Las buenas noticias llegan rápido, pero las malas viajan todavía más pronto. Encerrado en su sala de comando, en el ayuntamiento municipal de Kobane, Abu se tomaba la cabeza en lamentaciones que traducía con un constante malhumor. Durante todo el día había estado recibiendo informes sobre el debilitamiento de las líneas del frente y su precaria situación. El entramado de aldeas circundantes a la ciudad que aun mantenían en su poder, parecía a punto de desgarrarse. Y, de caer esa circunferencia protectora de Kobane, no quedaría más que batallar casa a casa en las calles de la ciudad. Sus oficiales habían ingresado en su despacho de manera constante, reportando la difícil realidad que se vivía en casi todos los frentes de combate. Aquello suponía un dolor de cabeza para el Coronel. Su mapa desplegado sobre la mesa estaba lleno de cruces rojas y garabatos que representaban el repliegue de varias unidades. Su mente no tardó en transformarse en un hervidero.
Al este de Kobane, sobre un pequeño poblado, una pequeña brigada de milicianos había sido exterminada por completa contabilizando al menos 23 muertos. En el sureste, las posiciones más fuertes que habían mantenido bajo control hasta ese momento, se vieron obligadas a abandonar tres aldeas ante las constantes embestidas de coches bombas. Uno de esos episodios, se cobró la vida de 7 soldados peshmergas y 9 milicianos del YPG, 3 de ellos mujeres. Valientes guerreras que perecieron luchando contra cobardes que explosionaban sus vehículos en las garitas de control.
Por su parte, el oeste no quedaba exento del desmadre en que se había convertido la defensa de La Rojava. Aquellas posiciones defendidas únicamente por milicianos del YPG y guerrilleras del YPJ, habían sucumbido ante un regimiento del ISIS que se presentó con vehículos blindados. Los vagos reportes que llegaban, indicaban que una brigada de al menos un centenar de yihadistas había cruzado el Éufrates desde la localidad de Jarabulus. Los informes de bajas todavía no llegaron a sus manos, pero estimaba el número en, por lo menos, 30 milicianos muertos durante las últimas 48 horas. Por si esto fuera poco, el emplazamiento yihadista de varias piezas de artillería sobre el valle, diezmaban los poblados de la zona transformando la lucha en una constante lluvia de bombas. Kobane, debía reaccionar.
Las condiciones eran caóticas en todos los poblados cercanos a la ciudad. Kobane temblaba ante un Estado Islámico que durante los últimos días pareció cambiar de estrategia. Sus movimientos de brigadas eran cada vez más inteligentes, más veloces y menos predecibles. Ya no se veían carreras letales lanzadas a la picadora de carne kurda, ahora coordinaban tácticas de combate moderno y parecían aprender de sus errores. Tendían emboscadas, saboteaban recursos, pero por sobre todo, la tan fatal propaganda islámica parecía mermar la moral kurda como si de una pileta pinchada se tratase.
Quizás, la única posición que no había retrocedido un solo paso, fue la del suroeste, en el pueblo de Misher. Aquella posición de la que nunca tuvo esperanza, permanecía comandada por el mercenario Kahler y Lyudmila. Para su sorpresa, los informes que sus oficiales traían de la zona eran exultantes. No reportaban casi bajas durante los últimos días y seguían manteniendo su posición firme como rulo de estatua. Los reportes eran exquisitos, aquellos hombres y mujeres destinados al suroeste habían destruido cuatro carros blindados, entre ellos un tanque T55, y provocado bajas alarmantes en las filas terroristas. Increíblemente, tampoco en ningún momento reclamaron apoyo o suministro. Parecían autoabastecerse, vaya a saber uno de qué forma. El Coronel peshmerga se sentía orgulloso de aquella posición. Aunque aun así, no ponía un solo gramo de confianza sobre el mercenario Kahler, ni tampoco sobre el carácter de la guerrillera.
Sin embargo, lo que posaba ante sus ojos en el mapa, no era bueno. Todo el mérito que podría habérselo atribuido a la defensa suroeste, debía quitárselo por los desaciertos militares de los otros frentes. Con los bloques defensivos sureste y oeste en pleno repliegue, los hombres de Kahler junto a Lyudmila, corrían el riesgo de quedar rodeados. Inexorablemente, debía hacerlos retroceder también. Menuda sarta de idioteces. Abu lanzó un puño a la mesa aboyando parte del mapa. El funcionamiento de la línea debía ser único y unánime o todo el bloqueo se vendría abajo en un par de días. Maldijo en susurros al tiempo que se acariciaba el bigote, con sus ojos clavados sobre el mapa. Pensaba y rebuscaba la mejor estrategia posible para revertir esa difícil situación. A continuación, caminó unos pasos por el recinto mirando el suelo, hasta que tomó la decisión. Se acercó a paso acelerado a la entrada de su despacho. Afuera, uno de sus guardias lo saludó.
—Buenos días, Coronel.
—Pues ojalá fueran tan buenos —Se lamentó el viejo Abu—. Encuentre al Sargento Agrin y dígale que reúna a mi pelotón, hay trabajo que hacer.
—Sí, señor. Enseguida.
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OPERACIÓN TEMPESTAD #Wattys2016
Action"El hombre jamás podrá saltar fuera de su sombra". Proverbio árabe. Joachim Kahler es un contratista militar privado que alguna vez supo pertenecer a un ejército profesional. Sin embargo, su tormentosa vida lo fue llevando por caminos oscuros hasta...