Capítulo 3

3.3K 274 262
                                    




 Llego a casa medio sonámbula y me encierro en mi cuarto. Necesito pensar. Me quito las botas con los pies y me tumbo sobre la cama mirando al techo.

No sé por qué me he bloqueado de esa manera, quería huir aunque ni siquiera se tratara de Neo. Solo con oír su nombre, ¿acaso no puedo enfrentarme a él? Ahora que estoy un poco más tranquila me doy cuenta de que he sido una tonta. Durante todo este tiempo he esperado tener alguna noticia de él y cuando se presenta esa oportunidad, le cuelgo el teléfono a Walsh.

Mi móvil vuelve a sonar y me levanto de un salto para rebuscar en mi bolso pensando que quizás sea el profesor intentándolo de nuevo. Pero es David.

—Hola.

—Hola Ari, ¿qué haces?

—Darme golpes contra la pared —digo sin pensar.

—¿Qué?

—No, nada. Cosas mías.

Silencio al otro lado de la línea.

—Ya... te llamaba porque mañana... no puedo quedar.

—Oh, vaya...

Tenía que pasar tarde o temprano.

—Me han invitado a una exposición y la verdad es que no quiero perdérmela. No te importa, ¿verdad?

Recuerdo cuando visitamos el museo, cómo disfrutó hablándome de los cuadros y de su madre...

No tengo ningún derecho a quejarme cuando la mitad de los días que quedamos me olvido de él. Aunque también podría invitarme a ir, cosa que no ha hecho...

—No, claro. Ya quedaremos otro día. No hemos firmado ningún contrato que nos obligue a vernos.

—Bien, porque Mara lleva días hablando de ello y no me lo perdonará si no la acompaño.

¿Mara? Una alarma resuena en mi cabeza.

—No me has hablado de ella...

Mejor, porque no la conozco pero ya la odio.

—Ah, bueno. Es una compañera de Anatomía Forense, ya te la presentaré un día de estos.

Parece animado y eso hace que me sienta aún peor.

—Vale. Ya me contarás qué tal. —Mi voz suena apagada.

—Si quieres podemos quedar el viernes.

¿Lo hace por cumplir o realmente quiere verme?

—No tienes por qué quedar si no quieres.

—Ey, no digas eso, somos amigos, ¿no?

Una punzada de dolor me atraviesa el corazón.

—Si claro. Ya hablamos.

Cuelgo y mi primer impulso es lanzar el teléfono contra la pared. Por suerte me lo pienso dos veces y no lo hago. A día de hoy no podría permitirme otro móvil.

Vaya día, primero Walsh y ahora David... ¿Quién será esa tal Mara? Por eso no me ha invitado a ir, porque va con ella. Seguro que es guapísima y estudia medicina como él. ¡Genial! Lo peor es que no sé por qué si yo digo que somos amigos me siento bien, pero si es él el que lo dice, me da tanta rabia.

De todas formas, igual es lo mejor, aunque me duela. Que cada uno salga con otras personas. No puedo pedirle que me siga esperando cuando no sé si algún día podré estar con él. No es justo, así que tendré que hacer como si nada y comportarme como una buena amiga. Aunque me cueste.

Árboles de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora