Capítulo 30

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La caída sucede a cámara lenta. Es como si el tiempo se alargara, como si el recorrido de mi cuerpo hasta tocar el agua se hiciera infinito, pero todo llega y el golpe también. El impacto es fuerte aunque la entrada en el mar ha sido buena y durante varios segundos me hundo en las agitadas aguas. Pataleo desesperada, intentando invertir la dirección y me ayudo de los brazos para impulsarme hacia arriba. No es fácil, mis pulmones ya están necesitados de oxígeno y la superficie aún ha de estar lejos. No puedo ver nada, solo las cientos de burbujas generadas por mi propia inmersión, así que braceo desesperada rezando para que el momento no se alargue.

Justo cuando las fuerzas están a punto de fallarme, mi cabeza emerge y boqueo desesperada, necesitada de todo el aire que mis pulmones sean capaces de acoger. Respiro y toso a partes iguales, sin embargo sé que no puedo perder tiempo y miro a mi alrededor intentando situarme. Veo dónde está el muelle y dirijo la mirada hacia el lugar en el que se hundió Neo. Por suerte, estoy cerca, por desgracia no le veo por ninguna parte. Nado hacia el lugar y apenas en unas pocas brazadas he llegado. Aún respiro de forma entrecortada, sin embargo cojo aire y me sumerjo de nuevo, buscando. Repito la operación una y otra vez sin resultado y cuando ya me voy a dar por vencida, le veo, está intentando llegar a la superficie pero el tener los brazos atados, le dificulta el movimiento. Llego hasta él y con un último esfuerzo le empujo hacia arriba. En cuanto su rostro está fuera del agua, peleo por quitarle la mordaza para que pueda respirar mejor y Neo al igual que yo, tose y escupe el agua tragada. Veo que quiere decir algo, pero le resulta imposible. Yo, ni siquiera dedico un momento para alegrarme de que ambos estemos vivos, lo importante es salir del agua cuanto antes.

Sin embargo no hay decisiones que tomar ya que alguien ha decidido por nosotros. Una lancha aparece a nuestro lado y aunque forcejeo, entre varios nos suben a bordo. No tengo oportunidad de protestar, pues antes de poder remediarlo, noto un pinchazo y me veo sumida en un relajante sueño.


Al despertar, me siento de inmediato totalmente alerta. No me gusta estar en manos de nadie y menos tal y como se están dando las cosas. Para mi sorpresa, no estoy en la habitación de siempre a oscuras, sino en una pequeña sala, sobre lo que parece una camilla de hospital. Alguien se ha deshecho de mi ropa y ahora llevo puesto un camisón de esos que se atan por atrás. No entiendo nada. En el cuarto no hay nada más y ya estoy dispuesta a levantarme para aporrear la puerta, cuando esta se abre y aparece Claire.

—Ya has despertado. ¡Qué bien! ¿Cómo te encuentras?

Lo tiene que preguntar de broma.

—¡Genial! Casi me ahogo, me habéis sedado y ahora estoy aquí. ¿De qué va esto? Y ¿dónde está Neo? Como le hayáis hecho algo, te juro que...

—¡Ey, tranquila! Tu novio está perfectamente y no le va a pasar nada.

Es gracioso que diga eso después de que le hayan lanzado al agua para deshacerse de él.

—¿Cómo quieres que te crea cuando habéis intentado matarle?

Claire suelta una carcajada que resuena entre esas cuatro paredes.

—¿Todavía no lo has pillado? ¡Te estábamos poniendo a prueba! Una última prueba, que te llevara al límite. Y puedo decir que la has superado con creces. ¡Has sido capaz de saltar al agua teniendo vértigo! ¡Me has sorprendido de verdad!

Mi cara debe ser todo un poema. ¿Está diciendo que solo me estaban probando? ¿Que en realidad no tenían intenciones de matar a Neo?

—Esto es enfermizo.

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