-Muy bien. – Dijo mientras se detenía y soltaba el aire que había estado conteniendo. – ¿Estás listo para abrir los ojos?
-Muy.- Dije simplemente. La intriga se estaba apoderando de mis sentidos y en cualquier momento podía perder el control y arrancar la venda que cubría mis ojos de un tirón.
Ella se colocó nuevamente detrás de mí sin que me diera cuenta, pero lo pude notar cuando sentí sus manos colocarse sobre mis hombros. Con delicadeza fue aflojando los nudos que había hecho anteriormente. La venda comenzó a soltarse, pero ella la sostuvo apretada para que no callera.
Cuando al fin terminó de soltar los nudos, tomó la rectangular tela negra y la deslizó para alejarla de mi rostro. A pesar de querer ver lo que sea que se encontrara del otro lado, abrí mis ojos con una lentitud casi inexplicable. Casi tan inexplicable como aquello se encontraba delante de mí.
-¿Qué es eso?- Pregunté con asombro.
-Esto, mi querido Thomas, es el Hospital de los Desolados... -Dijo ella colocándose a mi lado, señalando el lugar con su mano extendida. – La casa de los disruptivos, El hogar de las divergencias... como quieras llamarlo. –Se encogió de hombros y comenzó a acercarse al lugar.
Me detuve a pensar por un momento. Luego caminé detrás de ella a paso acelerado hasta alcanzarla. Ya me había sacado bastante ventaja y estaba sólo a varios pasos de la entrada, la cual era de oscuros cristales que no permitían que viera hacia el interior.
-¿Por qué dices eso?- Pregunté cuando finalmente estuve a su lado.
-Ya lo veras...- Soltó simplemente, mientras colocaba su mano en una pantalla rectangular que se ubicaba sobre una de las hojas de la puerta. Cuando corrió su mano pude observar como la imagen de su palma se había dibujado en aquel tablero. En cuanto aquel dibujo se tornó de color verde, el sonido de la puerta destrabándose se hizo presente. Una de las cinco hojas, precisamente la del centro se deslizó dejándonos entrar.
Al cruzar el umbral, nos encontramos con una sala. Bastante pequeña y completamente color negro. De los lados salieron unas luces, parecían ser lásers color rojo. Aquellas luces subieron y bajaron varias veces recorriendo completamente nuestros cuerpos.
-¿Y esto?-Pregunté mientras movía mi brazo, como si quisiera tocar el reflejo de aquella luz.
-Es por seguridad.- Respondió ella.- Uno nunca sabe cuándo un lunático traidor está intentando ingresar a tu edificio...
Me quedé observándola mientras ella tenía su mirada fija al frente. No parecía estar molesta, asique supuse que lo que había dicho no era más que un deje de humor. Las luces rojas quedaron fijas unos segundos, para luego desaparecer.
-Tranquilo,- Dijo mientras otro par de puertas se abrían frente a nosotros.- al parecer no notó nada malo en ti. – Continuó comenzando a avanzar.
La sala contigua parecía ser un recibidor. Esta vez, todo era demasiado blanco. Limpio y puro. Una joven de cabello rubio se encontraba sentada detrás de un amplio mostrador, del mismo color que todo lo que había alrededor. Levantó su mirada al oír nuestros pasos. Su vista se dirigió primero a Casey, pero luego cambió la dirección, deteniéndose en mí. Noté un sonrisa salir de sus labios y escuché a la chica a mi lado bufar. Ahora la sonrisa había escapado de los míos.
Casey giró hacia su derecha y siguió caminando sin siquiera decir palabra alguna. Sin pensarlo dos veces la seguí. El edificio tenía una forma rectangular desde el exterior, pero el pasillo por el que caminábamos era curvado. A unos metros, sobre el lado izquierdo logré divisar dos grandes puertas metálicas, color blanco también. Ella se acercó y tomó de una de ellas y la empujo hacia adentro.
ESTÁS LEYENDO
RADIOACTIVE -Editando-
Ciencia FicciónLuego de un experimento fallido cada persona en la Tierra debió ser exiliada. Aunque no muchos pudieron lograrlo, ya que estaban contaminados o no contaban con los recursos necesarios. Varios años pasaron para que aquellas personas pudieran volver...