La institución del verdugo es de origen divino.
JOSEPH DEMAISTRE
L A IDEA DE LA PENA DE MUERTE no nos ha dejado en paz en los últimos días. Es como una mosca que zumba incansablemente sobre nuestrascabezas. Se detiene, aquí y allá, suelta sobre la mente sus larvas de angustia, y brinca a otro lugar, fecundando sin cansarse su propiagestación. Apenas acabamos de cenar, David se echa en la cama y empieza a hablar.
—He leído que en la China hay una cárcel donde los hombres libres se disputan por turno el honor de hacer el trabajo de verdugo. Asesinando legalmente, los hombres se despojan de esa implacable tendencia al asesinato que parece ser una de las necesidades funda mentales del ser humano. Gracias a esos verdugos interinos, en la China se logró quebajara notablemente el índice de criminalidad.
Mister Alba anota:
—Henry Alien, el verdugo de Londres, decía que la reclusión es peor que el patíbulo. Sin embargo, a veces pienso que es lamentable que en nuestro país no exista la pena capital. Hay muchos que la merecen.
—Si en nuestro país existiera la pena capital —sigue diciendo David— me gustaría ensayar algo más novedoso que la práctica de aquella cárcel de China. Me gustaría disfrutar del sistema democrático de que cada condenado escogiera su propia muerte. Es decir, que cada uno eligiera de acuerdo con su gusto la forma del suplicio particular.
—Usted, David, ¿qué suplicio escogería?—pregunta Braulio.
—No había pensado en eso.
—Pues piénselo. ¿Qué suplicio escogería?
—Si estuviese condenado, y pudiera escoger la forma de mi muerte, escogería la pena máxima de la cultura inglesa, es decir, la horca. Es una muerte bronca, pero tiene sus compensaciones. Antes que los ingleses la adoptaran, siguiendo su costumbre de apoderarse de todo lo que pertenece a los demás, la horca deshonraba. Los ingleses nacionalizaron la horca, pero le dieron distinción. Como cada día se ejecuta menos los hombres modernos empiezan a mirarla como una práctica civilizada. Al fin y al cabo, la horca no es menos ignominiosa que otras formas de asesinato legal. Además, la horca es como la mujer. Anula, pero da placer.
David va a decir algo más cuando se escucha de nuevo la voz de Braulio.
—Usted, Mister Alba, ¿qué clase de muerte preferiría?
Mister Alba no tiene más remedio que pensar en qué clase de muerte escogería. Comprende que no se trata de la muerte, en realidad, sino de hablar. De hablar y de llenar con palabras el hondo hueco penúltimo del día.
—Yo preferiría la silla eléctrica —dice Mister Alba—. Vivo bajo la influencia de la civilización norteamericana. Me gustaría que me sentaran en la silla eléctrica, siempre que antes que se hiciera el contacto, se me permitiera calmar la sed con coca cola helada. La silla eléctrica es por lo menos un modo técnico de matar. Con ella desaparece la barbarie de las torturas clásicas. No tritura los huesos, como el edificante garrote vil de los españoles, ni es inflamable, como los procedimientos culturales alemanes que inyectaban gasolina en las venas de los niños judíos. La hoguera es una tortura salvaje, propia para purificar la sangre podrida de las brujas suizas. El azote es un suplicio sádico, bueno para provocar sangrías en la carne endemoniada de los poseídos rusos. La ciencia conjunta de vivir y de morir le debe a los Estados Unidos dos grandes descubrimientos: la ducha y la silla eléctrica. La ducha es a la higiene lo que la silla eléctrica a la ciencia penal. Es decir, el modo más grato de lavarse, como la otra es el modo más simple de matar. Voto por la silla eléctrica, o en otras palabras, voto por los Estados Unidos. David lo interrumpe:
—Usted, Braulio, ¿qué muerte escogería?
Se le obliga ahora a participar en el juego macabro que él mismo ha inventado.No vacila en contestar:
—Me gustaría el fusilamiento, porque es muerte para hombres. No es muerte para lascivos, como la horca, ni muerte para mecánicos, como la silla eléctrica. Pero prefiero la guillotina. Un solo golpe seco, y todo terminaría. Un golpe que divide la vida en dos muertes: la muerte de la cabeza separada y la muerte del tronco independiente. No hay duda de que la guillotina es una invención ejemplar de la cultura francesa.
—¿Ha leído libros sobre la guillotina?—me pregunta David.—Sólo leo libros de presos—respondo—. No soy especialista en suplicios. Suena la campana de repente, y todos sentimos un estremecimiento.
Esta noche, llamando al silencio, la campana parece que estuviera tocando a muerte Mister Alba me habla con ansiedad, como si le urgiera que yo conteste pronto:
—Usted, Antón, ¿qué clase de muerte preferiría? No contesto inmediatamente. Todos esperan mis palabras, porque en el ámbito naciente de la noche, bajo la rígida premura del reglamento, queda aún espacio para unas cuantas palabras.
—¿Qué clase de muerte preferiría, Antón?
Todavía no contesto. Pero todos saben que contestaré. Por segunda y última vez la campana vibra, para pregonar el silencio que se empieza a escuchar. Tengo tiempo de decir cuatro palabras:
—Yo prefiero ser inocente.
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Jesús Zárate LA CÁRCEL
Mystery / ThrillerLa acción de la novela galardonada con el Premio Planeta 1972 transcurre íntegramente en una cárcel colombiana, en la que el protagonista, Antonio Castán, se encuentra acusado de un crimen que no ha cometido. Para ocupar su tiempo empieza a llevar u...