EPÍLOGO

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Victoria

Y estoy casada con él, mi hombre perfecto, de esos que dicen que no existen, esos que solo son una sensual fantasía en nuestras cabezas... uff. ¡Si existe!, doy fe de ello.

Bueno mi hombre perfecto es el sensual, seductor, educado y provocador por excelencia Matthew Rothschild. Quien pasó de ser el hombre más frío y calculador en todos los ámbitos de su vida, al empresario salvavidas de empresas con crisis económica, antes para él esperar un poco para efectuar sus "contratos" era inaceptable, ahora, su nuevo "lema" es, "Los buenos negocios se hacen esperar, vamos a darles una segunda oportunidad". Quien lo diría...

Han pasado 5 años, 10 meses y 3 semanas, desde el primer día en que vi a ese hombre quita-alientos, en aquella isla del Caribe, con su traje italiano y su cabello al viento, era casi como la visión de un príncipe azul en el más romántico de los cuentos de hadas.

Ahora es todo un amor, sonríe siempre, saluda con educación, se preocupa que sus empleados (por muchos que sean) que tengan todo lo que necesiten, incluso hace que los cheque un medico cada 4 meses, creo que eso fue a causa del cáncer de Liz. La abuela era igual de testaruda que mi Matt. Quería aparentar ser fría, perfecta y despreocupada a costa de pobres almas en desgracia que solicitaban de su tiempo. Afortunadamente para mí y sus trabajadores, el antiguo Matt, quedó en el pasado, ya no mas "No se maldice en la mesa", "Es una falta de educación no mirar a los ojos cuando se tiene una conversación", "El sarcasmo es irrespetuoso y grosero", ¡GRACIAS A DIOS! No tengo que lidiar con eso, porque lo más probable es que ya estuviera llena de canas y arrugas. Mi Matt, ahora es una persona feliz.

Los días posteriores a la muerte de Liz, fueron realmente extraños, a pesar de la situación, Matt estaba bien, mejor de lo que imaginé, incluso después de leer su carta. Esa señora estirada, tan inteligente y precavida, dejó cartas para todos, como tonta llorona que soy desde que me quedé embarazada de Ali, quise leerlas todas, incluso la de George, y no con la intención de ser una metida, no, sabía que, en el caso de George, el no seguiría sus consejos, así que lo obligué a jubilarse y a hacer suya la casa de huéspedes de la propiedad en Londres, después de todo alguien la tiene que cuidar, y él es el mejor candidato para ello. Matt me sugirió que la vendiéramos y que como condición el personal seguiría contratado por los nuevos propietarios, pero he dicho no, tal vez a Ali le guste formar una vida en Londres, aunque me parte el alma pensarlo, pero solo quiero lo que ella quiera. Hasta entonces ¡la casa no se vende!

Matt dice que estoy hecha una mandona, pero una mandona de buen corazón. Yo le digo que solo sigo con mis decisiones hasta el final, ya no soy la tonta insegura a la que le da pánico interactuar con hombres demasiado apuestos (aunque no paro de decirle que él es el más apuesto que he visto jamás). Es un celoso, y eso le ha sacado sus primeras canas.

El insiste en llevarme a esos eventos de ricachones, me niego a creerme uno de ellos, jamás hablare con regocijo sobre mis posesiones materiales o sobre los carísimos viajes a los que me lleva mi estirado. Por muy increíbles que sean, son nuestros, nuestros recuerdos. Los atesoro solo para mi familia. Adoro a mi familia, adoro a mi estirado y su sonrisa, sobre todo la que es solo mía.

Tras la hermosa boda y la triste muerte de Liz, tuve que enseñarle la carta de Alex a Eric, estaba tan nerviosa que apenas y la puso ante sus ojos, comencé a llorar como una magdalena. No dijo nada, le llegó a lo más profundo.

Estuvo 3 días sin decir una sola palabra, y estuve a su lado hasta que lo hizo, fue un alivio que la primera cosa que hiciera fuese sonreírme y decir; "Después de todo si sabía dar las gracias". Y fue lo único que dijo al respecto. Pasamos desde el funeral de Liz, hasta el de Alex, y luego directo a esa isla del placer como la bautizó Matt, tras nuestra luna de miel.

Dos hermosos meses, con tragedias y decisiones que tomar. Pero los primeros dos meses del resto de nuestras vidas, juntos.

Adam se mudó con nosotros, reformar el bar de Ray, era una tarea que lo traía muy entusiasmado, eso y arrastrarme en su proyecto, al comienzo no fue muy interesante para mí, pero verlo tan emocionado, tan entusiasta, realmente era contagioso. Así que acabé aceptando, lo ayudé con los menús, con la cocina, con la publicidad, con las entrevistas para adquirir nuevo personal, y la lista sigue, si a este hombre le importaba hasta la marca del papel higiénico, estresante, es ahí donde más similitudes tiene con mi Matt.

A los meses de haber abierto, comencé a notar algo sospechoso, el bar tenía un manager que lo manejara muy bien, pero Adam vivía prácticamente en el lugar. Al comienzo no le di importancia, era su nuevo "bebé", pero el hombre se desvivía por recibir un "Hola" de una chica llamada Janis, era bajita, delgada, humilde, muy seria en el trabajo, pero en sus ratos libres demostraba tener un tremendo sentido del humor. Era mesera y no aceptaba las constantes invitaciones que le hacía Adam, por respeto a él, como su jefe, se veía en la obligación de decir no, aunque estuviera loca por aceptar, se notaba que también le gustaba.

El Contrato II: Rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora