Capítulo 30

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Alicia escuchó la voz de Sebastián y maldijo por lo bajo.

No quería voltear...

Se quedó de pie, abrazándose a si misma y deseando que se fuera.

Pero aún con todo el ruido y las personas al rededor, pudo sentir como el muchacho se acercaba y su presencia reaccionaba a la cercanía de él.

Volteó lentamente pero siguió mirando el piso. Esa noche había sido peor de lo que esperaba... y eso que aún no había terminado.

Estaba impaciente. Ver los pies de Sebastián no era algo divertido.

Una brisa muy fuerte movió su cabello de forma violenta y gruñó arreglándolo.

Por primera vez vio a Sebastián y fue como ver un ángel. Él la miraba con una ternura infinita y sus labios mostraban una de las sonrisas más sinceras que hubiera visto en toda su vida.

Se quedó ahí, con la mano en su cabello y el corazón latiendo a mil por segundo. ¿Estaría borracho?

Él se acercó y por su altura la tenía que ver hacia abajo.

Abrió los ojos con asombro.

Realmente los ojos de Sebastián eran dos mares... pero ahora se veían serenos... relajados a tal borde que dudaba si quiera estuvieran en este mundo.

—Te quiero —soltó de pronto.

¿Qué?

Su cara debió expresar su desconcierto por que el joven soltó una fuerte carcajada que le puso la piel de gallina.

Miró a todas partes aún medio perdida intentando encontrar una respuesta a sus pensamientos.

Miró al cielo como última alternativa y... vaya vista.

Las estrellas parecían querer presenciar la situación que se daría a continuación, pues estaban todas en su máximo esplendor.

Sonrió y volvió a ver a Sebastián que esperaba paciente.

¿Quien estaría ebrio? ¿él o ella?

—No te entiendo... —fue lo unico que logró decir y él negó.

—Te quiero —repitió y miró el cielo —Te quiero tanto que ahora me arrepiento de no haberlo notado antes, y sé que debes estar muy confundida pero necesitaba decírtelo.

Estaba en shock. Ni siquiera podía parpadear por la confusión que crecía en su interior. Hizo una mueca ¿Por qué decía esas cosas?

Una sonrisa fugaz pasó por su rostro al notar las hermosas palabras del chico.

Negó casi imperceptiblemente aún con la mirada en los ojos de él.

—¿Qué cosas locas estás diciendo Wilmot? —preguntó sonriendo.

La música, las personas, el frío, los malos recuerdos... simplemente todo había desaparecido. En ese instante solo ellos dos existían y solo él importaba.

—Lo que escuchaste —respondió humedeciendo sus labios —No fue algo de un día para otro... pero tampoco fue al instante —respondió pensativo —Poco a poco... instante a instante con cada parte de tu ser me ibas atrapando más y más, y ahora entiendo que sin importar que no sientas lo mismo o que será muy difícil ganar tu corazón... sin importar nada. Lucharé cada día para merecerte y hacer que ese hermoso corazón que tienes me pertenezca a mi —cerró los ojos y suspiró —Y solo a mi.

Poco a poco abrió la boca y luego instintivamente llevó una mano a esta. Emitió un sonido extraño y sus ojos se humedecieron.

Alicia entrecerraba los ojos repetidamente buscando explicación a la inmensa alegría que iba creciendo en su pecho a medida que respiraba. Había escuchado lo que él había dicho pero su corazón... aún le decía que era demasiado... imposible de creer.

El Dibujo del Destino |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora