XXIII. DOS CAPITANES Y UNA NAVE

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La multitud iracunda pareció serenarse por algunos instantes. Algo captó su atención desde donde provenía la flotilla yihadista. Algunos dejaron de correr en la dirección opuesta y se frenaron a ver lo que sucedía. Lo que parecía ser una segunda flota de vehículos se dirigía perpendicularmente hacia los yihadistas para interceptarlos. Aquella segunda caravana, encabezada por dos Hummer norteamericanos y seguida por un puñado de pick ups del YPG, se aproximaron por el flanco a las camionetas yihadistas a puro disparo. Desde las camionetas, varios milicianos accionaban sus fusiles y carabinas por las ventanas, y desde los Humvees la ametralladora .50 tronaba a puro escarmiento asestando a las carrocerías yihadistas.

— ¡Son ellos! —Gritó Lucía sonriente con su pelo empapado por la lluvia.
A su lado, Carlos contemplaba la estrepitosa escena sin poder creer lo que veía sobre el visor de su cámara. Los contratistas militares más un puñado de milicianos habían reaparecido desde la nada para llevar la calma.

De frente a la marea de civiles ahora esperanzada, a tan solo doscientos metros, la extraña batalla motorizada parecía apenas comenzar. De repente, como si de un grito de gol se tratara, la multitud elevó sus puños al cielo. Uno de los dos Humvees había embestido de frente el lateral de una camioneta yihadista, haciéndola volcar luego por los defectos del terreno. Sus ocupantes en la cajuela, volaron por los aires cayendo desperdigados al suelo en una escena realmente cruenta. Pero como si eso fuese poco, aquellos que a duras penas pudieron levantarse fueron enseguida arrollados por otra camioneta rebelde del YPG. Una imagen salvaje. Para sorpresa de todos, luego de aquel impacto con sus defensas, el indestructible Hummer retomó su marcha hasta otro objetivo.

Aquel extraño combate de una singularidad pocas veces vista, era lo más parecido a las competencias de demolición Derby, donde los autos se chocan hasta destruirse. Quizás, la única diferencia era que mientras trataban de chocarse también se disparaban a muerte. Parecían conducir en círculos al tiempo que por las ventanillas asomaban los caños de sus fusiles abriendo fuego. Por unos instantes, los yihadistas parecían tomar distancia y querer alejarse del combate, pero sus atacantes los perseguían en una balacera fulminante.

A bordo del segundo Humvee, Warlock rechinaba los dientes al tiempo que jalaba del gatillo de la estruendosa Cal.50. Con sus disparos había logrado abatir a los ocupantes de una de las camionetas que ya vagaba sin rumbo. Por su parte, en el primer Humvee, con la mitad de sus cuerpos fuera de las ventanillas, Kahler y el Doc, disparaban sus fusiles tratando de asestar entre tanto movimiento brusco. Era casi imposible. Los vehículos saltaban ante cada imperfección del terreno. No obstante, Jo logró asestar a uno de los yihadistas que, sujetado a la ametralladora de la cajuela, disparaba en ráfagas letales. Los terroristas comenzaban a apreciar la potencia de aquellos dos vehículos blindados que los asediaban.

Entre lluvia, barro, muertes, vehículos y disparos, la aniquilada flotilla yihadista finalmente pareció retirarse. Con sus vehículos destrozados y menos de la mitad de sus ocupantes en su interior, se volvían hacia las líneas de Daesh derrotados. Lejos de acabar allí, la flota defensiva los persiguió hasta el último metro del terreno. Amedrentados por aquel sorpresivo ataque, una de las camionetas enemigas totalmente fuera de control a causa de un neumático pinchado, se estrelló de lleno contra la cerca limítrofe. Y, en cuestión de segundos, miembros del ELS no tardaron en bajarse de los vehículos y ajusticiarlos. Ya no habría piedad para con el enemigo. La compasión era cosa del pasado. Aquellos dementes habían cruzado una línea en el momento que eligieron atacar civiles. Pues no volverían fácil.

Hacia el final de la batalla motorizada, de las nueve camionetas repletas de yihadistas que habían sido destinadas a acabar con los civiles, solo retornaron tres. Humeantes, con sus neumáticos reventados y sus parabrisas astillados por los disparos, pudieron alcanzar las líneas islámicas. Así, tras el encierro de la sexta camioneta y la posterior exterminación de sus ocupantes a manos del YPG, la flota defensiva volvió victoriosa hacia la marea de gente que aguardaba expectante en cercanías al destacamento fronterizo.

OPERACIÓN TEMPESTAD  #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora