Capítulo 2

3.4K 275 185
                                    

     Corro por la calle intentando adelantar a los transeúntes que mantienen su ritmo errático, pero resulta complicado, sobre todo por el paraguas. Al final decido cerrarlo y gracias a un gesto tan simple consigo avanzar y llegar a la cafetería en menos de cinco minutos. Aunque la verdad es, que ya llego más de media hora tarde. Para colmo me cuesta respirar por la carrera y estoy empapada así que el conjunto resulta de lo más patético.

David está sentado en el rincón de siempre leyendo y hasta que no llego a su lado, no levanta la vista y me mira.

—Lo siento —farfullo intentando coger aire.

—¿Cuál es tu excusa de hoy?

Lo dice con indiferencia y suena fatal porque significa que ya no espera otra cosa de mí. Me derrumbo en la silla de enfrente cabizbaja.

—No tengo excusa. —Apenas he oído mis propias palabras—. Lo siento.

—Ya... bueno. Es lo que hay.

Parece cansado y no sé por qué tengo la sensación de que está cansado de mí. Se acerca el camarero y David sin preguntar pide por los dos. Como hacen las parejas. "Solo que él y yo somos amigos, nada más". A día de hoy casi ni eso.

—¿Qué tal las clases? —pregunto para romper el incómodo silencio.

—Como siempre.

No está dispuesto a colaborar.

Nos sirven los cafés y doy un pequeño sorbo para entrar en calor. Estoy calada hasta los huesos y pronto empezaré a tiritar.

—Dime una cosa. —Me sobresalto al oírle y levanto la vista de mi taza—. ¿Por qué seguimos quedando?

No le entiendo.

—¿Qué quieres decir?

—¿Por qué nos vemos todos los martes y jueves? —insiste.

—Porque somos amigos ¿no?

No me gusta responder preguntas así, creo que siempre tienen trampa.

—¿No tiene nada que ver el hecho de que sólo puedas hablar conmigo de lo que vivimos?

Vale, ya entiendo por dónde va, pero no sé qué espera sacar en claro de esta conversación.

—No voy a negar que me ayuda el poder hablar contigo de ello, pero creo que aunque no hubiésemos participado en el estudio, seríamos amigos.

Frunce el ceño lo que me confirma que no le he convencido del todo. "¿Quiere guerra? Vale".

—Ahora respóndeme tú a esa misma pregunta.

Veo sorpresa en su cara pero inmediatamente recupera la compostura.

—Ari, sabes de sobra porqué sigo quedando contigo.

"¡Ups! Eso me pasa por preguntar".

—Entonces, ¿a qué viene todo esto?

Se encoge de hombros.

—Es sólo que creo que si "él" estuviera, no tendrías ninguna necesidad de quedar conmigo. Yo sobraría en la ecuación.

¿Por qué no dejan todos de nombrar a Neo?

—Eso no es cierto. Además "él" no está. Decidió apartarnos de su vida y ni tú ni yo podemos cambiar eso así que no sé porqué perdemos el tiempo hablando de Neo. Me preocupa más el no soñar con Dani y poder ver cómo están las cosas allí.

Árboles de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora