Lunes 15 de septiembre de 2014. Localidad de Kobane, República Árabe de Siria.
Por aquellos días los pasillos del edificio municipal y administrativo de la ciudad de Kobane, ubicado frente a la plaza central, engendraban un torbellino de personas que, con rostros preocupados, circulaban de un lado a otro con documentos en sus manos. Los papeles que llevaban consigo, iban a parar directo a las trituradoras de papel. Administrativos, secretarios y políticos, vaciaban los múltiples archiveros de toda documentación pública con el único objeto de destruirla. Los kilos y kilos de papel triturado y junto a toda información sensible que corría riesgo de caer en manos del enemigo, luego de ser clasificada, era arrojada a los barriles de combustible que ardían en las afueras del edificio. Las oficinas eran desmanteladas y su fornitura arrastrada hacia la calle, donde una multitud abrasiva esperaba hacerse con algún mueble de aquel edificio administrativo. La tan preciada calma que hasta ese entonces se había vivido en la ciudad, comenzaba a ser desplazada por un sentimiento de desesperación y caos.Las noticias y los rumores se habían esparcido como polen en el aire. A juzgar por los cientos de refugiados que ingresaban a Kobane diariamente, a través de la autovía sur, el pánico generalizado comenzaba a irradiarse en una región que hasta ese entonces había estado tranquila. Las aldeas y los pueblos circundantes a la gobernación de Kobane, empezaban a ser desalojados y evacuados, con el único objetivo de huir de la peste en camino. Rumores que hablaban sobre el avance del Estado Islámico hacia la región noroccidental de Siria, habían provocado un éxodo masivo que se reflejaba en centenares de personas huyendo a pie sobre las carreteras. Nadie quería quedar a merced de esa máquina asesina con banderas negras que parecía arrasar todo a su paso. Kobane, era el único lugar donde podrían encontrar refugio. Al menos, por un tiempo.
El Coronel y comandante Abu Nasih, máxima autoridad militar del Regimiento de peshmergas V, estancado en Kobane, se abrió paso entre la multitud que rodeaba a la municipalidad. Escoltado por su guardia personal, atravesó el gentío y caminó hacia las escalinatas del edificio gubernamental. Desde lo alto de estas, observando con ojos cargados de pesimismo, el Ministro del cantón de Kobane, Enwer Muslim, recibió al condecorado Capitán.
—Menudo día, ¡eh! —Dijo el viejo en dirección a Enwer cuando cruzaban el umbral de la enorme puerta del edificio y dejaban atrás el griterío de la multitud.
—Por cómo viene la cosa, parece que nos esperan muchos peores, Coronel.Ambos subieron la escalera del hall central rumbo a la primera planta de la municipalidad. El político abrió la puerta de su despacho y luego de que pase Abu, ingresó también al recinto. La guardia personal del peshmerga, se posicionó firme a las afueras del cuarto. En el interior, el despacho había sido casi desmantelado en su totalidad, tan solo adornaban la sala un escritorio Luis XV y tres cómodos sillones, uno en el que ya tomaba asiento Enwer y otros dos de frente al buró y el gran ventanal que se erigía por detrás.
— ¿Qué dice el último reporte, Coronel? —Preguntó el político acomodándose en su sitio.
—El panorama es oscuro como la noche, Ministro. Ya tienen en su poder la localidad de Ayn Issa, y se espera que pase lo mismo con Sarrin durante los próximos días —Dijo Abu y fue notando como el rostro de Enwer engendraba la más pálida desesperanza—. Pero eso no es todo, en la madrugada de ayer tomaron la represa hidroeléctrica de Tishrin, por lo que no sería raro que en las próximas horas esta horda de desquiciados nos deje sin luz.
—Esos pueblos están muy cerca, eso quiere decir...
—Quiere decir que tenemos al enemigo a 80 kilómetros de aquí y sigue avanzando sin que nadie lo pare.
—Pero qué hay del Ejército sirio, o los rebeldes, no sé...
—Olvídese de ellos, Ministro, están muy ocupados combatiéndose entre sí por el control de Alepo.
— ¿Y nuestros refuerzos, el Regimiento VII? ¡Alguien tiene que ayudarnos!
—Tampoco. Recién esta mañana pude comunicarme con el Teniente Azwer y al parecer no la están pasando mejor que nosotros, no hay ninguna posibilidad de recibir ayuda del VII. Por el momento, debemos conformarnos con nuestro Regimiento y los milicianos. Anoche, 80 hombres pudieron cruzar el charco y no tuve más remedio que enviarlos como refuerzo a Sarrin. Según mis informantes, van a arribar unos cuantos milicianos más del YPG en los próximos días.
—Son solo milicias, Coronel, no son más que fanáticos armados, no es suficiente... Necesitamos peshmergas.
—Pues ya le dije que es imposible recibir profesionales. La única alternativa sería que los kurdos iraquíes nos envíen una parte de sus regimientos, pero eso no es posible mientras las rutas hacia Irak estén cortadas por los yihadistas. Además, nuestros camaradas en Erbil están ocupados planeando una ofensiva hacia el centro de Irak, no creo que les preocupe mucho nuestra situación.
—Esto es peor de lo que creía —Aseveró Enwer mirando en derredor, su pulso ya comenzaba a temblar—. ¿Qué sucede con las localidades de Tell Abiad y Ras al-Ayn? ¿Quién está a cargo de su defensa?
—Como le dije, en este momento los restos del Regimiento VII están asentados una parte en Suluk y otra en Tell Tamer; contamos con la pericia del joven Teniente Azwer para que defienda esa zona.
Enwer Muslim se acomodó en su silla. Las últimas palabras de Abu parecieron generarle un frío que se extendió a lo largo de su columna. En su larga carrera como político, se había acostumbrado a encontrarle siempre aspectos positivos a cualquier cosa, incluso a tragedias, pues para él se trataban de cambios forzados. Pero ahora, lo que aquella autoridad militar le revelaba, no tenía ni una pizca de positivo.
—Coronel, déjeme preguntarle algo; en el hipotético caso de que Azwer pierda su posición... ¿Qué pasaría con nosotros?
—Pues estaríamos totalmente rodeados.
El político lanzó un suspiro para luego llevarse su mano a los labios y ocultar su rostro de preocupación. Kobane pendía de un hilo, y lo sabía. ¿Qué haría con toda esa masa de refugiados que llegaban a la ciudad buscando la salvación? Después de todo, él estaba a cargo. Por lo menos, hasta entonces. Se inclinó nervioso sobre el escritorio y con manos temblorosas tomó la única hoja de papel que yacía sobre la mesa. Acto seguido, sacó una birome del bolsillo de su camisa, la apoyó sobre el documento y en un mismo movimiento le alcanzó la hoja a Abu, quien observó el gesto con curiosidad.
— ¿Qué es esto, Ministro? —Preguntó antes de tomar la hoja.
—Coronel... esto es un traspaso de poder —Respondió sin mirarlo a los ojos—. Dadas las circunstancias en las que nos encontramos, estoy entregándole la suma del poder público de Kobane. A partir del momento en que firme el documento, se convertirá en la única autoridad de la ciudad y la región.
Abu se quedó perplejo. Sus ojos se paseaban por el rostro desesperanzado de Enwer, no así por el documento que este último le había entregado.
—De ninguna manera, Ministro. No tengo la capacidad suficiente para administrar una ciudad al mismo tiempo que comando un ejército y la milicia.
—Coronel, piénselo mejor. Tarde o temprano el Estado Islámico estará ante las puertas de la ciudad y le aseguro que será necesaria una autoridad militar para contener este desmadre.
—Pero no en este momento, Ministro —Aseguró Abu Nasih poniéndose de pie—. Ahora mismo hay civiles en pánico por toda la ciudad y necesito que usted lleve la calma a las calles. Hable con la gente, Enwer, tranquilícela, dígales que todo va a salir bien. Y en el caso que las cosas se compliquen más de la cuenta, firmaré el documento. Pero no ahora, no es el momento.
—Coronel, por favor, mire a su alrededor. He ordenado desalojar el edificio y quemar los documentos, estamos tirando todos los muebles por la borda... ¿Acaso no se da cuenta? ¡El barco se está hundiendo!
—Si lo he visto, y me parece una excelente medida aunque un tanto precipitada y paranoica. Pero aproveche esta iniciativa para que todo político de este edificio salga a la calle a estar donde tiene que estar, junto al pueblo.
Enwer bajó la mirada algo derrotado. Aquel viejo Coronel tan noble pero a la vez tan terco, era infranqueable. Mientras se acomodaba su uniforme, firme e impasible, Abu volvió a tomar la palabra.
—Ministro, le sugiero que utilicen las oficinas vacías de este municipio y comiencen a aprovisionar alimentos y agua. Con todas las rutas de abastecimiento cortadas, en pocas semanas comenzará la escasez...
![](https://img.wattpad.com/cover/55944132-288-k75646.jpg)
ESTÁS LEYENDO
OPERACIÓN TEMPESTAD #Wattys2016
Action"El hombre jamás podrá saltar fuera de su sombra". Proverbio árabe. Joachim Kahler es un contratista militar privado que alguna vez supo pertenecer a un ejército profesional. Sin embargo, su tormentosa vida lo fue llevando por caminos oscuros hasta...