JUEVES. OCTUBRE 29

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  La escuela libre me agrada por el solo hecho de que

se llama libre.

ROGER PEYREFITTE


HEMOS ADQUIRIDO EL HÁBITO de que, todos los jueves, Mister Alba pronuncie en la celda una conferencia. Estos días en que Mister Alba habla en público, como si dijéramos, son llamados por David jueves culturales. Como de costumbre, Mister Alba desempeña hoy su papel con toda solemnidad. De pie, se coloca un monóculo ahumado, no en el ojo sano, sino en el ojo perdido. Luego, quitándose y poniéndose sin cesar el sombrero, empieza a hablar. Taquigráficamente tomo nota de todo lo que dice.

—Señoras y señores; mi tema de hoy es un genio menospreciado de la literatura nacional. Casi sobra decir que me refiero al maestro Vargas Vila, el único genio y el único menospreciado de la literatura colombiana. Yo creo que como novelista Vargas Vila era una verdadera porquería. Lo mismo puede decirse de sus interpretaciones de carácter  religioso. Pero su crítica literaria, sus estudios históricos, algunas de sus ideas políticas merecen consideración. Hoy no se lee mucho a Vargas Vila. Pero siempre se le lee. En otros tiempos lo leían todos: sus enemigos, para aprender a difamar con arte; sus amigos, para aprender a escribir mal. Pero lo cierto es que él escribía muy bien y lo evidente es que, después de muerto, sus libros siguen hablando por él. Vargas Vila fue en Latinoamérica el niño terrible, es decir, el viejo terrible, de principios del siglo. Hoy su anarquismo filosófico ya no asusta a nadie. Quizá no estemos lejos de una rehabilitación parcial de su obra. Su vida sí, ya no puede rehabilitarse. Vargas Vila está muerto. Mister Alba saca del bolsillo del abrigo un paquete de papeles, y extrae de él algunas notas manuscritas, lo que él llama su archivo confidencial. Con ellas en la mano sigue hablando.

—Un conferenciante tiene que hablar con las pruebas en la mano. Aquí está la prueba de lo que vale Vargas Vila. Jorge Luis Borges, el escritor hispanoamericano más importante de nuestro tiempo (si es que puede ser hispanoamericano un escritor europeo, de cultura alemana y sensibilidad inglesa, nacido en la Argentina). Borges, repito, ha dicho que podría prescindirse de toda la obra de Vargas Vila y que una sola frase suya sobre el patíbulo pertenece a la inmortalidad. Aunque Borges parece tener razón, las páginas de Vargas Vila que pertenecen a la inmortalidad son muchas. Pocas veces un escritor ha sido tan conciso al definir un hombre o al señalar una situación. Permítaseme probarlo. Mister Alba se quita el monóculo, como si "quisiera ver mejor con el ojo averiado, y consultando las notas sigue hablando.

—Señoras y señores, descúbranse ante la cumbre del dicterio. Sobre la lírica latina. Vargas Vila dice que Ovidio era un canario de lenocinio. Sobre Panamá, el apóstol afirma que Colombia no fue mutilada por el hierro, sino por el oro. A los yanquis, el maestro los llama agentes viajeros de la venalidad. A un político que ha muerto, el vengador lo despide así: paz a su vientre. Sobre el amor, Vargas Vila dice que las mujeres sólo tienen de bueno lo que ocultan, y que cuando ya no lo ocultan, deja de ser bueno. Sobre las acciones humanas el gigante dice que desde lo más alto de la horca, sus enemigos estarán siempre por debajo de él. Y añade: tengo un pedestal de enemigos. De la monarquía mexicana el republicano dice que Iturbide, no teniendo nada en la cabeza, resolvió ponerse en ella una corona. Sobre sí mismo, el solitario reconoce que su obra es un camino sembrado de ruinas. Sobre la libertad, el rebelde sostiene que sufrir la tiranía es la forma más vil de merecerla. Espero que estas citas sean suficientes para enseñar a ustedes que el corrosivo libelista colombiano no fue el hombre de la frase única de que habla Borges. Mister Alba toma aliento y continúa-.

—Señoras y señores, he mencionado la libertad. La libertad fue la gran pasión de Vargas Vila. La amaba tanto que la mantenía encade- nada a sus pies, como si fuera un animal doméstico de su exclusiva propiedad. En conclusión, Vargas Vila es un escritor ideal para los presos. No sé por qué Antón Castán no cultiva su lectura. Cada uno de los libros del maestro es una pala con la que este enterrador de mitos abona día a día al árbol chamuscado de la libertad. La libertad lo excitaba, lo desvelaba, lo enardecía. Vargas Vila era un ninfomaníaco de la libertad. Mister Alba no espera aplausos.

Braulio, dedicado, como siempre, a darle brillo a los zapatos con que ha de salir de la cárcel, se atreve a preguntar:

—¿Podría explicarme, Mister Alba, por qué se dirige a nosotros diciendo señoras y señores?

—Sólo a un pintor de brocha gorda se le puede ocurrir preguntarlo.

Señoras y señores: así empiezan siempre los oradores que respetan a las señoras.




Jesús Zárate LA CÁRCELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora