Londres, 08 de Junio de 1800

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Ian miró cómo ella entraba a su habitación, ¿qué haría cuando se casara y ella no pudiera seguir visitándolo? No quería imaginárselo.

- Te estaba esperando -dijo él al tiempo que la recibía con un beso. Hace más de una semana que no se veían y sólo faltaban horas para que se encontrara en el altar

- No podía no venir y estar contigo en tu última noche de soltero -sollozó

- Lo sé... -dijo él abrazándola- Sabes que sólo casándome me sentiré tranquilo -ambos lo sabían

- Tú... ¿dormirás con ella? -preguntó, era tan estúpida su pregunta pero quería saber la respuesta que él le daría

- No creo que pueda tocarla en años, pero ciertamente algún día lo haré -él respondió con total sinceridad, no podía imaginarse con Christine en la intimidad- Debemos tener hijos -eso Almerind lo sabía a la perfección y le dolía, porque para eso requería que él estuviera físicamente con Christine

- Siempre estaré para ti... -le dijo besándolo

- No podría soportarlo si no fuera así.

Ese mismo día a las cuatro de la tarde cientos de personas de la aristocracia y del pueblo se congregaban afuera de la Abadía de Westminster. Su tía había llegado a la ciudad para el anhelado matrimonio, sería su único familiar, los demás eran familiares, amigos y por supuesto, la nobleza. Esperó que todo sucediera rápidamente, estaba ansioso de que todo terminara lo antes posible, mientras esperaba vio cómo la familia Hastings arribaba al lugar, Almerind se veía mal, sus ojos se lo decían, el día que ninguno de ellos quería que llegara ya estaba sucediendo. Estaba pensando eso cuando vio a Christine llegar, se veía hermosa con su vestido de novia y sonreía, su sonrisa, siempre que sonreía era como si le cortaran la respiración. Cuando al fin estuvieron juntos frente al altar la miró nuevamente, ella sonreía, por supuesto, sus padres habían sido enfáticos con ella sobre eso, pero sus ojos... veía que sus ojos comenzaban a brillar y él sabía que no precisamente de emoción. Tomó su mano y la apretó, quería hacerle saber que lo perdonara. Entonces el religioso había concluido la ceremonia y ellos estaban oficialmente casados.

Una gran fiesta los esperaba en su propia casa, su tía había organizado todo, obviamente había el toque de una mujer en eso. La casa brillaba y había luz por doquier, nada que ver cómo era cuando él estaba. Hubo una gran comida que duró horas, todos estaban felices, sonreían, bailaban y reían. Pero en el lugar tres personas no eran felices.

- Creo que ya deberías subir con tu esposa -dijo su tía, ella sólo quería un nieto. Él miró a su alrededor para encontrarla, en el acto vio que Almerind lo miraba con tristeza y resignación. Cuanto deseaba que su novia fuera ella. Entonces el blanco vestido de Christine pasó cerca y llamó su atención. Estaba hermosa, y en ese momento debía llevarla a su habitación, ¡qué diablos! No tenía por qué hacerle caso a su tía como un niño y comenzó a beber

Almerind vio cómo Ian tomaba una copa y la llenaba hasta el borde. Que se emborrachara era lo último que faltaba. Los invitados ya se estaban marchando, ella no quería irse sino hasta el final. Vio cómo Christine hablaba con Bianca tratando de parecer entretenida, en cuanto notó que la estaba observando se acercó a ella.

- Espero que todo haya sido de su agrado -le dijo la joven

- Claro que sí, la ceremonia fue hermosa y la fiesta es espléndida. Creo que no se hablará de nada más en días, señorita Kensington -ambas sonrieron, pero al mismo tiempo se dieron cuenta de algo- lo siento, marquesa de Kent -se corrigió

- No se disculpe, ni siquiera yo me acostumbro -reconoció Christine, la muchacha miró a su alrededor y centró su atención en su esposo- Disfrute lo que queda de la fiesta -le dijo ella

Observó cómo Christine caminaba con la gracia que la caracterizaba y se sentaba junto a Ian, le dijo algo a él, luego él le dedicó una tierna sonrisa, dejó la copa en la mesa y le besó la mano. Almerind sintió pánico, a pesar de todo lo que había hablado con Ian tenía miedo de lo pudiera pasar entre él y Christine. Se acercó a su hermano, quien ya se estaba despidiendo de los padres de Christine, quiso saber qué más pasaría, y sintió miedo cuando vio que Ian le ofrecía su mano.

Subió con ella las escaleras, sabía que su tía estaría atenta así que inmediatamente condujo a Christine a su habitación, la cara de ella cuando supo adónde la conducía fue de completo terror. El alcohol lo había acalorado más de la cuenta, comenzó a desvestirse apenas entraron a la habitación, pero ese solo gesto hizo que ella temblara. Lo miró con pavor.

- ¿Quieres que...? -era tan inocente que ni siquiera podía decir la palabra. Él la miró y de pronto sintió ganas de estar con ella, era hermosa hasta lo inverosímil, y no le molestaría para nada cumplir con su deber de marido

- ¿Tú quieres? -le preguntó él, se veía más que asustada pero no perdía nada con preguntárselo. Ella miró al suelo e hizo una negación. Se sintió un hombre sin sentimientos por habérselo insinuado, tenía ahí a una chica de dieciocho años asustada hasta los huesos invitándola a que pasara la noche con él y ni siquiera la había besado- no te preocupes -le dijo tomándola de las manos- no haremos nada hasta que quieras hacerlo -ella lo miró cómo si le hubiera dado la mejor noticia de su vida

- Gracias... -habló ella al fin aliviada. Él la besó en la frente.

- Ven, ésta será tu habitación -la condujo a una pieza que estaba unida internamente a la de él, había sido la de su madre- tu criada ya acomodó todo, espero que te guste y por supuesto puedes hacer cualquier cambio que quieras en la casa.

Cuando se acostó supo su actual realidad, estaba oficialmente casado con una jovencita de dieciocho años que estaba muerta de miedo por la consumación del matrimonio, aunque sabía que si él se lo pedía lo haría sin negarse, para eso la habían educado, y si él fuera un marido déspota sin duda la habría obligado. No creía que otro hombre hubiera soportado estar con una mujer joven y bella más de seis meses sin siquiera robarle un beso, y además esperar hasta que ella quisiera consumar el matrimonio, aunque sabía que eso podría demorar años y no podía ser así. Debían procrear por lo menos dos hijos, uno para heredar el marquesado de Kent y otro para el de Layes, ¿si no para qué casarse? Ese era el fondo de todo. Eso si tenían suerte, si tenían niñas debería seguir hasta dar con el varón. Pobre muchacha, debía estar loca de miedo al otro lado de la habitación seguramente llorando, aunque debía reconocer que era bastante fuerte, la había visto con los ojos brillantes de lágrimas pero ninguna cayó por sus mejillas.

Por otro lado estaba su preciosa Almerind, cuanto debía estar sufriendo, seguramente más que él, se odiaba por hacerles tanto daño a dos mujeres y aunque sonora egoísta se sentía bien de que Alm supiera la verdad y así estuviera con él.

Almerind llegó a la casa, jugó con Annie un momento y luego se encerró en su habitación. Ya no a llorar, sólo se recostó y estuvo estática durante horas. Ian ya se había casado y era cosa de tiempo para que ellos estuvieran juntos, definitivamente tendrían que tener hijos y aunque sabía que si se llegaran a odiar, si se aborrecían, eso no importaría porque de todos modos tendrían que seguir juntos.

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El Amor De Una LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora