Capítulo 18

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Después de almorzar, volví a la oficina de mi padre. Pues ahí nos reuniríamos para luego llegar ambos, junto al jefe de seguridad, al mismo tiempo a la sala de interrogatorios. Una habitación dónde solíamos interrogar a aquellos que habían cometido algún delito o habían roto alguna regla.

La sala contenía una gran mesa rectangular color plateado y varias sillas alrededor. Una de ellas separada de las otras, bastante alejada. Las demás sillas observaban directamente a la que se encontraba sola. La sala no poseía ningún tipo de aventanamiento que diese al exterior, solamente la puerta. Uno de los muros era en realidad un vidrio que, aunque no era demasiado notorio desde adentro de la sala de interrogatorios, desde la sala contigua se podía ver hacia el interior de esta. Por lo general gente de seguridad se encontraba allí observando en caso que algo se saliera de control. Mi padre siempre los acompañaba. En este caso en especial, había decidido entrar directamente a la sala de interrogatorios.

El jefe de seguridad -Karl- tocó la puerta y mi corazón comenzó lentamente a acelerarse. Mi padre abrió la puerta y salimos para ya dirigirnos al lugar. Los amplios pasillos por los que caminábamos parecían cerrarse a cada paso que dábamos.

Al llegar, Karl abrió la puerta metálica para dejarnos pasar primero. Allí estaba ella, sentada en aquella silla alejada. Recargada sobre su silla, mientras mantenía sus manos sobre la mesa. Ambas contenidas por un par de esposas. Su rostro parecía tranquilo, como si nos hubiera estado esperando por un largo tiempo.

Creí que entraríamos los tres, pero al parecer sólo mi padre y yo seriamos parte del interrogatorio. Tomamos asiento justo frente a ella, quien nos observaba cautelosamente. Como si esperase que arrojáramos la primera pregunta sobre la mesa.

-Buenos días. – Dijo mi padre sonriendo.- ¿Qué tal tu nueva habitación? ¿No te resulto encantadora? –Le pregunto en el mismo tono.

-Lo hubiera sido, si no tuviese un vidrio que impide mi libre desplazamiento.- Dijo ella, imitando el tono de vos que previamente había usado mi padre, pero añadiendo un poco más de ironía en su voz.

-Muy bien, ¿por qué crees que te trajimos aquí?- Comenzó mi padre.

-No lo sé, porque no tienen nada mejor que hacer supongo.- Dijo ella con tranquilidad.

- ¿Qué tal si te dijera que sabemos lo que eres?- Volvió a soltar mi padre.

- ¿Qué tal si te dijera que también se lo que eres?- Contestó ella en el mismo tono que él. Solo habían sido un par de frases, pero ya me sentía completamente fuera de lugar.

-¿Qué pasaría si liberáramos a sus cautivos? – Preguntó él.

-No son cautivos.- Dijo ella seriamente.

-¿Qué pasaría?- volvió a inquirir él.

-No pueden.

-¿Por qué no?- Contestó él sonriendo de lado.

-Porque no están preparados. – Dijo ella.

-¿Experimentaban con personas?- Pregunté por primera vez, indignado al conocer tal secreto.

- Así es.- Dijo mi padre colocando su mano en mi hombro.

-Eso no es verdad y lo sabes. – Dijo ella seriamente mirando a mi padre.

-¿Entonces como explicas esto?- Dijo él esparciendo unas fotografías sobre la mesa. Logré ver algunas de ellas, eran desastrosas. Aquello no parecían ser personas...

-Les salvamos la vida.- Soltó ella.- Los rescatamos de aquello que ustedes provocaron- Continuó.

-Si te refieres al accidente radioactivo, eso es lo que fue, un accidente.- Dije.

-No me refiero a eso.- Dijo ella mirándome a los ojos.- Me refiero a algo peor.- Concluyó mirando directamente a mi padre.

-¿Qué cosa? – Pregunté apoyando mis codos sobre la mesa. Miró a mi padre pero luego volvió su mirada hacia mí.

-Nosotros no experimentamos con personas. Ellos si.- Dijo señalando a mi padre con la cabeza.- Han creado toda una historia para hacer creer a la gente que lo hacemos, pero no. Jamás lo haríamos.

-¡Mentira!- Gritó mi padre poniéndose de pie de repente tomándome por sorpresa. Dirigí mi mirada hacia él.

- Tus labios no dicen más que mentiras.- Escupió mi padre con enojo. Mi mirada iba y venía entre las dos personas en la sala.

- Y tus ojos no reflejan más que miedo.- Dijo ella en el tono calmado que había mantenido hasta entonces. Mi padre soltó una carcajada. —Miedo de perder el poco poder que tienes. Miedo de que la gente conozca la verdad. Miedo de...

- ¿Miedo?- Volvió a reír.- Vos vas a saber lo que es el miedo.- Soltó para que después se abriera la puerta y dos agentes entraran.

Ambos se acercaron a ella y tomándola por los hombros, la llevaron fuera de la sala. Mi padre me miró, mientras me ponía de pie, y salió. Camine detrás de él, mientras los agentes iban unos pasos más adelante. Al final del camino, llegamos a una sala que jamás había notado antes. Las puertas corredizas se deslizaron en cuanto los agentes estuvieron lo suficientemente cerca. Mi padre entró y, por lo tanto, también yo.

En el medio de la habitación había un cuadrado de metal, hecho con una especie de caños. Los agentes ataron las manos de Casey a aquella cosa. Mientras mi padre se paró justo frente a ella, yo me coloque a un lado de la puerta, observando desde la distancia.

-Así que, miedo ¿no?- Dijo mi padre sonriendo, ella simplemente lo miró.

Él hizo una seña con la cabeza a los agentes se acercaron. Uno de ellos se colocó detrás de ella y desde un metro y medio de distancia accionó un Taser. La cara de Casey se tornó color rojo, mientras una mezcla de dolor y furia de esparcía por su cuerpo. Sus manos se zarandeaban con fuerza, intentando liberarse del agarre. Le acababan de dar una descarga eléctrica.

-¿Ya no vas a mentir? – Preguntó mi padre acercándose. Ella sonrió negando con la cabeza sínicamente.

-Hipócrita.- Soltó ella con enojo.

Mi padre volvió a alejarse y los agentes se acercaron nuevamente. Esta vez colocaron el Taser mucho más cerca, en la parte derecha de su espalda. Volvieron a accionarlo. Una y otra vez, a cada lado de su espalda. Sus muñecas comenzaban a lastimarse debido a la fuerza que ejercía contra las esposas. Dejando ver marcas escarlata abrazando cada brazo.

Su respiración se encontraba entrecortada, y se podía notar su cansancio. En ningún momento intentó atacar a nadie. Lo único que hizo fue soportar el dolor. Mientras la observaba, no podía evitar sentir la necesidad de elevar mi voz y decirles a aquellos hombres que se detuvieran. Sin embargo, no lo hice. Mi padre, quien pareció haber disfrutado el momento se acercó por última vez.

-Parece que el pajarito hoy no va a poder volar.- Dijo de manera irónica. Ella lo miró directo a los ojos y no la apartó hasta que él se fue.

Antes de salir, también la miré. Sintiendo mi mirada sobre ella y me dirigió una especie de extraña sonrisa y suspiro mirando hacia la puerta. Dejando luego, caer su cabeza en señal del desgaste por el que había transitado. Sus ojos cerrándose. Sus muñecas sangrando. El sudor recorriendo cada esquina de su cuerpo. Sellaban sin lugar a duda una de las imágenes que jamás esperaba volver a ver.

Saben a lo que me refiero, aquella no era una de esas cosas que uno deseaba poder repetir. Sino que era más bien, uno de esos momentos que desearías no haber visto. No haber vivido. De esos momentos que preferirías simplemente olvidar. Pero que es imposible, porque quedan grabados en tu subconsciente, atormentándote en las horas de silencio.


RADIOACTIVE -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora