Capítulo 14-"Enorme Malentendido"

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—Aquí están los documentos, señor —dijo la joven colocando una serie de papeles en su escritorio.

Él asintió y los tomó para empezar a revisarlos

—¿Cómo quedó el asunto de la reservación? —preguntó al recordarlo —¿Lograste contactar al ingeniero?

La chica asintió.

—Su representante es el que asistirá —respondió sorprendiendo al chico. Esperó una explicación a eso —Se encuentra indispuesto...

Sebastián soltó una risa amarga y firmó todo.

—O solo no quiere reunirse con un niño, como suele llamarme —negó riendo y le devolvió los documentos —Siempre es lo mismo —suspiró —Cancélalo, si no irá él mismo no tengo intención de ir a ninguna parte.

La joven no ocultó su impresión ante ello.

—Pensé que era importante... ¿Quiere que pida otra fecha?

Él negó sin darle mucha atención.

—Hasta que no decida presentarse en persona no tengo intención de darle ningún informe —su voz llena de determinación hizo a la joven sonreír. Al igual que su madre era tranquilo pero muy astuto, y justo como su padre, tenía gran modestia en su corazón.

Pero tenía algo único.

Algo que desde que llegó a ese lugar lo había hecho ser merecedor del respeto y admiración de todos.

Ella asintió retirándose.

El sonido del teléfono en el escritorio lo sacó de sus pensamientos.

Contestó sin esperar mucho.

—Dile que pase —respondió tranquilo y luego de eso se levantó de su asiento.

La puerta se abrió y recibió con una cálida sonrisa a la chica que entró.

—¿Me llamaba? —preguntó con cautela.

Sebastián hizo una mueca.

—Lira... No tienes que hablarme de manera formal —era cierto, se sentía extraño aquello —Al menos no cuando estamos solos.

Lira asintió y como él le indicó se sentó en un juego de sillones que había en el lugar.

—¿Cómo va todo? —indagó el chico ofreciéndole café —¿Te gusta el lugar?

Ella asintió feliz.

El chico había sido testigo de casi todo lo sucedido el jueves en el restaurante. Por lo tanto, le había ofrecido un pequeño puesto en aquella empresa en el departamento de contabilidad.

Era algo temporal, nada formal. Pero le venía muy bien ya que le pagarían algo decente y que compensaría sus días de suspensión en el restaurante.

Iba luego de terminar sus clases de la tarde y terminaba bastante antes de las nueve por lo que tenía mucho más tiempo para centrarse en sus estudios.

—Sebastián, de verdad gracias —dijo sonriente —No sé cómo podré pagar esto...

Él negó rápidamente.

—¡No es nada! —exclamó —Aquí necesitábamos gente, y tú estabas libre... Perfecta combinación, ¿No? —ladeó la cabeza ligeramente —Me alegra que Mileena me hablara de ti.

Ella asintió ligeramente.

Él le había ofrecido el puesto antes, pero se había negado por falta de tiempo.

El Dibujo del Destino |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora