendo como una tonta, él caminaba decididamente pero… pero… no podía ser, estaba caminando en dirección de Christine. ¡Cuatro! ¡Tres! Él casi llegaba al lado del ángel, ¡Dos! Estaba frente a ella. ¡Uno! Vio que tanto él como ella se quitaban las máscaras, él le besó la mano enguantada, saludaba a los padres de la muchacha y luego le ofreció su brazo, el que ella aceptó con una sonrisa.
- Alm, ya deberías quitarte la máscara –dijo Esther que la miraba sonriendo. Alm se la quitó de inmediato esperando que eso la hubiera hecho ver mal, pero no, la misma imagen se presentaba ante sus ojos. Amanda se acercó rápidamente a ella
- Almerind, ¡Santo cielo! ¿Qué tienes? Vi tu cara de terror desde el otro lado del salón –Alm trató de componerse, ya no se vio tan impactada pero no podía sonreír
- Ian… -murmuró. Su amiga lo miró y luego volvió hacia ella
- ¿Qué pasa? Ya no es novedad que esté con Lady Kensington
- Yo pensé que él ya no seguía pretendiéndola –dijo aún petrificada
- ¿Por qué pensaste eso? –una sola mirada a Almerind y supo de inmediato lo que había pasado
- Es un desgraciado, cómo va a ilusionarte de esa manera –Amanda sintió ganas de golpear a Ian
- No creo que pueda seguir aquí –dijo con tristeza, a punto de llorar
- No Alm, no puedes hacer eso, es el cumpleaños de tu cuñada. Debes soportarlo
Almerind se armó de valor, su amiga tenía razón, debía aguantar por lo menos durante la cena, luego diría cualquier cosa y se marcharía de ahí, no podía soportar ver al hombre que la había besado con tanta pasión cortejar a otra mujer. Amanda la tomó del brazo y ambas emprendieron camino hacia el gran comedor que estaba atestado de gente, pero a Almerind no le importaba nada, sólo quería saber dónde estaban Christine e Ian.
Cuando todos estaban ya acomodándose en sus asientos los vio entrar al salón, ella iba firmemente tomada de su brazo, mientras él parecía estar hablándole algo muy entretenido pues la muchachita sonreía. Sin embargo eso fue lo único que pudo ver de ellos, desde su posición en la mesa no podía verlos, sólo a ratos, cuando el gordo Duque de Cleyton se movía. No entendía por qué Esther los había sentado uno al lado del otro.
Lo único que Almerind deseaba era que la cena se acabara pronto, así ella se excusaría con su hermano y su cuñada y podría marcharse rápidamente. Pero cuando todos se pusieron de pie algo aún peor sucedió, Christine Kensington se acercó a ella para saludarla.
- Señorita Almerind, ¿cómo está? –preguntó la joven. Pero la cara de Alm era indescriptible, su capacidad para ocultar sus emociones había desaparecido y no le respondió, sólo se quedó mirándola- ¿Lady Hastings? ¿Se siente mal? –preguntó la muchacha con preocupación. No podía seguir así, pensó en el lema familiar, debía enfrentar la realidad, aunque en ese momento parecía una pesadilla
- Creo que las luces me han mareado un poco, estoy bien –le dijo tratando de hablar tranquilamente
- Si es así… -parecía que la muchacha estaba preocupada- Me acerqué a hablarle porque quiero contarle algo –Almerind sintió que sudaba frío, su sexto sentido le indicaba que lo que ella le diría no era nada bueno
- Dígame, la escucho
- Sé que esto tarde o temprano se hará algo público y prefiero que se entere por mí que por otra persona. Usted ha sido la única que ha demostrado real interés en mi felicidad, y no quiero decepcionarla –si ella no hablaba pronto… sentía que se desmayaría. Sólo la miró esperando que continuara- el Marqués de Kent me ha pedido matrimonio y yo lo he aceptado, estamos comprometidos desde hace unos días
La cabeza le daba vueltas, sentía que su boca se secaba, que sudaba frío y que vomitaría. Pero se afirmó en la mesa junto a ella, no se desmayaría ahí. Estaban comprometidos y desde hace días, ¿por qué Ian la ilusionaba de esa forma? ¿Por qué esa estúpida niña le había dicho que aprovecharía su soltería y no se casaría? La odiaba con toda su alma, era una hipócrita, una cínica, ahí estaba con su cara angelical, pero le había quitado a Ian.
- Aún es un secreto, le agradecería que no contara nada… ¿Lady Hastings? ¿Quiere que llame a alguien? Está muy pálida –Almerind siguió afirmándose en la mesa
- No se preocupe –vio que su amiga se acercaba a lo lejos- Me siento bien –Christine la miró aún preocupada, pero no dijo nada
- Bueno, me esperan para bailar. Espero que podamos continuar la conversación cuando se sienta mejor –claro, Ian estaba en la pista de baile esperándola. Vio cómo empezaban a bailar y hablaban, entonces un nuevo puñetazo, ella se acercó a él y le dijo algo al oído. Maldita niña hipócrita, era una descarada, igual que Bianca y todas las demás.
- Ven, querida. No sé qué pasó, pero no puedes seguir así. Aparenta que te sientes bien y sonríe –Amanda la tomó del brazo y caminó a su lado con la mayor naturalidad posible hasta llevarla a otro lado de la casa.

Ian sabía que le estaba haciendo daño, pero no podía resistirse a ella, la amaba, pero la ilusión no era buena para ninguno. Había estado meses ansiando estar con ella, cuando lo visitó furtivamente en su casa a medianoche se había dado cuenta de cuánto la extrañaba, y ya no podía soportarlo más. Se veía maravillosa en su vestido rojo, una diosa, y aparte de todo, le había dicho que estaba dispuesta a seguir con él… si supiera en lo que se estaba metiendo.
Esperó varios minutos hasta salir de su escondite, cuando oyó que todos empezaban a contar los segundos para la media noche salió, y no quiso mirarla de nuevo, sólo se enfocó en buscar a Christine. Claro, encontrarla no era difícil, vestía de un blanco puro sin igual, si un ángel cayera del cielo sin duda se materializaría en ella. Apenas llegó a su lado, los gritos a su alrededor indicaron que debían quitarse las máscaras, y ver cómo ella se sacaba la que ocultaba su rostro le sacó una sonrisa. Estuvo a su lado largo rato, pero entonces ella se excusó para hablar con una amiga. No le importó saber a dónde se dirigía y sólo continuó hablando con las personas a su alrededor, temía que si extendía su mirada más allá de esas personas encontraría a Almerind. Ni siquiera sabía si ella ya lo había visto con Christine, pero no se arriesgaría a averiguarlo, era un cobarde. Cuando su prometida regresó bailó con ella.
- Marqués, sé que prometimos mantener nuestro compromiso en secreto –él la miró despreocupadamente
- Sí
- Perdóneme, pero se lo he contado a mi amiga –a decir verdad se lo esperaba, ya llevaban una semana con el secreto, era cosa de días para que alguien se enterara y todo Londres lo supiera. Además no es que los otros no lo supieran, estarían ahí juntos toda la noche, y él bailaría con ella más de una vez. Lo que los demás esperaban era sólo la confirmación del compromiso- Ella es muy sensata, no lo divulgará por ahí, se lo aseguro –eso último le había causado curiosidad, Christine no tenía amigas muy sensatas que se dijera, empezando por Bianca Harding
- ¿Qué amiga?
- Lady Almerind Hastings –dijo ella hablándole casi al oído, para que nadie la oyera pronunciar el nombre de la otra dama, Lady Harding estaba bailando con su marido y los miraba demasiado, podría jurar que leía los labios. Ian sintió una puñalada en el corazón, no entendía por qué Christine se lo había contado precisamente a Almerind
- ¿Son amigas? –preguntó guardando la compostura
- Sí, ella ha sido muy buena conmigo –Ian no sabía cómo reaccionar, había querido que fuera un secreto para que Almerind no se enterara tan pronto, y justamente Christine se lo contaba en ese momento.
Continuó bailando y no quiso seguir hablando de Almerind con Christine o ella notaría algo, cuidadosamente intentó buscarla con la vista y vio cómo ella y Amanda salían del salón. Estuvo en el baile hasta que la familia Kensington se retiró, y por más que buscó a Alm por el lugar no la vio. Decidió irse a su casa, debía analizar la situación, cuando llegó a su habitación se refrescó, quería agua fría, algo que no lo dejara pensar un momento. Al levantar la cabeza, vio como alguien lo miraba desde la puerta, ahí estaba Almerind.

Muy valiente por ella al ir a su casa nuevamente ¿Qué le irá a decir Almerind?... comenten!!

El Amor De Una LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora