XXIV: EL ÚLTIMO CASTILLO (Final Parte I)

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"Una vez más en la lucha,
hacia la última batalla que jamás conoceré,
vivir y morir en este día
vivir y morir en este día..."

En pequeños grupos se dividen, tomando posiciones distintas, algunos sobre la planta baja, otros sobre la azotea; pero todos enarbolando la misma bandera: luchar hasta el final. Sin temerle a la muerte, los leones de La Rojava muestran los dientes a sus adversarios, advirtiéndoles que antes de entregar su tierra, batallarán hasta el último suspiro.

De pie en la azotea, el Capitán originario de los confines del mundo, levanta sus ojos al cielo. Un firmamento oscuro y borrascoso le envía condolencias en forma de finas gotas que empapan sus pómulos. Miró su reloj: 23.34 horas. Tripulación lista y en sus puestos. Avería de timón y casco, nave a pique. Dos Capitanes hunden una nave y, si ésta efectivamente se hunde, entonces el Capitán se hunde con su barco.

Se aproximó a paso lento pero firme en dirección al parapeto de la terraza del hospital. Su castigado cuerpo de infantería especializada, 43 peshmergas sanos pero empapados por la lluvia, aguardaban acuclillados de espaldas al terraplén de la azotea, con sus fusiles listos y con miradas determinantes. El silencio era espectral. Nadie hablaba. Solo el ruido de la incansable lluvia convertía aquellas escenas lejos de lo que fuera una película muda.

El Capitán Joachim Kahler, acarició la superficie de un Cañón del Infierno, aquellos montados por Ibrahim sobre la terraza del centro médico el día anterior. Improvisados tubos de hierro sólido, similares a las bombardas de tiempos medievales, anchos y cortos, apuntaban desde la azotea hacia la plazoleta frente a la fachada del hospital. Allí por donde los oscuros vendrían a por ellos. Y no tardaron en aparecer, como lobos desde las penumbras.

El primer tanque yihadista reapareció entre la oscuridad de la noche en medio de aquella plaza. Un segundo blindado se le puso a la par con su cañón apuntando hacia los muros del hospital. En aquella noche lluviosa, sus motores rugían con furia echando al aire bocanadas de un humo denso y gris, casi como si se tratara de toros enfurecidos. Se preparaban para embestir y desguazar con sus proyectiles la fachada de aquel centro médico. En medio de la plaza, a solo setenta metros del acceso en escalinatas al hospital, finalmente sus carrocerías se detuvieron. Por detrás, podía distinguirse las sombras oscuras de la infantería yihadista, quienes tomaban posición a resguardo amparados por la monumental carrocería de esas fieras enfurecidas. Y entonces, tras un grito agarrotado, el principio del final comenzó.

Un fogonazo estruendoso anunció el comienzo de la última escaramuza. El proyectil del tanque T55 colisionó contra los muros del primer piso, haciendo retumbar hasta los cimientos mismos de aquella edificación. El segundo bombazo del último T55 explosionó sobre las habitaciones del nivel superior, llevándose consigo la vida de casi una decena de milicianos parapetados. Era la recarga. Era el momento.
— ¡Ahora! —Exclamó Kahler con ojos enfurecidos.

Como si de viejos tiempos se tratara y de aquellos cañones de navíos que asoman por las troneras, los Cañones del Infierno asomaron por el parapeto de la terraza, luego de que algunos peshmergas jalaran de la soga arrastrando sus estructuras de ruedas. Una descarga vehemente de cinco bombardas encontró su final impactando contra las carrocerías de los T55. En solo fracción de segundo, la contundente y fogosa explosión que tuvo lugar iluminó los rostros de los defensores asomados por entre las hendijas. De aquellos últimos tanques yihadistas, solo quedaron fierros candentes y cenizas difuminadas en el aire.

Solo segundos luego, como si el cuerno de batalla hubiese sido aquel trueno que resonó en los cielos, una marea de infantería oscura se precipitó en corridas hacia los muros del hospital. Y así daba comienzo el asedio al último bastión kurdo... el último castillo.

OPERACIÓN TEMPESTAD  #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora