XX. LA TORMENTA NEGRA

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—Esto es obra de los chechenos, Kahler —Dijo Abu Nasih al tiempo que veía como tapaban con una sábana el cuerpo de uno de los peshmergas. El sujeto había sido degollado mientras montaba guardia.
—Me importa un carajo si son chechenos, bosnios, serbios o croatas. ¡Mataron a Nicholai, por Dios santo! —Lanzó Joachim con furia en sus ojos—. ¡Esto se acabó! ¡Hay que ir por ellos!
— ¡Ni se te ocurra, Kahler!
— ¡No voy a quedarme cruzado de brazos después de que hayan degollado once tipos!
—Kahler, Kahler... —decía Abu al tiempo que lo sujetaba y trataba de tranquilizarlo—. Estás siendo irracional, necesito que te calmes...
— ¡No puedo estar calmado cuando acaban de asesinar a uno de mis hombres! ¡Hay que ir por esos chechenos y hacerles comer plomo!
— ¡Por el amor de Alá, qué demonios te ocurre! Necesitas tranquilizarte. No estás pensando con claridad.
—Pues no estoy pensando con claridad porque estos cobardes que atacan por la noche... ¡Le cortaron el cuello a Nicholai! ¡Y te diré lo que haré: los voy a encontrar y los voy a matar con mis manos, uno a uno!
—Ese es exactamente el punto, Kahler. Es exactamente lo que ellos quieren que hagas, que los busques. Vamos muchacho, eres un tipo inteligente, no vas a caer en su trampa con esa facilidad, ¿no es así? Piensa en los hechos por un segundo, solo tienes que tranquilizarte, ¿ok? Tómate un respiro, vamos...

Kahler echaba humo por sus poros. Los chechenos habían asesinado al Teniente Nicholai Bashili y eso le provocaba una ira irracional que pocas veces sintió en su vida. El viejo Coronel esta vez tenía razón, debía serenarse para pensar con claridad, pero era difícil hacerlo en tales circunstancias. ¿Por qué diablos había dejado sólo a Nicholai a cargo de su cuerpo especializado? ¿Por qué carajos no estuvo esa noche junto a sus hombres? ¿Podría él haberlo evitado? Seguro que no. Quizás hubiera sido parte de uno de los tantos cadáveres que los chechenos habían dejado a su paso. Pero eso no le daba miedo, eso le provocaba una impotencia irremediable. Jo, se quitó el casco y a continuación se acuclilló en el suelo. No tardó en refregarse la frente al tanto su respiración agitada volvía de a poco al ritmo habitual. Tras comprobar que volvía a la calma, Abu Nasih se alejó unos metros y lo dejó sólo.

Se quitó la mano de los ojos y así en cuclillas como estaba, comenzó a observar la escena en completo silencio, tal como si tratara de analizar aquel macabro homicidio. La parte superior del andamiaje todavía tenía manchones de sangre seca, allí habían matado al centinela y luego arrojado su cuerpo desde la altura. Indudablemente se trataba de un ataque sorpresa. Eso era obvio. Aunque los podrían haber acribillado a tiros a todos mientras dormían, pero... ¿Por qué no lo hicieron? Dispararle a una masa de soldados dormidos hubiera sido más fácil que andar en cuclillas acuchillando uno a uno. Con un gesto, llamó a su experto en infiltraciones, quien a un costado lo seguía silenciosamente con la mirada mientras mascaba un palillo escarbadientes. El ruso se acercó de inmediato. De tan solo pasear sus ojos, en un brevísimo panorama lo entendió todo.
—Dime lo que piensas, Lyov —Propinó Kahler mucho más calmado que minutos atrás.
—Clásica incursión nocturna —dijo con su característica tonada soviética—, los estaban observando. De hecho... —se acomodó el flequillo en un movimiento— los observaron a todos.
— ¿Por qué lo dices?
—Primero desarticularon la guardia, es decir, a los dos del andamio.
—Sí...
—Los atacaron por la noche, durante los últimos minutos del turno de guardia, cansados y con ganas de irse a dormir. Los dividieron sabiendo que no contaban con un equipo de radio interno, por lo que ante cualquier anomalía, los centinelas no podían comunicarla si no era desplazándose o gritando. Seguramente los distrajeron con algo, una luz, un sonido quizás... cuando uno fue a dar aviso, en este caso Mehmet, lo atacaron a mitad de camino. Solo quedó uno, y distraer a uno es más fácil que a dos. El que se cayó del andamio fue el último en morir.
—Pues creía que había sido el primero... Continúa por favor...
—Una vez desarticulada la guardia, se inmiscuyeron hacia el interior de la fábrica... —sostuvo acariciándose el mentón—. No creo que hayan sido más de nueve atacantes, pues muchos más hubieran sido ruidosos. Lo que pasó adentro de la fábrica, ya lo sabes por los testimonios de los peshmergas.
—Sí, eso ya lo sé, pero hay algo que no me termina de cerrar... —pensaba Jo.
—Lo que no te cierra es por qué degollaron a nueve peshmergas en vez de masacrar a tiros a todo el pelotón mientras dormía...
—Eso mismo. No tiene ningún sentido.
—No tiene sentido si no entiendes la finalidad de esta incursión nocturna...
— ¿Y cuál sería la finalidad entonces?
—Jo, la finalidad de las incursiones nocturnas tras las líneas enemigas no es la de ocasionar cuantas bajas sea posible, o matar a cuantos enemigos se te crucen por el camino. La finalidad es aterrorizar al enemigo mismo, en su nido. Por ejemplo: si hoy nos hubiéramos despertado con la noticia de que asesinaron a tiros a todo un pelotón, nos hubiera sorprendido pero lo hubiésemos juzgado como un ataque más de los yihadistas. En cambio, si te hubieras enterado de que el pelotón entero fue degollado mientras dormía, probablemente tú ni cualquier otro kurdo pueda volver a dormir por lo que dure esta guerra, por miedo a morir degollado, claro. La finalidad fue causar terror, impacto. Nada nuevo viniendo de un conjunto de terroristas, ¿verdad?
—De igual manera no deja de sorprenderme, Lyov —lanzó Kahler mientras observaba a la distancia a Abu Nasih gritando órdenes a los peshmergas—. Pero dime una cosa. Tú los conoces mejor que nadie... ¿Acaso fue un ataque de los chechenos?
—Definitivamente. No hay nadie mejor que ellos para esta clase de actos —sostuvo el ruso pero de repente pareció recordar algo—. ¡Ah! Quizás si haya otros expertos en el arte de la infiltración, pero esos tú los conoces mejor que yo...
— ¿Quiénes?
—Los Gurkhas, Jo.

OPERACIÓN TEMPESTAD  #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora