Lyov Zhukovsky, había aprendido con sutileza a desplazarse tras las líneas enemigas. El hombre entrenado bajo las duras condiciones físicas en el SPRETSNAZ GRU, había sido instruido por los mejores maestros en el arte de moverse entre enemigos. Sus técnicas de camuflaje, su visión del escenario transformada en un mapa mental, su memoria precisa de los movimientos enemigos, eran las cualidades que Lyov supo utilizar a su favor. Así, puso en práctica su disciplina en Selibiyê. Durante más de dos días, estuvo tras las líneas enemigas, aguardando el momento preciso para volver. Por si eso fuese poco, sobre su hombro cargó el cuerpo herido de Rehana. A quien rescató de la devastada línea este, luego de desobedecer su orden. A Kahler no le importó en lo absoluto, nada era tan asombroso como tenerlo de vuelta.
Durante aquella tarde en la que habían defendido el pueblo de Selibiyê, minutos previos al atentado suicida y posterior a la discusión con Kahler, Lyov se fue. Desobedeció la orden y se escapó en búsqueda de la guerrillera kurda. Su corazón sabía que la joven estaba en peligro y él iba a hacer lo que estuviera a su alcance para protegerla. Así fue nomás que, sigilosamente, se escapó del puesto de observación y corrió a toda velocidad las calles que lo separaban de Rehana. Avanzó en medio de una deserción completa de las líneas defensivas. Distintos carros cargados de explosivos, estallaban sobre los puestos de control y el campo de batalla se había convertido en un completo desmadre. En su camino, se topó con milicianos que huían en casi cualquier dirección, se replegaban desprolijamente hacia algún punto de reagrupación. Pero el ruso, siguió el rumbo contrario.
Cuando llegó al sitio, temió lo peor. Aquel lugar era una calamidad. Había acontecido una batalla siniestra y sanguinaria. Incluso, todavía se sentía el olor a pólvora desperdigada en el ambiente. Había cadáveres por doquier. El ruso caminó entre los cuerpos y escombros, cauteloso de que el enemigo siguiera en la zona. La tremenda explosión de aquel coche-bomba se había llevado la vida de unos cuantos milicianos y también las estructuras que lo rodeaban. Lyov caminó entre desperdicios y fierros retorcidos durante más de una hora, hasta que al fin encontró a Rehana. La joven, sepultada entre bloques de concreto, parecía desvanecida. Tenía una herida de bala en su espalda, un brazo roto, y había perdido bastante sangre. Bajo una fina capa de polvo, su rostro estaba pálido como la nieve y su pulso era escalofriantemente débil. En cuanto pudo, la cargó sobre sus hombros y se marchó de allí. Sin embargo, para aquel entonces, los kurdos ya se habían retirado de Selibiyê. Los últimos camiones ya habían puesto marcha rumbo a Kobane, tan solo minutos atrás. Lyov y Rehana quedaron solos tras las líneas enemigas. Pero el ruso no se daría por vencido. Si fuera necesario, volvería a pie hasta el centro de Kobane.
Las patrullas islámicas ya controlaban la zona y, sin poder eludirlas, tuvo que encontrar otra opción. Pasó la noche y parte de la mañana, en una vivienda abandonada del pueblo. Sin pegar un ojo en momento alguno, se dedicó a sanarle las heridas a la joven. Él cuenta como Rehana resistió con fuerza. La valiente kurda no dejaría la vida tan fácilmente y él impediría su muerte a toda costa.
Afuera en las calles, las brigadas del ISIS habían plagado la zona. En lo que duró la noche y la mañana, decenas de vehículos cargados de extremistas se paseaban por los alrededores. Algunos saqueaban las casas en búsqueda de objetos de valor, otros montaban guardias y preparaban el terreno para las Divisiones que venían atrás. Lyov supo que era cuestión de tiempo para que los encontrasen. Así fue que decidió cargar el cuerpo herido de Rehana una vez más en sus hombros y seguir camino hacia la línea kurda. Eludió varias patrullas. Algunas estuvieron muy cerca de verlo. Pero el francotirador era precavido. A las pocas manzanas se vio obligado nuevamente a detenerse. Los enemigos estaban por cualquier lado. Selibiyê ya era un reducto de la vanguardia yihadista y se proponía a acobijar a las Divisiones más numerosas del Estado Islámico.
ESTÁS LEYENDO
OPERACIÓN TEMPESTAD #Wattys2016
Action"El hombre jamás podrá saltar fuera de su sombra". Proverbio árabe. Joachim Kahler es un contratista militar privado que alguna vez supo pertenecer a un ejército profesional. Sin embargo, su tormentosa vida lo fue llevando por caminos oscuros hasta...