~Capítulo 60~El perfume de la muerte

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En el viento hay aroma a muerte... olor a frio helándote los huesos, pero a yo no sentía absolutamente nada. Estaba conduciendo directo hacia mi muerte, quizás. No me importaba nada, solo vengar lo que le habían hecho a (TN). Nunca más nadie la iba a volver a tocar. Diez minutos después... diez minutos más y la casa que me mencionaron apareció ante mis ojos.

Una de las tantas casas que Choi poseía. Hoy solo existían dos caminos en los que estaba dispuesto a dirigir la vida de (TN). El primero era en que Choi moría y yo quedaba en pie para cuidar de ella por el resto de nuestras vidas, y mi segunda opción era... Choi moría y yo también lo hacía en el intento de acabar con él.

Apreté los puños y cerré los ojos por segundos antes de estacionar mi auto a una distancia prudencial de la casa. Con rapidez tomé armas, cartuchos y equipo de ultrasonido parecido a un pequeño auricular en mi oído. Enseguida, abandoné el auto y caminé en dirección a la casa.

Me esperan. Ellos saben que voy hacia allá. Ellos lo saben muy bien y yo también sé que solo aguardan mi muerte. Pero si muero... me llevo a la mierda a ellos.

Pasos silenciosos. Todo estaba en silencio. Decidí entrar por la puerta principal puesto que era más que natural que también hubiera más francotiradores en esa zona. Silencio... avancé en silencio...

Volteé hacia a un lado con cautela, pudiendo escuchar las voces de dos hombres conversando.

Apreté los dientes y tomé aire antes de dar vuelta y pegar dos tiros sin darles oportunidad a que se defendieran.

-El juego ha empezado—susurré escuchando bullicio al haberse levantado los dos estruendos. Pegué un brinco a la barda y me incliné con rapidez. Unos segundos después dos hombres salieron encontrando a los cuerpos de sus compañeros en el suelo.

Disparé dos veces más sin darles la mínima oportunidad, pero esta vez ya no me escondí. Me dirigí hacia el interior, sin antes disparar directo hacia la izquierda derecha, en donde un tipo apuntaba hacia donde me hallaba.

Seguí caminando en silencio tropezando con algunos hombres que por desgracia habían tomado la pésima decisión respecto a la ruta que deberían cuidar. Cinco hombres a lo largo del pasillo.

Revisé habitación por habitación. Todas vacías. No había nadie. Quizás solo fue una trampa.

-¡Maldito hijo de puta!—grité pateando una de las puertas—

Cálmate Donghae. Tiene que estar aquí... tiene que estar aquí.

Seguí caminando en silencio logrando captar pequeños ruidos provenientes del ala principal. Tomé otra arma con mis manos dejando la que por el momento estaba vacía. Pasos silenciosos mirando a todas partes. Los podía escuchar y ver. Había hombres escondidos tras las cortinas del pasadizo y el muro de la parte derecha, pero ninguno disparaba ni se movía. Tenía razón. Me estaban esperando.

Llegué a la puerta y sin necesidad empujarla, esta se abrió como invitándome a pasar.

-Bienvenido a mi mansión, Lee Donghae—Saludó Siwon.

Él se hallaba sentado con una copa en mano, sobre sofá de terciopelo en el medio de la habitación, en cuyos costados cuidaban dos hombres vestidos de negro y con la vista hacia el frente, dispuesto a matarme por cualquier movimiento en falso de mi parte.

-Te has tardado demasiado—Tomó un sorbo de la copa—Pero al fin has llegado. Y dime... ¿a quién tenemos aquí? ¿A Lee Donghae o solo al miserable que no recuerda ni quién mierda fue en el pasado?—

Daydream. Lágrimas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora