Capítulo 44

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Hace dos días había sido el funeral de su hermana.

Fue tan difícil pasar por eso. Aún seguía sin creerlo... Zaria, ya no estaba.

Se había ido para no volver jamás.

Un par de lágrimas bajaron por su rostro pero las secó pues ya estaba llegando al restaurante.

Sí. Al fin había decidido ir, aunque no fuera el mejor momento.

Pasando la entrada ya no se encontraba Lira. La chica había terminado su "labor" y era libre de estar ahí. En su lugar había una chica con ojos rasgados y cabello largo y lacio.

La intimidó un poco, pero sin prestarle atención, Alicia no le dirigió la palabra y entró como si aquel lugar fuera su casa.

Suspiró al ver el lugar.

Tantos bellos recuerdos ahí...

Subió las escaleras con en corazón en la garganta y llena de nervios.

Se sentía como aquel día cuando todo inició. Cuando conoció a Maya y se reencontró con Alonso.

Que nostalgia la invadió de pronto...

Apretó su bolso e intentó mantenerse firme. No iba a derrumbarse ahí, sola.

Caminó hacia el despacho de Tomás pues sabía que la esperaba y luego de tocar, entró.

El hombre la saludo cortésmente pero ella no se molestó en fingir una sonrisa.

Se sentó y él comenzó a hablarle sobre lo básico por su renuncia y eso.

Algunas cosas no las entendía. Realmente no tenían sentido... Era como si faltara algo.

Como si Tomas fuera demasiado condescendiente con ella.

Luego de una charla de unos diez minutos, Alicia se atrevió a preguntar.

—¿Por qué? —dijo con semblante serio —¿Qué clase de lugar acepta faltas como las mías sin dar un castigo? No solo las estás olvidando... Incluso me está dando... —negó sin comprender a la vez que el hombre miraba fijamente sus manos—¿Me puede decir que es todo esto? He trabajado en varios lugares antes, y ya he sido despedida y he renunciado muchas más veces de las que puedo contar con las manos. Tomas, necesito una explicación.

Él tomó una bocanada de aire y pasó una mano por su rostro. Como si estuviera cansado.

—Supongo que es el momento —dijo sin mirarla mientras buscaba algo en los cajones de su escritorio —Señorita Hertz lo que le voy a decir se considera confidencial, pero le he tomado mucho cariño estos meses —sonrió con dulzura mirando una foto en su escritorio —Usted llegó a este lugar de una forma completamente distinta a la habitual. Evidentemente, yo siempre supe su identidad y su historial policial, pero en su caso eso no se volvió un problema.

Alicia se atrevió a mirar al hombre frente a ella con intriga.

Realmente no entendía nada de lo que le decía.

—¿Por qué?

Tomás elevó la comisura de sus labios en una mueca que pretendía ser una sonrisa.

—Por que todo su contrato fue modificado y arreglado específicamente para usted. Mejor dicho, en su caso el contrato era casi inexistente.

Y aquello fue como un balde de agua fría cayendo encima de su cabeza.

Otro problema, pensó.

Otra cosa que no tenía sentido en su vida.

¿De qué mierda hablaba Tomás?

El Dibujo del Destino |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora