Capítulo 39

2.2K 186 209
                                    


Miro a Julianna salir del almacén, cargada con varios sacos de comida y me apresuro a ayudarla. Ella no duda en cederme un par de ellos y la sigo camino de la cocina, haciendo un esfuerzo por no dejar caer la mercancía.

—He oído que ya habéis recibido respuesta...

Está claro que las noticias vuelan.

—Sí, esta mañana al revisar el correo, allí estaba. Al parecer contestó poco después de recibir nuestro mensaje.

—Y la reunión es esta noche.

—¿Hay algo que no sepas? —pregunto divertida. No entiendo el fin de esta conversación si ya lo sabe todo.

Apoyamos los sacos en la mesa de la cocina y las personas encargadas de organizar la cocina del mediodía se ponen manos a la obra. Nosotras salimos al exterior y ella me observa con cierta preocupación en su rostro.

—Por ejemplo no sé qué paso con María... —al ver mi reacción se apresura a explicar—. No me refiero al momento de su muerte, sino a por qué estaba retenida.

Recuerdo que pasé por alto los detalles.

—Solo sé una parte de lo ocurrido. Como os conté, tuvimos que pasar varias pruebas para demostrar nuestro nivel de empatía. Pero alguno de los test medía otros parámetros.

—¿Otros parámetros?

Resignada, decido contarle la verdad.

—Al parecer no superó el test de Hare.

—¿Evaluación de la psicopatía? —Hace la pregunta a sabiendas de que ya tiene la respuesta.

—Intenté explicarles, lo relativo de ese tipo de pruebas. Es decir, no superarlo significa que puedes tener una tendencia a la psicopatía, puedes tener rasgos, pero ¡nada más! La gente, asocia al psicópata con un asesino, cuando no todo se reduce a eso.

Julianna asiente.

—Eso es cierto. Hay más psicópatas en nuestro entorno de los que imaginamos. Las personas con psicopatía, son dañinas para su entorno, ya que no tienen una respuesta empática a lo que ocurre a su alrededor. No les importa hacer daño, son narcisistas y egoístas que solo miran por su bienestar, pero en la mayoría de los casos no van más allá.

Sus palabras confirman lo que ya imaginaba.

—Hicimos todo lo que pudimos por ella —respondo con la angustia instalada en la garganta.

—No me cabe duda, cielo. En realidad ha sido una suerte que el resto no corrierais la misma suerte.

Sé que está pensando en Mikael y recuerdo cuando me pidió, que vigilara que no hiciera ninguna tontería. Por suerte, no le perdimos a él. No sé cómo hubiera mirado a Julianna a la cara.

—Bueno, creo que voy a ir al cuarto, a ver si han regresado con la ropa.

Ella asiente y yo regreso al interior de la casa. Hace un rato ya que Mikael y David fueron a buscar ropa de recambio para todos nosotros. Hunter nos facilitó la dirección de un almacén en el que reciclan lo que la gente tira y donde no tienen problema en colaborar con él, ocupándose de abastecernos de todas las prendas y material que podamos necesitar. Al parecer, de ahí, salieron todos los sacos de dormir que están repartidos por las diferentes habitaciones de la casa.

Entro en el cuarto y, tal y como imaginaba, el resto ya están allí, eligiendo prendas del montón depositado sobre una de las camas.

—¿No os habéis pasado? —pregunto viendo la exagerada cantidad.

Árboles de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora