XI. PRESA SUELTA

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Reunido con sus cinco agentes, más Nicholai y la miliciana del YPJ, Lyudmila; alrededor del capó del Humvee, Kahler trataba de planificar aquel nuevo operativo. El mensaje de auxilio enviado por el Regimiento V de Abu Nasih, no sorprendió a nadie y mucho menos al Capitán. A pesar de su advertencia, aquel retorcido peshmerga había enviado su tropa a dónde ningún buen comandante en su sano juicio lo hubiera hecho jamás. Y ahora, el cuerpo de infantería especializada de Kahler debía acudir en su auxilio.

—La unidad del Coronel se encuentra en este punto, a escasos diez kilómetros de nuestra posición actual —describió Kahler apoyando su índice sobre el mapa que reposaba en el capó del Humvee.
— ¿Con qué situación nos vamos a encontrar cuando lleguemos? —Preguntó el corpulento Warlock.
—Eso es imposible de saber. Ahora mismo, los hombres del Coronel podrían estar combatiendo a dos pelotones, o solamente acorralados por fuego de morteros. O ambas —sostuvo Jo con extraña dubitación—. Sea lo que sea, no vamos a arriesgar a nuestros peshmergas en un escenario del que poco conocemos.
—No entiendo. Entonces, ¿vamos a ir a ayudarlos o no?
—Vamos a ir. Pero no vamos a llevar a todos los hombres.
— ¿Solo una parte? —Inquirió Lyudmila.
—Mientras menos hombres llevemos, más rápido los sacaremos de allí. La idea es vaciar nuestros camiones, subir cuatro hombres de los nuestros por cada vehículo, llegar al área, subir al Coronel y su tropa y largarnos de allí cuanto antes.
—Eso quiere decir que no combatiremos.
—Exacto. El Coronel acaba de agitar el avispero, lo que menos queremos en este momento es atraer más avispas a la zona.
—Bien. ¿Cómo nos dividimos entonces?
—Warlock, Lyov y Ramírez, me acompañarán en el primer camión. Mientras que Myros, el Doc y Nicholai irán en el segundo. Teniente —dijo Kahler dirigiéndose hacia el peshmerga—, consígase un francotirador del cuerpo especializado para que los acompañe. En cuanto a ti, Lyudmila, te quedarás con el resto de mis hombres y los milicianos aquí en Selibiyê.
— ¿No voy a ir?
—Negativo. Lo mejor es que te quedes protegiendo esta zona —Soltó Jo, envolviendo el mapa nuevamente—. ¿Alguna otra pregunta?
—Jo, los camiones Unimog no son blindados, creo que sería peligroso meternos con estos en medio de un fuego cruzado —Opinó Nicholai con algo de razón.
—Buen punto. Eso es cierto. Teniente, consiga cuatro o cinco hombres fuertes y pongan aquellos planchones de hierro en los laterales de las bodegas. Warlock, dele una mano al Teniente.
—Sí, Capitán.
—El resto venga conmigo, necesitamos montar dos ametralladoras pesadas por camión y unas cuantas rondas de munición. Y tenemos solo diez minutos...

Los dos camiones de rescate partieron de Selibiyê atravesando los ríos de agua en los que se habían convertido los caminos rurales. Hacía más de ocho horas que las precipitaciones no daban respiro. Aquello ya parecía una especie de diluvio universal de tiempos bíblicos. Una abundante cortina de agua embarrada, salía despedida hacia los laterales de la carrocería por cada charco que atravesaban. El Capitán Kahler conducía entre dientes el primer furgón Unimog, pisando con fuerza el acelerador en segunda marcha. En el asiento de acompañante, Warlock viajaba con la ventanilla baja y medio codo fuera del vehículo, sin importarle demasiado mojarse. Parecía un perro embelesado que lo sacaban a pasear. Jo, comenzaba a creer que aquel tipo era un adicto a la adrenalina. Pues no estaba muy errado. Mientras tanto, en la parte trasera del camión, Lyov y Alex Ramírez acondicionaban las dos ametralladoras soviéticas PKM, calibre 7,62mm. Aquellas pesadas piezas de apoyo, habían sido montadas improvisadamente sobre el lateral derecho del Unimog, por entre los planchones de hierro que reforzaban la carrocería. A través de un hueco en la loneta, Lyov y Alex podrían disparar sin mucho riesgo de ser asestados, mientras rescataban a los hombres del Coronel. Tan solo esperaban que eso funcionase.

En el segundo camión, conducido por Nicholai, el canadiense Blake Campbell —alias "el Doc" — junto al griego Myros Sefakis, hacían lo propio con las ametralladoras. En un incesante tambaleo del vehículo, trataban de colocar la munición necesaria en la alimentación del lado derecho de la PKM soviética.
—Será la primera vez que manipulo una de estas —Soltó Myros introduciendo la cinta de munición en la carga.
—Esperemos no llegar a esas instancias —Agregó el canadiense con rostro de preocupación.
—Tranquilo Doc, recuerda lo que dijo el Cap; entramos rápido y nos vamos rápido.
Su compañero le devolvió una mirada un tanto escéptica. No obstante, dejando atrás la polémica, continuó con su labor.
— ¿Alguna vez habías visto un arma que eyecte los cartuchos por la izquierda? Estos rusos sí que hacen todo a contramano.
—Trata de no decir eso enfrente de Lyov.
—Seguramente me diera la razón. Es un buen ruso, pero aun así es bastante crítico hacia su cultura.
—No lo conozco, Doc.
—Ya tendrás tiempo para hacerlo.

OPERACIÓN TEMPESTAD  #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora