Capítulo 3

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La compuerta trasera había terminado de abrirse por completo. Había llegado la hora de saltar. De a dos comenzamos a acercarnos por turnos a la gran abertura y así arrojarnos. Mi turno había llegado. James seguía a mi lado.

Entonces lo hice, salté. Sin pensar. Simplemente lo hice. Nunca me sentí mejor. El aire corría por cada ángulo de mi cuerpo, dándome esa sensación de libertad que rara vez teníamos en la nave. Un momento más tarde jale de la cuerda y abrí el paracaídas. La caída comenzaba a ser más y más lenta, hasta que por fin llegué. Por fin toque el suelo, inundándome así con el olor a césped mojado por el rocio. Por supuesto aquel aroma no era tan fresco como lo había sido alguna vez, pero sin lugar a dudas era un aroma agradable. Corrí un poco para así disminuir la velocidad en la que había llegado; y así lo hice a los pocos metros.

Cada uno de los que ya nos encontrábamos en suelo firme, había tomado su camino. Yo tomé el mío. Así debía ser. Cada cual por su lado, pero aun así no muy lejos el uno del otro. En verdad había quedado impresionado. En esos meses que habían pasado, la tierra en verdad había cambiado. Habíamos aterrizado cerca de un bosque de árboles delgados y altos. Sus copas eran ahora mucho más verdes de lo que recordaba. Lo que indicaba seguramente que había llovido lo suficiente últimamente. Aquello era una buena señal ya que desde el accidente, las lluvias se habían vuelto escasas en la tierra secando muchas de las especies vegetales, así como animales.

No sé por qué, pero por primera vez luego de mucho tiempo, me sentía como en casa. Comencé a caminar inspeccionando el ambiente y adentrándome en aquel bosque. Todo parecía tranquilo, aunque no podía fiarme del silencio del lugar. El silencio no siempre significaba algo positivo y estaba seguro que esta no sería la excepción. Intenté concentrarme un poco más y seguí caminando. El aire se desplazaba lentamente entre las hojas y la temperatura parecía aumentar con cada minuto que pasaba. Mientras caminaba trataba de examinar visualmente la vegetación del lugar. Reconocí algunas de las especies que habían sido consideradas venenosas por los tripulantes de viajes anteriores y preferí no acercarme a ellas. Todo parecía bastante normal.

No sé exactamente en qué momento, pero la noche había caído. El cielo se encontraba ahora completamente de un color azul oscuro y al parecer no había rastro de nubes. La temperatura había comenzado a descender y el frio empezaba a hacerse notar. Decidí que lo mejor sería tomar las cuerdas que se encontraban en mi mochila y subir a un árbol para pasar la noche. Supuse que de esa manera seria más seguro, y podría tratar de descansar. El silencio inundaba el ambiente en aquel momento y por más que intentara esforzarme por escuchar algún sonido, todo parecía estar en mute.

Desperté de repente, y sin entender bien que era lo que sucedía. Lo que ayer había sido completo silencio, hoy se había convertido en una mezcla entre: un zumbido continuo y el sonido de árboles al destrozarse. Inspeccioné el ambiente con la mirada tanto como pude. A medida que pasaban los segundos el sonido se volvía más y más fuerte. Comenzaban a escucharse también una especie de pasos. Pero aquellos no eran los pasos de alguno de los tripulantes de la nave. Ni siquiera parecían ser los pasos de algún ser humano. Eran más bien, pasos de lo que parecía ser algo enorme y pesado. Pero una cosa tenía en claro, aquello sea lo que fuere, se estaba acercando cada vez más.

Entonces lo vi. Ahí, a unos doscientos metros de distancia. No podía distinguir bien sus facciones o detalles sobre su cuerpo o forma, pero sin duda era enorme y gris. Venía en mi dirección luego de doblar hacia la izquierda. No estaba seguro de si aquella criatura había logrado verme o no, pero en caso de que lo hubiese hecho, debía bajar inmediatamente de aquella rama en la que me encontraba ahora en cuclillas. Bajé tan rápido como pude y la última rama del árbol, la más baja, decidí saltarla. Pero no conté con que la altura era considerable y que torcería un poco mi tobillo al llegar al suelo. Tampoco conté con que las zancadas que aquella criatura podía dar serían tan largas y rápidas. En cuanto pude ponerme de pie lo tenía justo frente a mí.

El shock me ataco por unos segundos, pero pude reaccionar a tiempo alejándome de él, o ella, lo que sea que fuera. Ahora, era un hecho seguro, me había visto. Y por lo que pude notar no se alejaría tan fácilmente. Ya que comenzó a seguirme, mientras corría alejándome tan rápido como mis piernas y mi tobillo torcido me lo permitían.

Entonces recordé que tenía en mi mochila un pequeño arco y un carcaj con algunas flechas. No muchas, pero seguramente las que tenía me servirían. Tomé el arco tan rápido como pude y junto con éste una de las cortas flechas. Me esforcé por correr un poco más rápido y cuando supuse que estaba a una distancia apropiada giré velozmente apuntando a aquella criatura.

¡DIABLOS! La flecha no le había provocado daño alguno. Rápidamente tomé otra e intenté de nuevo. Otra vez mi intento fracaso. Lo que decían los otros agentes era verdad, estas criaturas no podían ser destruidas con armas comunes. Entonces reaccioné y me di cuenta que ahora poseía la armamentística necesaria para derrotarla. Coloqué mi mano en el cinturón y saque de él una especie de pistola color plateada y con una línea brillosa color roja a cada uno de sus lados. Supongo ese era su contenido. Apunté a la horrible criatura frente a mí e intenté disparar, pero esta fue más rápida que yo y logró golpear mi mano con su enorme garra arrojando la pistola a un lado. Al caer, esta se disparó, destruyendo completamente un árbol.

-¡Muy buena puntería!- Susurré con ironía, molesto conmigo mismo.

No había manera de escapar ahora. Nada pasaba por mi mente. Ninguna idea salvadora surgía de esta. Tantos años preparándome, para que venga una criatura horrenda a acabar conmigo en mi segundo día en la Tierra. Cerré los ojos esperando lo peor, pero lo peor nunca ocurrió. En lugar de eso lo único que escuche fue una especie de silbido en el viento y luego el cuerpo de aquel monstruo caer, provocando que el suelo temblase bajo mis pies.

Abrí mis ojos con cautela y observe a mis lados esperando ver a alguno de los otros tripulantes de la nave, pero ninguno se encontraba allí. Dirigí mi vista de nuevo a aquella criatura que ahora yacía en el piso. Con toda la adrenalina y el apuro por huir no había prestado mucha atención a como lucia aquel ser. Su piel era rugosa en algunos sectores y babosa en otros, ambos lados eran de un color grisáceo. Tanto sus pies, como sus manos eran enormes, casi del tamaño de dos hombres musculosos juntos. Sus dientes eran algo afilados y estaban separados unos de otros. Su nariz era plana, casi como la de un cerdo. Sus ojos grandes y oscuros. Y lo que me causó algo de gracia fueron los pocos pelos que había en su cabeza. Aunque eran pocos, debo admitir que bastante largos. No podía entender cómo aquella criatura había caído tan fácilmente. ¿Sería que estaba escapando de la luz directa del sol y justo había logrado que se parara bajo esta misma? No, eso sería tonto. Pero debía haber una explicación para aquello.


RADIOACTIVE -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora