Muchos infortunados han sido condenados por
herejía, simplemente por ser débiles en gramática.
MORRIS WEST
DAVID , MISTER ALBA Y BRAULIO se empeñan en que yo lea el diario. Yo me resisto, les digo que es indigno de un escritor leerle a sus prójimos lo que escribe, tanto más si lo que se escribe está todavía inconcluso, sin revisar y sin corregir.
—No importa —insiste David—. Queremos saber qué es lo que escribe.
—Léalo, por favor, Antón—ruega Braulio.
—Si somos protagonistas de la novela, tenemos derecho a saber cómo nos ha retratado usted—dice Mister Alba.
—En primer lugar—alego yo—, no es una novela. Es un diario. Lo he dicho muy claro. En segundo lugar, si alguien tiene derechos sobre esa obra, ése soy yo.
—De todos modos, léanos lo que sea. Quiero verme vivir en su libro.
La voz de Mister Alba al decir estas palabras es tan insinuante que no me queda más remedio que darles gusto. Lo de ver vivir a Mister Alba resulta para mí muy excitante. Las cuartillas forman ya un legajo respetable. Empiezo a leer. La lectura se realiza sin interrupciones.
Los tres están pendientes de mis palabras. Ni una sola vez me interrumpen. El rostro de Braulio no expresa nada, pero David asiente a cada párrafo. Hay veces en que no puede dejar de sonreír. Otras veces su cara muestra cierta amargura soterrada. Mister Alba se quita y se pone el sombrero sin parar, lo cual indica en cada movimiento que se descubre en homenaje al autor.
No sé cuánto tiempo dura la lectura. Estoy cansado. Los ojos me arden. Pero no paro hasta leer la última palabra, en el capítulo anterior.
—Está muy bien—dice David.
—¡Espléndido!—grita Braulio.
Yo sé que Braulio constituye aquí el estímulo público, que su voz es la voz del pueblo. Eso me produce cierto orgullo.
—¿Le gusta?—le pregunto.
—Mucho —dice él—. Lo de la rata me ha conmovido. Pero no es cierto que yo le tenga envidia por lo que ella duerme en sus zapatos.
—A propósito de rata —digo yo—, por primera vez en mucho tiempo anoche no durmió aquí. Me gustaría saber qué le ha pasado. Sería una pena que no volviera.
Braulio se muestra turbado.
Mister Alba, que ha tardado un poco en preparar su opinión, habla por fin.
—Es una novela. Nada más que una novela.
—Es un diario—confirmo yo.
—El diario es la forma, pero la novela es el fondo—sentencia Mister Alba.
—A mí me parece más bien un drama—observa David—. La celda, la quietud, la conversación, el decorado sicológico: todo es de drama. Apuntes sobre un drama, relatos sobre un drama.
—Eso que usted describe es lo que se llama novela —dice Mister Alba.
—Lo que Antón acaba de leer es el primer acto de un drama —reafirma David.
Braulio no tiene opiniones literarias, pero se interesa mucho por las opiniones de los demás.
—A mí la novela no me favorece mucho—dice Mister Alba.
—Me he limitado a copiar todo lo que usted ha dicho. Su discurso sobre Vargas Vila está tomado en taquigrafía.
—No me refiero a mis palabras, que, como de costumbre, son inobjetables —dice Mister Alba—. Me refiero a mis actos, es decir, al trabajo que usted se ha tomado describiéndolos. Me pinta usted como un viejo ridículo que hace chistes.
—No tengo la culpa si no actúa usted de otro modo.
—Tendré que medir de hoy en adelante todas mis palabras.
—Haga lo que le parezca. Yo seguiré escribiendo el diario.
—Puede seguir escribiendo su novela —repite Mister Alba, empeñado en poner en claro su opinión crítica.
—Yo insisto en que es un drama—remacha David—. El primer acto está a punto de terminar. Si ocasionalmente el elemento coreográfico se extravía, unas veces hacia la novela, otras hacia el ensayo, otras hacia el poema, siempre sobre el esquema de un diario, eso no le quita a la obra su carácter teatral. Le aconsejo que cuando termine no ponga "fin", sino "cae el telón".
Animado con estos conceptos, yo saco mis conclusiones.
—Todo lo que ustedes están diciendo, y lo que yo pienso después de leer lo escrito hasta ahora, me lleva a recordar que siempre he considerado que estamos en el umbral de la literatura de la síntesis. Los géneros literarios clásicos, como tales, tienden a desaparecer, porque se están fusionando. No sé si eso es una demostración de fuerza o una manifestación de debilidad. De todos modos, hoy en día no se escribe sólo para los iniciados o los analfabetos. La literatura canaliza actualmente sus vertientes hacia un solo caudal de cultura general que tiene de todo.
Me siento muy satisfecho al oír decir que mi libro reúne la novela, y el diario, y el drama, y el poema, sin ser nada de eso, pero siendo todas esas cosas a la vez.
—En cuanto a poema, yo no veo en esta fila de presos del libro ningún poema—dice David.
—El poema soy yo—dice Mister Alba.
Mister Alba se quita el sombrero, se cala el monóculo en el ojo inservible y hace frente a mí una reverencia.
—¿Qué es eso, Mister Alba?—pregunta Braulio.
—Ensayo mi papel. David tiene razón. Empecemos a actuar. Por lo que a mí me toca, de ahora en adelante tendré que ensayar todos mis pasos. La gloria no me encontrará desprevenido.
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Jesús Zárate LA CÁRCEL
Gizem / GerilimLa acción de la novela galardonada con el Premio Planeta 1972 transcurre íntegramente en una cárcel colombiana, en la que el protagonista, Antonio Castán, se encuentra acusado de un crimen que no ha cometido. Para ocupar su tiempo empieza a llevar u...