Un maravilloso sol entregaba hermosos reflejos al Támesis, Almerind iba junto a Elizabeth admirando el paisaje antes de llegar al picnic de los Stone.
- Alm ¿has visto a Bright? - preguntó Beth preocupada
- Ese pilluelo está escondiéndose de ti, Beth, no te preocupes - respondió Alm, su sobrino era un chico travieso que le encantaba hacer enojar a su madre
- Me pone de los nervios, es tan aventurero. Me da miedo que pueda caerse del barco
- Cálmate, no le pasará nada.
- Con lo que le pasó al hijo de los Mosley no puedo estarlo
- Tranquila, Beth, el hijo de ellos estaba enfermo. Bright es un niño fuerte, te aseguro que el condado de Devonshire tendrá a su heredero intacto hasta que se convierta en conde
- Creo que estoy exagerando -admitió Elizabeth al tiempo que se sentaba junto a su cuñada
- Es increíble cómo pasan los años, hace diez años Annie andaba tropezándose de allá para acá, y mírala ahora -dijo señalando a su hija- una muchacha de quince años, con algunos muchachos pretendiéndola. Cada día me siento más vieja...
- Es que cada día lo estamos más, querida cuñada... hace diez años yo... -Almerind de repente se quedó callada
- ¿Decías?
- Hace diez años, en el picnic de los Stone vi a Ian después de no haberlo visto durante meses -habló con tristeza
- Ha pasado mucho desde entonces -dijo Elizabeth zanjando el tema, sabía cuánto, después de diez años, el tema le afectaba a Almerind.
El espléndido día concordaba exactamente con la alegría del lugar, niños jugueteando de acá para allá, jovencitas paseando con sus pretendientes, damas mayores hablando sobre todos los chismes de la ciudad, como siempre.
El día era el perfecto, pues había tenido ocasión de ver a sus hermanos, Colin y Prudence discutiendo, como siempre; Emily y su esposo, viviendo una vida tranquila y apacible; Joseph y Bianca tan enamorados como la primera vez, en espera de su segundo hijo. Sólo faltaba Quin, el aventurero, tal vez en ese momento se encontraba con su familia en Rusia, ¿o quizás en Italia? Alm sonrió ante la realidad de que su familia seguía siendo la misma y además de todo felices, por su parte, sus sobrinos llenaban un gran vacío en ella. Las risas de Annie y Rose la distrajeron de sus pensamientos, con un Bright que lucía furioso y avergonzado.
- ¡Tía Alm! -reían las muchachas
- ¿Qué pasa? -se puso de pie para estar más cerca de sus sobrinos
- Bright está enamorado -exclamaron al unísono
- ¡Mentira! -exclamó el pequeño totalmente sonrojado
- Hemos encontrado a la niña perfecta para él
- Tía, dígales que no me sigan molestando -dijo él enojado
- Vamos, chicas. Su hermano se enojará con ustedes si siguen molestándolo así -habló seriamente. Las muchachas percibieron el tono en que se los había dicho y no dijeron una palabra más- ve a jugar con tus amigos, Bright -el muchacho corrió feliz al encuentro de sus amigos- no molesten a su hermano de esa forma, es sólo un niño y a su edad, aún está pensando sólo en juegos
- Sólo queríamos hacerlo enojar un rato, además la niña con que lo molestamos es bastante bonita, ¿no es así Rosie?
- Sí tía, aunque es menor que él -Rose miró hacia el frente y conteniendo el grito habló- ella es tía, la del vestido rosa
Una pequeña niña de unos seis años caminaba mientras una criada corría raudamente para alcanzarla. Era una niña hermosa, piel de porcelana y un cabello negro y con ondas que no llegaba a estar rizado. De repente, la criada alcanzó a la pequeña y pudo verla con mayor claridad. Su pelo, la forma de su cara... de pronto la imagen de Christine Kensington llegó a su mente, y como si sólo con pensarlo la hubiese hecho aparecer, la vio. Hermosa hasta lo inimaginable, como siempre lo había sido, aunque ahora más madura, caminaba en dirección hacia la niña tomándola de la mano. Sus ojos no le mentían, después de diez años, desde aquella noche en que la había citado junto a Ian en el salón del parlamento, desde entonces, era la primera vez que la veía.
De pronto sintió que iba a desfallecer, luego de aquellos tristes y sombríos diez años vio al hombre en el que no dejaba de pensar siquiera un día. Ian caminó en dirección de Christine y tomó a la pequeña en sus brazos. Se veían tan... felices, él miraba a Christine como nunca la había mirado a ella, la miraba con devoción y amor, Christine lo miraba a él como si estuviera ante el mismísimo dios. Se amaban, no había duda de ello.
- Mira tía, los papás de la niña están hablando con tío Colin -exclamó Annie- ¿Quiénes son? Nunca los había visto -dijo con curiosidad.
Alm no podía escuchar lo que sus sobrinas parloteaban a su alrededor, sólo miraba la escena en la que Ian saludaba cariñosamente a Colin y de pronto, como para completar el cuadro de la familia perfecta dos niños más se unieron. Uno era casi de la edad de Bright, estaba la pequeña, y otro muchachito de unos tres años. Vio como Ian parecía estar presentándolos a su amigo, a lo que finalmente terminó abrazando a Christine, tocando su vientre y sonriendo como el hombre más feliz del mundo. Estaban esperando su cuarto hijo.
- Vamos tía, decía Rose al tiempo que la empujaba a caminar. No pudo hacer nada cuando se dio cuenta que la llevaba hacia donde ellos estaban
- Alm, mira quienes han llegado de América... los recién proclamados Duques de Kent -dijo feliz Colin. Almerind ignoró por completo el hecho de que ahora eran duques, razón por la que habían vuelto a Inglaterra, ella por un segundo no supo qué hacer, se sentía una tonta, una vieja. Hace diez años que no veía a Ian, y venía a verlo ahora, con treinta y siete años, ya no era la misma que en aquellos tiempos, tenía un par de canas, algunas arrugas bajo los ojos y ya sin duda no era una de las bellezas londinenses. Sin embargo él se veía casi igual, con ese cuerpo atlético que siempre la cautivó, y Christine... Christine sería por siempre la Rosa Inglesa, fina, delicada, elegante e increíblemente hermosa, los años no pasaban por ella, aún ni siquiera tenía treinta.
- Lady Almerind, es un placer volver a verla después de tantos años -dijo tranquilamente Ian -ella hizo una reverencia, a él y luego a Christine
- Lady Hastings, espero que se encuentre bien -dijo Christine, tras haberla oído hablarle no pudo evitar mirarla. Y no vio odio, ni resentimiento, sólo era una persona más para ella.
- Lo estoy, es un gusto volver a verlos
La tarde fue algo irreal para Almerind, algo que no esperaba, después de años al fin pudo poner fin a cualquier pequeña ilusión que le quedaba, al fin veía con sus propios ojos el amor que Ian le profesaba a Christine y que sin duda, ella también sentía por él. Después de todo, las cosas no sucedieron como ella creía que sería, que el destino de los Hastings estaría unido al de los Cavendish, pero lo que Almerind no sabía era que aquel día de primavera de 1810, el heredero Hastings y la única hija de los Cavendish comenzarían a cumplir su destino, el de unir a las dos familias.
Continuará...
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El Amor De Una Lady
Ficción históricaLady Almerind Hastings, una joven con carácter y seguridad, está a punto de ser una solterona en su época, pero todo podría estar a punto de cambiar al reencontrarse con el que fuera su amor platónico de la niñez, Ian Cavendish. Una relación clandes...