Capítulo 25

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No más levantarnos, dejamos las cosas preparadas y durante el desayuno les contamos al resto el nuevo plan. Mikael parece más que dispuesto a acompañarnos a buscar a Basquiat y en realidad creo que para él es una excusa perfecta para abandonar este lugar sin mirar atrás. Me apena que deje lo que tiene aquí, su piso, su vida, sin embargo, tengo bien claro que sin él sería mucho más complicado encontrar a la persona que buscamos. Nos despedimos de Luisa, esa mujer silenciosa que se ha preocupado de que tuviéramos comida en la mesa durante estos días. Le agradecemos las atenciones y ella nos da por respuesta una sincera sonrisa.

A media mañana, cargamos las cosas en la furgoneta y me asombra ver que David parece totalmente recuperado. Espero que sea así, ya nos ha dado suficientes sustos en los últimos días. Jamie y yo montamos con Mikael en la parte delantera y el resto se distribuyen en la parte de atrás. Justo cuando el motor arranca, Jonah sale de la casa y se acerca a la ventanilla del conductor. Durante un momento creo que Mikael va a ignorar su presencia, sin embargo después de un sonoro resoplido, la baja y espera a que Jonah hable.

—Solo quiero deciros, que esta casa estará siempre abierta para vosotros. Si tenéis algún problema, si algo sale mal, podéis regresar aquí. —Ninguno decimos nada y él añade—. Cuidaros chicos.

Le hago un leve gesto con la cabeza y Mikael decide no desperdiciar ni un minuto más y emprender viaje. Durante los primeros kilómetros el silencio de la cabina resulta de lo más incómodo, Jamie me mira en repetidas ocasiones como si esperara a que yo dijera algo, sin embargo, hasta que veo que el rostro de Mikael deja de estar contraído, no me animo a decir palabra.

—Imagino que tienes claro a dónde vamos.

Arquea las cejas como si la respuesta fuera de lo más obvia.

—Creo saber dónde está, incluso creo conocer el local al que se refirió cuando habló de ello con... —Carraspea evitando decir el nombre de Jonah—. Bueno, ya sabes. Espero no equivocarme.

—¿Y sabes cuánto tardaremos en llegar? —pregunta Jamie.

Le miro frunciendo el ceño. ¡Qué fácil hablar cuando ya he roto yo el hielo!

—Está bastante lejos, seguramente tengamos que parar a dormir en algún lugar y no lleguemos hasta mañana. Lo cierto es que yo no he estado nunca, pero sí he oído hablar a más de una persona de ese local. Lo que se hace allí... no hay ningún lugar en el Estado parecido.

—¿No puedes contarnos más? —El tono de Jamie es de pura curiosidad.

Mikael esboza una sonrisa torcida y algo me dice que no vamos a ser capaces de sonsacarle nada.

—Ese lugar hay que verlo. Las historias que circulan por ahí... Bah, seguro que la mayoría son mentira. Pero bueno, tendremos oportunidad de comprobarlo.

—Si ese local es fácil de encontrar, ¿para qué necesitamos a ese tal Basquiat?

Miro a Jamie preguntándome cuántas preguntas más tendrá intención de hacer.

—Al parecer tiene contactos dentro del local. ¿Qué pretendes? ¿Llegar allí y anunciar a bombo y platillo que quieres desconectar el chip que tienes en la cabeza?

El tono un tanto hiriente de Mikael hace que Jamie decida no volver a abrir la boca y yo opto por mantenerme callada también. Hay veces que es más soportable el silencio.

Cuando llevamos más de dos horas de trayecto comentamos la posibilidad de detenernos a comer en algún local de carretera y aprovechar para llenar el depósito. No tardamos en encontrar un lugar tranquilo y mientras Mikael se encarga de la gasolina, los demás entramos en el restaurante. Tomamos asiento en una de las mesas junto a la cristalera y aprovecho para observar el ambiente. Por suerte, nada llama mi atención, apenas unos pocos camioneros disfrutando de un merecido momento de descanso y una pareja con un niño de corta edad. Me centro en los demás que examinan con interés las cartas de menú y pienso de nuevo en el gasto que le supone a Mikael sufragar todos nuestros gastos.

Árboles de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora